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Seguía sin palabras. ¿Porque le ha dicho Papá a MI padre?
—Aiden— hablé tratando de llamar su atención, pero su mirada estaba clavada en mis padres, específicamente en mi padre. Su mandíbula estaba tan apretada que juraba que el cualquier momento se rompería un diente.
—¿Joven todo bien?— pregunta mi padre en tono calmado.
—¿Enserio?— espetó furioso, su rostro estaba más que rojo.
—Aiden— llamé de nuevo.
—¿Qué Lillyanna?— gritó clavando su furiosa mirada en mí.
—Joven, no sé quien eres ni qué quieres, sólo deja a mi familia en paz y vamos a salir para hablar de hombre a hombre— Mi padre se puso de pie.
—No quieres que tu familia se entere ¿no?— dijo furioso. Mi ceño se fruncía con cada palabra, no entendía nada, miré de reojo a mi madre y ésta se encontraba nerviosa pasando su mirada desde Aiden hasta papá.
—Aiden, ¿Cierto?— pregunta mi padre y él asiente —Bien, vamos fuera y hablamos.
—Claro, ¿y luego venir y mentirles con que sólo andaba confundido? Jajaja ¡No! ¡No joder!—¿pero qué carajos le pasa a éste hoy?
Uno de los seguridad se venía acercando dudoso y posicionando disimuladamente su mano derecha en donde llevaba guardada su arma.
—¿Todo está bien?— Pregunta el hombre que bien podían compararlo con king kong por su tamaño y musculatura.
—Todo está bien, no se preocupe ya nos íbamos—. Habló mi madre por primera vez.
Respiré hondo y me pasé la mano por la cara intentando reunir paciencia o tratando de entender algo.
—¡Bien! Ésta mierda se acabó— hablé entre dientes al recordar que era un lugar con personas que fingían que no les salía una sola grosería por esa boca—. Vayamos a casa y que todo se resuelva allá. Por favor, dejen todo el drama para después.
Luego de calmarlos nos subimos al auto. Mi madre prácticamente obligó a Aiden a ir en el mismo auto que íbamos nosotros; mientras mi padre manejaba, mi madre iba en el asiento de copiloto, por lo tanto Aiden iba conmigo en los asientos traseros. El momento era realmente incómodo y estábamos tan tensos que se podría palpar en el aire. Miré de reojo a mi compañero de viaje éste se encontraba con su cabeza apoyada en la ventana y su vista clavada al frente. Una sola pregunta martillaba mi cabeza... ¿Porque Aiden ha llamado Papá a mi padre?
Sentí el auto detenerse —Bien, hemos llegado—. La voz de mi padre fue lo único que nos obligó a bajar, de lo contrario juraría que estuviéramos ahí dentro todavía.
Al llegar a la puerta de mi casa saqué el pequeño llavero que tenía e introduje la llave, giré el pomo y me adentré. Fui directo a la sala de estar porque la curiosidad me calaba los huesos y porque ésto era un asunto de familia, lo que entendía que yo estaba incluida.
—Tomen asiento— Aiden y mi madre se sentaron cada uno en una esquina, y yo, pues en medio de ellos. Mi padre estaba de pie con sus manos dentro de los bolsillos de su elegante pantalón.
—Aiden, ¿Podrías explicarme porqué carajos le dijiste Papá a MI padre?— le pregunté aún con mi mirada clavada en la nada y recalcando la Mi; sí, era excesivamente celosa con mis padres. Nunca tuve hermanos y no soportaba que otro niño o niña les llamase papá o mamá.
—¿Porque no dejas que tu querido padre te explique?— dijo cada palabra con más desprecio que la anterior. Respiré profundo de nuevo y ésta vez habló mi padre.
—Bien, ¿podrías hablar de una vez por todas?— posé mi mirada en él.
—¡A eso vine! ¡A buscar unas malditas respuestas que no parecen existir!— gritó Aiden con su cara más roja que un tomate.
—¿Y en qué tenemos que ver con eso-— pregunté mirándolo fijamente.
—Bien, les contaré una linda historia— Se giró en mi dirección y me sonrió, de una manera que me dio escalofríos—. Había una vez, un hermoso niño de ojos marrones cómo la mismísima mierda y su cabello igual a éstos, fue abandonado. Lo dejaron vilmente. Sólo en un orfanato; el pequeño tan sólo tenía dos meses de nacido— tragó saliva y soltó una carcajada mientras tiraba de su cabello—. Cuando iba a cumplir sus dos años de edad el niño fue adoptado. Una familia que según el orfanato cumplían todos sus estándares.
»El niño creció en un hogar dónde no faltaba el amor. Pero con el paso del tiempo al niño no le bastaba sentía que algo no encajaba. Cuándo entró a la adolescencia empezó a unir cabos. El chico no tenía ninguna similitud con su familia. Su padre era totalmente opuesto a él y su madre era a la cuál más se semejaba y aún así no tenían ni un parentesco. No se parecía a nadie de su gran familia, ni siquiera a su hermano mayor. Luego de hablarle a sus padres lo que pensaba acerca de su diferencia de razgos físicos, ellos decidieron contarle la verdad—hizo una pausa y se pasó la mano por la cara con frustración como si recordar aquello era lo peor— El chico inicio una investigación por su cuenta sobre sus padres biológicos pero se rindió al no tener información suficiente. ¿Pero saben qué? Un día descubrió que su madre adoptiva mantenía contacto con sus padres biológicos. Vaya sorpresa se llevó al enterarse que eran nada más y nada menos qué, sus vecinos.—Señaló con su mano a mi madre y mi garganta se secó.
»Al principio creí una locura eso de irnos del lugar donde crecí a otro que no tenía ni la remota idea de quienes residían por ahí. Luego entendí el por qué mis padres tomaron esa decisión.
El silencio era sepulcral. Yo sentía que moriría, y hasta ese entonces me di cuenta que no estaba respirando. Miré a mi madre tratando de buscar alguna explicación pero sólo agachó la cabeza, miré a mi padre y éste se veía totalmente confundido, como si realmente no supiera nada.
Cuándo llamó Papá a mi padre quería patearle el trasero si llegaba a ser hijo de mi padre, pero, ¿Mi madre? ¿Será hijo de los dos? ¿Porque nunca me hablaron de que tenía un hermano? Esas y millones de preguntas más se arremolineaban en mi cabeza.
—¿Cuándo?— fue la única cosa que salió de mi boca. Estaba petrificada. Un día eres hija única, una chica normal, sin nadie interrumpiendo tu paz mental y al otro día tu vecino y novio de tu mejor amiga afirma ser tu hermano, ¿Sabes que es peor que eso? Que tus padres no desmientan tal cosa.
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Editado: 11.06.2020