Me quedé mirando a las musarañas durante un tiempo hasta que llegaron mis hermanos con Leda.
Estos estaban muy energéticos, y empezaron a susurrar entre ellos diciéndose palabras que no llegaba a escuchar.
Cuando terminaron de hablar, mi hermano mayor, Reda, se paró delante de mí y de Calia y empezó a hacer malabares con dos pequeñas pelotas.
Tras esta actuación, empezaron a rotar entre ellos para realizar otras actuaciones.
Dependiendo de cómo reaccionábamos yo y Calia, estos decidían quién había ganado, por lo que decidí aplaudir más o menos dependiendo de cual me entretuviera más.
Excepto la última actuación, ninguna me llamó la atención, pero esa era la mejor forma de pasar el tiempo, por lo que les seguí el juego.
La última actuación, la de Leda, fue la única que me sorprendió ya que nunca antes había visto un espectáculo igual debido a las limitadas capacidades humanas de mi pasado mundo.
Lo que hizo Leda fue:
Se paró delante nuestra y nos miró.
Abrió un poco las piernas, se frotó ambas manos entre sí y miró hacia el techo con los ojos cerrados.
Mi primer pensamiento fue que sería alguna clase de baile porque, cuando eran sus turnos y se quedaban sin ideas, la opción más recurrente era la del baile.
Este pensamiento cambió cuando inclinó la cabeza de nuevo hacia abajo, manteniendo los ojos cerrados, y estiró ambos brazos con las palmas de sus manos abiertas.
En el momento en el que abrió los ojos, de las palmas de sus manos apareció una pequeña bola de fuego flotando. Esta, al cabo de unos pocos segundos, explotó con un fuerte y breve sonido, impulsando hacia todos los lados pequeñas chispas amarillentas que rodeaban el núcleo de la explosión.
La explosión tomó un potente color amarillento que nos cegó a todos durante un tiempo.
Con esta explosión, la llamarada desapareció.
Era magia.
En mi antiguo mundo había contemplado varios espectáculos de magia, siendo muy entretenidos por el misterio de cómo había sido realizado el truco.
Esa vez no había ningún truco oculto, era magia verdadera.
Es por esta razón por la que, cuando dejé de solo poder ver un brillo blanquecino y cuando mi sistema auditivo volvió a funcionar a la perfección, empecé a aplaudir todo lo fuerte y rápido que pude para mostrar lo mucho que me había gustado, con la esperanza de que lo Leda repitiera el truco o de que mis hermanos también usaran magia para sus futuras actuaciones.
Los tres niños estaban asustados, incluida Leda, quien parecía haber errado en algo al realizar la magia. Al parecer la explosión no estaba prevista.
Aún así pensé que podría llegar a ver más magia por parte de mis hermanos.
Por desgracia para mí, el sonido provocado por la explosión no pasó desapercibido por los demás presentes.
Mi madre, la familia de Calia y las sirvientas del castillo, se asustaron y nos miraron con el objetivo de descubrir que había ocurrido.
No tardaron en darse cuenta de lo que había pasado y de que no había habido ningún herido, pero el susto todavía seguía patente. Por ello decidieron volver a prestarnos atención y decir lo siguiente:
"Bueno, creo que ya va siendo hora de que les demos los regalos, ¿no Medea?" le preguntó mi madre a la de Calia.
"Si, mejor"
«¡¿Regalos?!»
Esa palabra me alegró el día.
Era conocedor de los típicos regalos de mi antiguo mundo, pero no sabía qué me podían regalar en ese. Además, mi nuevo e infantil cuerpo se emocionaba y llenaba de energía por la intriga de saber cuáles serían mis regalos.
También parecía que le iban a dar regalos a Calia ya que la frase anteriormente mencionada por mi madre estaba en plural, mostrando que no solo era a mí a quien iban a dar regalos.
"Venga, vamos a mi habitación" nos dijo mi madre con una voz muy cariñosa. "Puede que tengamos algo para vosotros"
Tras decir esto, mi madre me cogió en brazos y me llevó al lugar mencionado mientras que Calia era llevada por su madre.
Cuando llegamos a la habitación, nuestras madres nos dejaron en la cama. Tras esto, la mía empezó a sacar unas cajas de un armario.
"Esta es para ti…" me dijo mientras me miraba. Después volvió al armario y sacó otra caja. "... y esta es para ti Calia"
Y de esta forma obtuvimos nuestros respectivos regalos.
Ambas cajas eran bastante grandes en comparación con el tamaño de nuestros cuerpos, lo que me dio más ganas de averiguar que era.
No tardé en abrir la caja, lo que me resolvió la duda de cuál era el regalo.
Era una especie de instrumento de cuerdas.
En mi corta experiencia en ese mundo ya me había enterado de la importancia que le daban a la música.
Siempre que venía visita a casa había un grupo de personas tocando de fondo diferentes instrumentos, siendo muy variados y muchos de ellos desconocidos para mí.
Todos los integrantes de mi familia también tocaban instrumentos, aunque cada uno de ellos se especializaba en un instrumento en específico, sin tan siquiera intentar aprender a tocar un poco de otro.
Otra cosa que me parecía curiosa era que la música sólo venía dada por los instrumentos, el acompañamiento de la voz humana era inexistente en las composiciones.
Por todo esto no me pilló de imprevisto tal regalo.
Mi instrumento tenía forma de círculo, poseyendo un agujero en medio del objeto musical similar al de las guitarras, y con cuerdas por encima de este.