Verdad Sangrienta

Capítulo 7

Hace unas semanas había salido de vacaciones y pasaba el mayor tiempo leyendo, o comiendo.

La mejor forma de que las horas se vayan volando.

—Lilly, ya es hora de ir a domir— escuché decir a mi madre desde algún lugar de la casa. Me levanté de mi cómodo sillón y me dirigí a las escaleras. Y allí estaba ella, sentada en el sofá en forma de L, viendo las noticias.

—Buenas noches mamá, te quiero—. Le envié un beso en el aire, el cuál simuló atrapar y estamparlo en su mejilla derecha.

—Te quiero tesoro.

Subí las escaleras y me dirigí a mi habitación. Al estar frente a la puerta le di un leve empujón ya que se encontraba semi abierta.

¡Yo nunca dejo la puerta abierta!

Me adentré cautelosa, y tomé un delgado jarrón que se encontraba en una mesilla a un lado de la puerta.

Miré los grandes ventanales que estaba al fondo de la habitación— Juro haber cerrado esa jodida ventana y... ¡Oh demonios! ¡Tendí la cama! ¡Por Dios!— miré a mi alrededor con un destello de ira, queriendo encontrar algo, o más bien a alguien, al causante de este desastre. Pero la única luz era la de la luna. Di media vuelta y encendí la bombilla.

Para mi sorpresa, la cama no era lo único desordenado.

Los libros de mi pequeño estante estaban totalmente desordenados

¡DURÉ TRES DÍAS ORDENÁNDOLOS ALFABÉTICAMENTE!

Mi escritorio estaba hecho mierda. Mis apuntes, mis gavetas estaban entreabiertas.

¿Quien mierda pudo haber entrado?

Más bien, ¿qué buscaban?

—¡Ay!— Gruñí con exasperación haciendo una pequeña rabieta con mis pies.

¿Debería llamar a mamá? Es lo que alguien normal haría.

No me robaron nada, aunque, o sea, ¿Qué robarían? ¿Mis tangas rojas de la suerte? Ok, eso no, creo que robarían todo menos eso.

—¡Mamá!— Llamé-grité —¡Mamá!

Salí de mi habitación enojada, bajé las escaleras y me dirigí hasta la sala de estar. Mi madre estaba dormida frente al televisor que anunciaba otra muerte en el bosque.

Ladeé mi cabeza con una expresión de ternura.

Se ve tan linda cuando duerme.

Subí por una cobija y la tapé. De pronto sentí que mis ojos se estan cerrando por inercia y miré la hora en el reloj que colgaba a un lado del televisor.

9:54PM

¡MIERDA! Si no me voy a dormir, lo más probable es que caiga dormida donde sea. Desde que me diagnosticaron el síndrome de adelanto de la fase del sueño mi vida ha sido un infierno. La jodida enfermedad se caracteriza por mantener de forma crónica un horario de sueño con varias horas de adelanto en relación al deseado o establecido convencionalmente.

Por lo tanto, aún y no quiera, mi horario es a las 10 de la noche y normalmente me despierto muy temprano, pero no salgo de mi habitación si no es hasta eso de las 9 o 10 de la mañana.

Corrí hasta las escaleras y de pronto escuché la puerta principal abriéndose y me giré sobre mis pies.

Era papá.

No había tenido tiempo de verlo ya que estaba llegando a éstas horas y se iba más temprano de lo normal.

—Hola princesita, ¿Qué haces despierta?— dijo dándome un beso en la frente y mirando el reloj en su muñeca. En eso sus ojos se agrandaron —Faltan tres minutos para las diez. A dormir pequeña.

—Te quiero pa'— prácticamente le grité mientras subía, entré a mi habitación y traté de acomodar las sábanas de la cama y quedé dormida inmediatamente.

Abrí los ojos lentamente y miré a la mesa que estaba a un lado de la cama la cuál contenía un reloj de mesa.

3:07AM

Me pongo de pie y camino hacia la puerta siendo iluminada simple y únicamente por la luz de la luna.

El pasillo estaba oscuro. Caminé hasta estar al pie de la escalera. Al ver la luz de la sala encendida decidí darme la vuelta y dormir de nuevo.

Me giré sobre mis pies—¿Todo bien, cielo?— Me coloqué la mano en el pecho respirando de manera agitada.

—¡Mierda! Mamá, me acabas de dar el susto de mi vida.

—Vamos a dormir, Lilly.

Dí unos pasos hacia ella algo confundida, cuándo escuché ruidos en la cocina. Agua, el grifo del agua y... ¿las vajillas? ¿Acaso estaban lavando los platos a ésta hora? ¿O era un fantasma que estaba lavando los platos?

Si es así, bajaré para agradecerle eso.

—Mamá, ¿Papá está en la cocina?— pregunté con un gesto ceñudo.

Ella se acercó a mí pasando su brazo izquierdo por mis hombros y guiarme a la habitación. La seguía hasta que un leve quejido se escuchó desde el piso inferior y el rostro de mi madre palideció.

—¿Qué es eso? ¿Lo escuchaste mamá? Dime que no estoy escuchando cosas— detuve mi andar y me puse frente a ella y pude notar algunos rasguños y un vendaje en su mano derecha. La miré horrorizada y antes de que pudiera decir algo la rodeé rápidamente. Logrando bajar las escaleras de dos en dos.

Cruce la sala en fracciones de segundos dirigiéndome a la entrada de la cocina, y lo que vi me dejó petrificada.

Sangre, mucha sangre.

Mi padre estaba con la regadera abierta y un paño limpiando la sangre del mármol.

—¿Q-Qué demonios pasó?— sentía que las palabras se convertían en piedras.

Mi padre sonrió con naturalismo— Estábamos haciendo cena para nosotros y de pronto escuchamos algo en la cocina y cuándo entramos había un mapache. Aún no entiendo cómo entró— dijo poniendo cara pensativa y yo seguía mirándolo sin entender nada— el punto es que tu madre tomó un cuchillo y el pobre animal se abalanzó sobre ella y pues, se cortó la palma de la mano. Sabes que tu madre es un manantial de sangre, más la del pobre mapache.

Miré a un lado donde había una bolsa negra— ¿está ahí?

— ¿Qué cosa?— preguntó confundido.

—El animal, ¿está en la bolsa?— pregunté ésta vez señalando la bolsa.

Él posó su mirada en la bolsa y luego en mí, me dió una sonrisa tranquilizadora y asintió.

—Si cariño, no debes preocuparte por nada, ya tenemos todo bajo control; limpié las heridas de tu madre y está todo bien, si quieres puedes ir a dormir. Aún es de madrugada.




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