Vete Al Diablo

3.

Habían miles de fotografías mías con Joseph de la noche anterior.

Todas las miradas se posaron en mí. Me sentí nerviosa y quise morir en ese momento. ¿Quién demonios las tomó?. Tsk, maldición, ¡sabía que no debía llamar la atención! ¡¡SOY UNA TONTA!!. Camile se acercó. Fruncí el ceño, poniendo mi mejor mirada fría y asesina que tenía.  

  — Valla, valla. Al parecer nuestra inocente chica nerd—hizo comillas con sus dedos— en realidad no es más que una zorra.

Sonreí sin humor, con malicia, haciéndola tensar.—Jeh, ¿con qué puto derecho me viene a hablar un trapo de mierda que pasa de aquí a allá sin un dueño fijo, como si tuviese algún tipo de germen desagradable y asqueroso?. —me burlé, con una mirada cínica, llena de odio.— Sólo quiero aclarar algo;—dije ya dirigiéndome a los demas, que al instante, se removieron incómodos sobre sus asientos. Oh, chicos. Yo no soy de las que da el brazo a torcer, no señores. Si inicio una mentira, será hasta el final. Lluevan las consecuencias que lluevan.— Yo NO soy la de esas estúpidas fotografías. Odio los tumultos. Odio confabular con personas. Además, no tengo porqué darle explicaciones a una perra tarada como lo eres tú.—ataqué, volviendo mi atención a ella.— No vales mi tiempo, ni mi saliva.—finalicé con veneno, pasando por su lado, sin siquiera rozarle.   

Llegué a mi lugar aún con todas las miradas puestas sobre mí. Fotos del carajo, me cansé.

  — Por favor, si valoran su vida escolar y su integridad personal, ¡quiten esas malditas fotos de porquería!—grité entre frustrada y enojada. Todos obedecieron casi de inmediato, incluso Camile, que estaba cabizbaja.

Ellos botaron las fotos antes de que el viejo de álgebra llegase a dar su clase.

[...]

  — ¡Enana, alguien te busca!— informó mi mejor amigo, Nil. Bufé y levanté el trasero de mi silla. 

¿Quién demonios osa en interrumpir mi hermosa y preciada lectura?. Es más, ¿quién carajos me ha venido a buscar?.

  — ¿Quién es?— lo intervine antes de asomar mi cuerpo por la puerta-

  — No lo sé, no quiso decir su nombre...— contestó éste hermoso chico de tierna apariencia, más alto que yo, pero muy adorable. Es un amor... pero una mierda cuando se enoja. Créanme, es peor que nuestras madres cuando se enojan... bueno, las suyas. Agh, ya entendieron.

Bufé de nuevo, molesta. Salí y miré de quién se trataba. Y me topé con el inexpresivo rostro de Joseph. 

Gruñí— Lárgate.— ordené en un rugido. 

Di media vuelta, dispuesta a entrar de nuevo al salón, pero su mano sujentando con fuerza mi muñeca me lo impidió. Lo miré, amenazante.— Suéltame si no quieres quedar sin descendencia.—advertí, mirándole con frialdad.

Pero, como él es tan terco como yo, y le vale madres su vida, jaló de mi brazo para luego de tomarme de la cintura posesivamente. Y me besó. ¡El muy imbécil me besó!.

Estaba perpleja, ni siquiera le correspondía al beso. Por el rabillo del ojo vi a Iol, que me observaba anonadado. Y, por breves segundos, pude ver cierto brillo de enojo, ira, celos, tristeza y decepción. ¿Porqué? No sé. 

Con la mayor fuerza impuesta en mi cuerpo, me doblé y golpeé salvajemente las pelotas de Joseph con mi rodilla, haciéndolo gemir del dolor. Para luego verlo caer, retorciéndose como babosa insolada, luchando por salvar su vida. 

  — En la vida, óyeme bien, en la vida, quiero tenerte cerca de mí de nuevo, imbécil.—susurré en su oído, enojada. Me puse de pié, y vociferé:—¡Vete al diablo, Joseph!—acomodé mis gafas, di media vuelta y entré al fin al salón, junto con los que nos iban a acompañar estas horas restantes.

Sentía la mirada, nuevamente, de todos sobre mí. Sorprendidas. Pero hubo una que, simplemente, me hizo girar, hasta encontrarme con los hermosos ojos grises de Iol, observándome con... ¿cariño?.

Ay dios, es tan hermoso y perfecto y atractivo y inteligente y... ¿han visto alguna vez el culo de los modelos de Calvin Klein?. Pues, así mismo es él, con un culo de dios padre amado. Y su rostro, y su cuerpo. ¡Yisus Christ!, es todo un dios griego. 

Claro que hay que admitir que tanto Joseph como él son los más guapos de la Uni. Ambos tienen rasgos faciales masculinos y bien definidos. Sin embargo, sus contrastes también son bastante obvios.

Si Joseph es hielo, él es fuego. Si Iol es carisma y educación, Joseph es indiferencia y analfabetismo. Aunque eso muchas no parecen notarlo, y si lo hacen, lo pasan por alto. Pero yo no.

  — Joven Becket, señorita Cook, siéntense.—ordenó el profesor, sacándome de mis pensamientos. 

Sin saber cómo o cuando, me había quedado hipnotizada en su grisácea mirada. Ya todos estaban sentados en sus lugares, excepto nosotros. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.