Verónica decide vivir

Capítulo 3

Capítulo 3

 

Nacimiento del campamento de refugiados en Colomoncagua, Honduras.

Subcampamento de Limones II.

 

El campamento de refugiados de Colomoncagua, en Honduras, se formó con la mayoría de la población de la zona norte de Morazán y personas de otros municipios: Corinto, Cacaopera, Osicala, también se encontraba personas de otros departamentos; como San Vicente y Chalatenango, todos asediados por los militares y la Guardia Nacional de El Salvador.

Este campamento estaba ubicado al noreste del pueblo llamado Colomoncagua, ubicado en el departamento de Intibucá, en Honduras, país centroamericano. Lugar boscoso de pinos y matorrales de un arbusto llamado cirín, zacatales en las zonas más céntricas, árboles de una manzana salvaje que, por su peculiar sonido al romperse, se le denomina manzana pedorra.

Los subcampamentos se fueron construyendo paulatinamente, en un principio, la población vivía amontonada en un solo lugar. El refugio no impidió la natalidad, cada año que pasaba las familias iban incrementando y se veía la necesidad de ir construyendo nuevos subcampamentos. Hubo primarios como era: Limones I, Limones II, Quebrachitos, Callejones, Copinoles y Vegas; pero la estadía se tornaba eterna e incierta y, debido a los hacinamientos de la población, era más que evidente una necesidad de construir nuevos espacios. Esto no era nada fácil. Los encargados de campamento tenían que gestionar los insumos de esta materia prima a las comisiones u organismos internacionales con el compromiso de que la población refugiada debía poner su mano de obra sin pedir nada a cambio, más que la alegría de realizar su trabajo y estar más satisfechos en las necesidades presentes.

Fue así como surgieron otros tres subcampamentos: Progreso, La Esperanza y El Triunfo. Algunos con más población que otros, unos de nueve u once colonias; sumando todos, había un aproximado de más de ocho mil personas.

Todos estos subcampamentos estaban rodeados por una línea imaginaria, pero sentida y conocida por todos, llamada cerco militar. Es decir, que de este límite no tenía que salir ningún refugiado, de lo contrario, nadie respondía, pues lo más seguro era que podía ser capturado por los militares y, si no era informado como desaparecido a las autoridades internacionales, no lo regresaban vivo. Para este acto militar no importaba la edad, podía ser un menor o hasta un adulto mayor. Se decía que uno de los propósitos era infundir terror a la población, pero también sacar información con manipulación a personas vulnerables o en una situación amenazante como el estar capturado. ¿Qué operaciones llevaba a cabo la guerrilla en los campamentos y en la población? Las preguntas confirmaron estas ideas, ya que, en una ocasión, fueron capturados varios menores y en su testimonio afirman que les preguntaron: «¿Por dónde entran los guerrilleros?», a un anciano le preguntaron: «¿En dónde esconden las armas los refugiados?».

Los capturados eran buscados por internacionales y ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados) y la presión insaciable de la comunidad, que enfrentaban a los militares hondureños, que pasaban dentro o cerca del límite establecido para ello, los adultos se preparaban con garrotes, pedazos de hierro, machetes, piedras y cal o cualquier recurso que pudiera lastimar ante un ataque; pero las consignas tenían mucho impacto psicológico y en eso apoyábamos todos. Se les decía de todo, hasta de qué se iban a morir —malditos, fuera los cuilíos, hijos de perra, hijos de puta, zopilotes, malvados, yanquis, culeros, tufosos—, y todo esto era a puño alzado, se gritaba con miedo, con el corazón palpitando a mil por hora, pero con todas las fuerzas hasta donde la garganta nos daba. Se les trataba así porque la población estaba convencida de que trabajaban de la mano con la fuerza militar de El Salvador y sus aliados, y eran capaces de hacer lo peor.

Esta comunidad era muy organizada, algunos internacionales y visitantes se quedaban impresionados y veían en la comunidad un ejemplo para el mundo, en tema de refugiados. El nivel de organización era indescriptible. Se habían sentado bases de una verdadera comunidad, a eso se debió posiblemente la supervivencia y aceleramiento en su desarrollo.

Se reconoce que la comunidad no hubiera sobrevivido sin la cooperación internacional. En primer lugar, no había recursos ni solvencia económica, no se contaba ni con el mínimo de capital. Todos éramos campesinos y, aunque para algunas familias las condiciones económicas y de desarrollo en El Salvador eran favorables, con los fuertes operativos por tierra y aviación, todo su patrimonio se había destruido o desaparecido.

Por lo tanto, con las ayudas de muchos países solidarios: del norte y sur de América, Europa, etc., cada organización o, incluso, familias solidarias internacionales daban su gran aporte en cuestión de materia prima para las diferentes estructuras organizadas. La población se convirtió en transformadora de la vida y, de esa manera, respondía a las necesidades de los habitantes.

Dentro de las estructuras había: construcción, su función era construir y reparar las viviendas, casas de uso común, como centros de salud, guarderías, talleres, ermitas o iglesias, escuelas, bibliotecas, centros de nutrición, cocinas comunales, bodegas, casas de reuniones, ramadas de hornos artesanales, servicios sanitarios, entre otros.

Estas estructuras estaban bien organizadas, tenían flujogramas. En salud había una sede en casi todos los subcampamentos, las promotoras y promotores de salud fueron capacitados por Médicos Sin Fronteras para atender a la población con el conocimiento básico en las enfermedades agudas: gripes, catarros, calenturas, pequeñas fiebres o diarreas, etc. Pero la misma necesidad de la población los obligó a realizar procedimientos más especializados, como manejo de algunos métodos anticonceptivos, vigilancia en enfermedades crónicas, como la hipertensión arterial, problemas cardíacos o diabetes; controles a mujeres embrazadas, asistencia de partos, seguimiento de casos especiales, vacunación, canalización de venas, atención a heridos, pequeñas cirugías, manejo de epidemias. Además, conocían el uso de muchos medicamentos para las diferentes patologías. También habían aprendido a hacer una evaluación clínica bastante acertada. Sabían en qué momento los pacientes ameritaban de una evaluación por un médico, puesto que en caso de gravedad se hacía una serie de acciones y trámites para enviarlos a hospitales en Santa Rosa de Copan o Tegucigalpa, capital de Honduras. Este era un logro conseguido a través de convenios por organismos internacionales.




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