Me dirigí hacia la estación de policía, quería saber en donde podría encontrarlo, las calles estaban mojadas y reflejaban las luces de los comercios, tengo suerte de que la estación no está tan lejos de mi casa, porque, sino, no tendría la seguridad de venir sola a altas horas de la noche
solo estaban cuatro policiales en esa estación, no me sorprende para una ciudad tan chica
Miré a cada uno de ellos y le pregunté al que tenía más cerca sobre un oficial llamado Gustavo Jones, era lo único que sabía, aparte de sus abusos, su nombre. Me informó que ese agente trabajaba en otra estación fuera de la ciudad, le pedí si podía anotarme la ubicación con el pretexto de que un familiar lo buscaba, se miraron por unos segundos y accedieron.
Ya conocía la ciudad, fui unas dos veces cuando era pequeña, en realidad tengo flashback de momentos efímeros viendo a mi mamá llorar y a un niño, ¿quién será ese niño?, y ¿por qué mamá lloraba?
Regresé corriendo a mi casa y me encontré a Saya en la puerta esperando a que alguien le abra
—¿Dónde estabas Soka?, ¿por qué no viniste a la fiesta?, quería darte algo desde hace rato
—Perdón en serio, me sentía mal y salí a trotar un rato
—Insistí tanto en que vayas a la fiesta porque ahí te iba a dar tu regalo.
De su mochila con pines de bandas coreanas sacó una caja y extendió sus manos para que yo lo agarrara lo antes posible
—te traje esto
saqué de la caja envuelta en un moño rojo un collar de plata que tenía mi inicial, me dio mucha ternura que estuviera todo el tiempo tratando de darme el regalo y que encima me lo trajera a casa
—gracias Saya, me encanta— dije poniéndome el collar con entusiasmo.
Se despidió de mí, porque estaba tan cansada de pedalear en su bicicleta roja, para traerme este regalo
—de nada vos ya me habías regalado uno en mi cumpleaños y quería hacer lo mismo, nos vemos.
Entré a casa y mamá seguía dormida, ya era las doce de la noche y mis pies ansiaban recostarse,
pero todavía tenía que prologar mi sueño, ya que debía averiguar cómo llegar.
En la dirección había un número de casa y un correo electrónico, al principio dudé en escribirle, pero se me ocurrió enviarle un mensaje diciendo que yo era un supuesto amigo de la infancia y quería ir a su casa para charla.
En el momento que presione el botón de enviar mensaje me sentí confundida porque no sé exactamente lo que le voy a decir, creo que tengo la obligación de enfrentarlo, pero a qué punto, cada vez que pienso en él, una ira recorre todo mi cuerpo haciendo que cada parte de mi ser quiera hacerle daño hacerlo sufrir mientas lo miro a los ojos.
Antes de apagar la laptop recibí una respuesta, en donde me explica que tiene mucho trabajo, pero el viernes en la tarde puedo pasar por su casa
le confirmé que iría y él empezó a preguntarme como me llamaba y otras descripciones para recordar qué amigo era.
Yo solo me despedí y le dije que estaba muy cansado para hablar, pero que el viernes nos pondríamos al día.
Hoy es miércoles, así que todavía tenía tiempo para pensar en que decirle y como enfrentarlo
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