Me costó aceptarlo y asumirlo, pero lo que había ocurrido era real, había reencarnado, volvía a empezar mi vida desde cero.
El primer día en ese mundo se basó en comprender lo que acababa de ocurrir: por qué tenía un cuerpo diferente, por qué había aparecido en un lugar tan extraño y por qué las personas a mi alrededor me trataban como a un bebé.
En realidad no tardé en descubrir lo que estaba ocurriendo, pero mi mente se negaba a creer que algo tan surrealista había pasado.
Los siguientes tres días se basaron en intentar asumir la situación, hacerme a la idea de que esa sería mi nueva vida. Esto me hizo caer en una profunda depresión causada por el miedo, la tristeza y la nostalgia.
Después de los primeros cuatro días me cansé de estar deprimido y triste, me di cuenta de que no tenía sentido estar deprimido si no podía hacer nada para arreglar la desgracia. Es por esto por lo que empecé a buscar las partes positivas de esa situación.
Para mi sorpresa, cuando lo pensé fríamente descubrí que lo que había ocurrido no era tan malo, y que había ciertos puntos positivos.
«Dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo, y ahora yo llevo una vida de ventaja» pensé con una sonrisa de oreja a oreja. «Además de que parece que he sido transportado a una época más antigua, por lo que mis conocimientos de mi actualidad serán inmensos avances para este tiempo, podría ser el nuevo Newton.»
Había nacido en un castillo, y en los primeros tres días no había visto tecnología alguna, algo impensable para mi tiempo, por lo que pensé que debía estar en otro más antiguo.
Ya que no podía entender ni a mis padres ni a mis hermanos porque el idioma que hablaban no era el mismo que hablaba yo, además de que esa lengua no me sonaba a ninguna que existiera en mi pasada época, eso me hizo creer aún más en que estaba en otro tiempo y que mi familia hablaba alguna clase de lengua antigua.
Al final todo parecía ir en buen camino, mi nuevo futuro no parecía que fuera a ser tan malo.
El único problema era mi cuerpo, del que no terminaba de acostumbrarme.
Mis necesidades primarias habían pasado a ser un sentimiento totalmente desconocido para mí.
A pesar de tener 25 años mentales, me sentía como si tuviera 3.
Bueno, supongo que es lo normal por estar en el cuerpo en el que estaba.
Transcurrió una semana en mi nueva vida y lo único que hice en ese tiempo fue relajarme.
Era reconfortante ese nuevo sentimiento de libertad, de no tener que hacer nada. Hacían todo por mí y no tenía ninguna obligación.
Había olvidado ese sentimiento de libertad en mi antigua vida, de relajación.
Me sentía en el paraíso, incluso me planteé si había muerto y ahora estaba en el cielo.
Cuando pensaba que las cosas no podían ir a mejor, en la segunda semana me encontré con el mejor regalo que la vida podía otorgarme.
Todos los días veía a mis hermanos, de 3 y 5 años aproximadamente, realizar extrañas actividades las cuales asimilé con un juego entre jóvenes.
Este pensamiento cambió cuando un día el mayor de los dos, realizando la misma actividad de siempre, consiguió hacer crecer una pequeña flor en el jardín del castillo solo estirando el brazo, abriendo la palma de la mano y cerrando los ojos.
"¡Gah!, ¡gah!, ¡gah!" dije todavía sin ser capaz de articular ninguna palabra debido a mi desdentada boca.
Mi madre, quien me tenía en brazos, asintió y dijo unas palabras con un tono cariñoso las cuales seguía sin entender.
Después de mencionar esas indescifrables palabras, abrió su mano e hizo crecer un precioso pétalo.
Mi mente simplemente estalló.
No podía ser real.
Empezaba mi vida de nuevo conservando mis recuerdos, en un mundo con magia, en una familia rica, en un mundo sin el conocimiento que yo tenía y encima con una familia la cual sentía que me quería mucho.
«¿De verdad fui tan buena persona en mi vida pasada para ser recompensado de esta manera?» me pregunté a mí mismo.
Esa semana, además de descubrir el lujo de la magia, también descifré mi nuevo nombre.
Siempre que hacía algo bien, que hablaban conmigo, que intentaban captar mi atención o que era evidente que estaban hablando de mí, siempre había una palabra que se repetía.
Driss.
Desde ese momento me llamaba Driss.
En mi primer mes de recién nacido vinieron a visitarme una gran cantidad de personas, haciendo reverencias al verme y regalando a mis padres objetos de utilidad para cuidarme.
Esto junto a que vivía en un castillo me hizo llegar a la conclusión de que había nacido en una importante familia, lo que me hacía ser un personaje de importancia debido a mi sangre.
En mi antigua vida era un trabajador de importancia debido a mi inteligencia y a mi esfuerzo, en cambio en ese nuevo mundo solo lo era por donde había nacido.
La verdad es que eso me hizo sentir bien, el saber que no tenía que esforzarme para llegar a ser alguien importante, incluso podría ser que ya fuese más conocido e importante que en mi anterior vida solo con haber nacido.
Lo pensé y decidí que, ya que tenía mucha ventaja sobre el resto en cuanto a conocimiento general, me dedicaría a la magia ya que era el único campo desconocido para mí.
Claro que no conocía si la magia en ese mundo estaba bien vista, si se podía vivir de ella, si se enseñaba, si me dejarían aprenderla, si solo existía el hechizo que me habían mostrado, etcétera. Todo eso tendría que ir viéndolo con el tiempo.