Calia había estado medio dormida todo el tiempo, teniendo los ojos entre cerrados. Esto me había impedido ver sus ojos hasta después de las presentaciones.
Justamente, una de las luces que iluminaba el lugar daba a Calia, lo que hizo que, después de las presentaciones, cuando esta abrió los ojos, pudiera ver a la perfección sus ojos.
Al igual que el poco pelo que tenía, sus ojos también eran de color rojo.
En ese momento el color de su pelo era muy claro, mientras que el color de sus ojos era rojo sangre, aunque estos tipos de color lo más seguro era que cambiaran con el paso del tiempo, no solemos acabar con el mismo color de ojos y de pelos que con el que nacemos.
Por diversión elevé mis brazos hacia Calia e hice ruidos de disconformidad para que me acercaran a Calia y que pudiera tocarla.
Las dos madres me entendieron, y la de Calia la acercó a mí.
Cuando la tuve cerca lo que hice fue abrazarla, causando la risa de ambas madres.
No se porqué, pero la risa de ambas me hizo reírme a mí también.
La única que no se estaba riendo era Calia, que seguía medio dormida y sin entender nada.
Después de esto me entró sueño, por lo que me dormí.
No se cuanto tiempo estuve dormido, pero cuando fui despertado por Calia estaba en mi cuna, pero con ella.
Por la ventana de la habitación se podía ver que ya era por la tarde, con los últimos rayos de sol del día.
Calia creo que se acaba de despertar porque estaba llena de energía.
Me estaba tocando con sus pequeñas manos y balbuceando a su vez.
Al principio la ignoré y me pregunté cómo es que estaba en mi casa si hacía nada estaba muy lejos de ella, pero después me acordé de que era un bebé, y que mi cuerpo era de uno que dormía mucho y muy profundamente, por lo que no me extrañó.
Cuando me desperecé, comencé a jugar con Calia, lo que llamó la atención de mis dos hermanos mayores.
Estos estaban muy felices de vernos despiertos. Supongo que habían estado esperando a que lo estuviéramos porque mis padres les habrían impedido estar con nosotros mientras dormíamos.
Empezaron a decirnos cosas que no entendía, a darnos objetos extraños que a saber de dónde provenían y a reírse.
Al principio me divirtió estar con ellos, pero al cabo de un rato empezaron a molestarme. Mi hermano de tres años era muy imprudente, y realizaba actos que podían ponernos en peligro a mí y a Calia. Por suerte estaba mi hermano de cinco años con él, quién era más cuidadoso.
Una de las caras que puso mi hermano de tres años asustó a Calia, lo que la hizo llorar. Yo aproveché esa situación y me uní a ella en su llanto con el objetivo de librarme de mis hermanos.
En muy poco tiempo estaban mis padres y los de Calia en la puerta de la habitación, preguntando lo que había pasado.
A pesar de que no entendía todavía lo que decían, el lenguaje no verbal de cómo mis hermanos intentaban explicar lo sucedido me pareció muy gracioso, lo que me hizo soltar una pequeña risa que destensó la sala.
Después nuestras respectivas madres nos cogieron en brazos y nos llevaron al salón del castillo.
Estuvieron un buen rato hablando allí, creo que sobre nosotros.
Se iban turnando en quien nos tenía en brazos, lo que cuando intentaba dormir era muy incómodo y molesto.
Cuando, después de dos horas aproximadamente, terminaron de hablar y se enteraron de que yo y Calia volvíamos a estar cansados, se despidieron y me llevaron a la cuna.
Me fui a dormir pensando en que Calia probablemente sería amiga mía en el futuro ya que nuestros padres evidentemente se conocían y porque ya nos habían presentado con tan solo un mes.
Esto me alegró ya que de esta forma tenía asegurado una amiga para el futuro.
En mi antigua vida no tuve ningún amigo ni amiga, por lo que me alegró pensar que en esta vida seguramente sería diferente.
Con esto me fui a dormir, para al día siguiente despertarme temprano y volver a balbucear y a moverme por toda la cuna, realizando molestos sonidos de la madera chirriando y míos al balbucear con el objetivo de que me sacaran de la cuna.
Cuando se despertaron mis padres vinieron a mi habitación enfadados, probablemente regañandome por dormir tanto por la tarde y tan poco por la noche.
El día anterior habían llegado a mi habitación sonrientes, felices y cariñosos, en cambio esta vez habían venido enfadados y cansados.
Eso significaba que había vuelto a la normalidad.