Quería comenzar de nuevo, cuando mi espalda dejo de doler, quizá porque las pequeñas alas que crecian en mi espalda al fin se habían liberado, de alguna manera ya no me sentía del todo solo, quizá había madurado o tenía otra visión de la vida, pero ya no prefería el gris y la oscuridad, incluso cuando me acompañaron a través de los caminos dolorosos de la vida, y por primera vez, fui yo quien quería caminar, a través de los altibajos de la vida, no quería escuhar melodias tristes, y aunque, a veces, la incertidumbre quemba con fuerza, tenía la certeza de que ahora era diferente, que camibnaba por una senda verde y tranquila, como las bugambilias que florecen en mi ciudad natal, de distintos colores, resisten al paso de los años e incluso cuando caen luchan por mantenerse vivas, son flores que nunca se terminan de marchitar, como un vínvulo eterno enre Dios y yo, y después, me di cuenta de que la felicidad de muchas personas consistía en pequeñas cosas, simples, pero esenciales, aquellas que te hacen ser humano, con las que puedes acariciar el viento y saber que amas y que eres amado, que sigues corriendo a pesar del dolor y la fatiga. Y entre esas millones de historias, que eran como cartas, que merecen ser leídas y entregadas, en todas ellas estabas tú, a quien debía escribirle, era al pequeño ser encadenado que luchaba en mi interior, por mí, por salvarme de mi mismo, quien se aferraba a pesar de las heridas y quemaduras en la piel, quien incluso con ojos de cristal decidió voltear y admirar al mundo que lo había dejado atrás
Porque seguía corriendo tras un sueño que me quemaba con intensidad, pero incluso ante el dolor, quería seguir corriendo tras él, sin importar nada, como un ave fénix, esperaba renacer de entre el fuego y cenizas, como alguien digno de ser persona, de ser humano.
Me quedo estático, en medio de la pequeña laguna, me topo con la inmensa realidad que me apuñaló y escondió cosas, porque nunca había sido un genio, ni tenía un talento natural, era más, las circunstancias, y mi esfuerzo, el que había negado por tratar de ser perfecto, pero esa era la verdad, me esforzaba sobrehumanamente, tanto que mi cerebro se apagó y mis ojos se llenaron de lágrimas amargas, y ahora, trato de recuperar pedazos de la gran escultura brillante que adornaba mi inconsciente, de recuperar…o quizás, de encontrar quien soy, un farsante o un luchador, no lo se, ya no se cual es el significado de luchar, más sin embargo, se que se que quiero seguir haciéndolo aun si no se lo que es en sí mismo.
Cuando observo el cielo tintineante siento un poco de nostalgia y dolor, de algo que no viví, en la lejanía extraño fragmentos de vida juvenil que no puedo tocar, porque…no son míos, son de alguien que está en otro lugar, de mi, pero de mi yo en otro plano, por eso son dolorosos, por eso son agridulces, como si estuviera solo pero a la vez rodeado de calidez, es extraño, y entonces llegué a una conclusión un tanto fatídica, si pertenecemos aquí, estamos hechos para permanecer y trascender, pero el hecho es que, no sabemos cómo hacerlo, y es esta la razón por la cual somos llamados; humanos.