El chico popular vive la contradicción de desear mostrar su amor y, al mismo tiempo, la necesidad de ocultarlo para no perder su imagen ante sus amigos. Un día, cuando parece que lo descubren, se prepara para confesar, pero su compañero decide negarlo para protegerlo. La mentira lo lastima, pero entiende que ambos están atrapados en un dilema que no tienen claro cómo resolver.
Poema:
No sé cuándo fue que me importó menos
lo que los otros pudieran pensar,
pero contigo,
se siente imposible seguir escondiéndome,
como si el amor que compartimos
fuera demasiado grande para quedarse entre sombras.
Entonces llega ese día,
uno de esos que temía,
cuando mis amigos me miran
con curiosidad sospechosa,
y sus risas llevan una chispa de malicia,
como si supieran algo que no quiero que sepan.
“¿Y tú y él?” me pregunta uno,
medio en broma,
medio en serio,
y de repente, siento el peso del mundo
sobre mis hombros,
el temor de que, tal vez,
todo pueda desmoronarse en un segundo.
Quiero responder,
quiero decirles que sí,
que he encontrado algo único,
que, en secreto,
mi corazón late por alguien
a quien jamás imaginé amar.
Pero antes de que pueda abrir la boca,
siento tu mano en mi brazo,
un toque que, para ellos, no significa nada,
pero para mí,
es una advertencia silenciosa.
“No, nada de eso,” dices,
tu voz tranquila y decidida,
una sonrisa falsa en los labios,
y cada palabra es un puñal en mi pecho.
“Somos solo amigos, ya sabes,
no todos los días se tiene alguien con quien estudiar,”
añades, riendo suavemente,
como si tus palabras no estuvieran arrancándome en pedazos.
Me quedo en silencio,
mi corazón roto en mil pedazos,
porque, aunque entiendo por qué lo haces,
aunque sé que intentas protegernos,
no puedo evitar sentirme traicionado.
Cuando ellos se alejan,
me giro hacia ti,
y la frustración se desborda en mis ojos.
“¿Por qué… por qué dijiste eso?”
Me miras,
y en tus ojos veo el mismo dolor,
la misma confusión.
“No podía… no podía dejar que te arriesgaras así.
Si ellos se enteran,
¿qué crees que harán? No quiero que te hieran.”
“¿Y qué hay de lo que siento yo?”
respondo, mi voz más alta de lo que pretendía.
“¿Qué hay de… de la verdad?
Quiero ser yo,
quiero serlo contigo,
sin tener que escondernos.”
Tu mirada cae al suelo,
y noto cómo tus manos tiemblan.
“Lo sé… créeme que lo sé.
Pero no quiero que esto… lo que tenemos,
se vuelva un problema,
algo que los demás nos arrebaten.”
Nos sentamos en silencio,
una distancia dolorosa entre nosotros,
y cada palabra no dicha
se siente como una barrera,
un muro que se levanta
entre mi deseo de ser libre
y tu necesidad de protegernos.
“¿Alguna vez pensaste en lo que siento?”
susurro, casi para mí mismo.
“¿En cómo me afecta tener que fingir,
que ocultarme de todo el mundo?”
Suspiras, mirándome a los ojos.
“Sí, y lo siento, de verdad.
Pero… pero es solo que aún no sé
cómo lidiar con todo esto,
cómo ser nosotros sin miedo.”
Quiero gritar,
quiero decirte que no quiero esconderme,
que lo nuestro no es algo de lo que avergonzarse.
Pero entonces veo el miedo en tu mirada,
y mi rabia se convierte en tristeza,
porque entiendo que tú también tienes miedo,
y que el amor que siento es lo mismo
que intento proteger.
“Si tanto te duele,
podemos… podemos alejarnos,
por un tiempo,” susurras,
y esas palabras me parten en dos.
“¿Alejarnos?” repito, incrédulo,
sintiendo que el mundo se me cae encima.
“No quiero perderte,
no quiero perder lo único real que tengo.”
Tus ojos se llenan de lágrimas,
y me doy cuenta de que también estás sufriendo,
que esta situación nos duele a ambos
de formas que nadie más entendería.
“No quiero que nos alejemos,”
digo, tomando tu mano en la mía.
“Pero tampoco quiero ser un secreto eterno.
Necesito que me mires y sepas
que algún día podremos ser libres,
que esto no será siempre así.”
La tarde se convierte en noche,
y, bajo las estrellas,
nos quedamos sentados,
compartiendo una tristeza que nadie más entiende.
“Tal vez, algún día…”
dices en un susurro,
y aunque no sé cuándo,
ni cómo,
algo en tus palabras me da esperanza,
me hace pensar que, quizás,
no siempre tendremos que escondernos.
Por ahora,
me conformo con estos momentos,
con las miradas furtivas,
las risas compartidas en la oscuridad,
y el secreto que llevamos entre ambos,
esperando que, algún día,
el amor que sentimos
pueda mostrarse al mundo,
sin miedo, sin vergüenza.
Porque, aunque hoy duela,
sé que el amor verdadero
vale la pena,
aunque tengamos que esperar.