Victoria no quiere casarse

PARTE 02

 

VICTORIA

—No puedo creer lo que me estás pidiendo.

 

—Si no fuera necesario, créeme que no lo haría, sé que soy la menos indicada para pedírtelo—Me dice la que según mi partida de nacimiento es mi madre, Alexandra Ferguson, adopto el apellido de su esposa hacía mucho tiempo, digo su esposo porque padrastro mío no es, nunca hemos vivido bajo el mismo techo, lo cual no le tengo que tener ningún tipo de consideración.

 

—Me niego a hacerlo, jamás me casaré mucho menos por el dinero que te darían. Se trata de mi vida y mis principios, el matrimonio no forma parte de ellos, sin ofenderte, Casper.

 

—Me abstendré de hacer algún comentario al respecto, solo que una buena hija haría lo que fuera por su madre. Si no fuera porque mis negocios están en picada, créeme que no estaríamos aquí.

 

Bla, bla, bla Casper solo dice cosas que para mí no tienen sentido. No del tipo de mujer que se deba doblegar, pero que le gusta que le pongan las riendas. No en vano he vivido en el campo toda mi vida, soy como mi potra Zaina, que luche mucho para poder ensillarla.

 

—Hija —Me dice cuando de pronto se toca su brazo derecho, su rostro me dice que algo no anda bien, veo a Casper correr tras un frasco, me quedo como viendo el espacio.

 

—Ya va a pasar querida, Victoria, creo que no tienes nada que hacer acá.

 

Y así lo hago, me retiro, no puedo evitar sentirme algo intranquila y no por ella, lo hago por la única persona que de verdad vale la pena.

 

DÍAS DESPUÉS

 

—Eres muy aburrida, Victoria —Virginia, esta loca, no le entro al ruedo, tengo muy mala puntería, al potro puede ser y así se lo hago ver, así que termínanos anotándonos para lo que cada una quiere hacer. Ella en lanzamiento de lazo   y yo en el potro.

 

—Vamos a dar una vuelta—, en eso choco con alguien y termino haciendo que su bebida se derrame sobre su pecho, el sujeto en cuestión que es unos treinta centímetros más alto que yo, se enoja y me empuja, si no fuera por mi amiga, hubiera terminado de nalgas sobre el suelo.  No me dejo ni discúlpame cuando actuó de esa manera.

 

—¡¿Qué le pasa?!

 

—No tienes cerebro, mirándote bien, no me sorprende—. Ahí está de nuevo ese dejo que conozco perfectamente, ese tono de voz, el énfasis en ciertas palabras. Ahora me lleno de rabia y Virginia lo sabe.

 

—Cálmate, Victoria, no hagas ninguna tontería—Me sujeta del brazo, porque sabes que haré una locura.

 

—Mira, pedazo de —No me dejan terminar la palabra, porque veo acercarse a  Duncan, el alguacil del pueblo, una vez pase una noche en la carceleta porque un tipo me lanzo un insulto por mi color de piel,  si no fuera porque mi abuela pago la fianza hubiera sido peor, me advirtió que si volvía a suceder, no duraría en que esto siguiera al siguiente nivel, ese gesto que hace con su sombrero, es una advertencia, detesto ese sombrero, si por mí fuera, le haría un hecho con la escopeta del abuelo.

 

Virginia me aleja de ahí tomándome de la cintura, como si yo fuera una bestia y ganas no me faltan de clavarle mis uñas, odio que la gente, juzgue, critique y santifique de acuerdo a su color de piel, religión o preferencias sexuales, soy negra, morena, azúcar morena o chocolate como quieran, sin embargo, eso no define lo que soy como persona.

—Amo el cielo de noche, me encanta contar las estrellas, mira esa es la constelación Victoria.

 

—Victoria, por favor.

 

—Bueno, Afrodita, déjame señor, no mates mis ilusiones y expectativas.

 

—¡Victoria, Victoria! —Grita Zeferino y yo me levanto de golpe, que casi me caigo, estaba sobre el tejado de la casa de Virginia.

 

—¿Qué sucede? A que viene tanto alboroto.

 

—Tu abuela se desmayó, me mandaron a llamarte—El momento en que lo dice, hace que mi corazón se detenga y con la luna como testigo, empiezo de llorar mientras Virginia me grita, me hace reaccionar y un movimiento salgo por la pequeña ventana, bajo corriendo las escaleras hasta casi tropezarme, se trata de mi viejita, de abuela.

 

Me subo en su caballo y le digo que haga algo para que corra más rápido. En cuanto se detiene, voy a la casa. Ella está como despertando, no importa quién esté cerca, apartó a todo el mundo.

 

—¿Cómo estás? Viejita—Acaricio su cabello hasta llegar a su mejilla. Tocando cada una de sus arrugas, ella es la razón de mi vida, mi motivo para respirar, cualquier cosa que le afecte a ella, también lo hace conmigo.



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En el texto hay: comedia, venganza, amor

Editado: 05.05.2024

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