Victoria no quiere casarse

PARTE 11

 

 

Encanta, es poco, es glorioso y tan satisfactorio, la sensación de haberle ganado al petulante ese, es como probar el mejor vino, aunque nunca haya tomado uno en realidad.

 

—Victoria ¿En qué piensas?

 

—Nada señorita Wilson.

 

—¿Qué quedamos?

 

—Bueno, Leonora, si le soy sincera —le digo y no puedo resistirme, sentarme en la silla frente a su escritorio. Ella se pega más a la mesa como sabiendo que viene un chisme.

 

MINUTOS DESPUÉS.

 

—Por Dios, mi estómago, no lo soporto, me hubiera encantado tomar una fotografía. ¡Espera! —Parecía esa caricatura en que un foco aparece en su cabeza por qué una genial idea se presentó, hace unas llamadas y no demora mucho en abrir su correo. — tendré que mirar esto.

 

No lo había pensado, la verdad, pero era divertido volver a verlo, aunque yo lo vi en vivo y directo y ese placer nadie será capaz de quitármelo.

 

—No lo busque, a decir verdad, solo se dio—Le digo, mientras reproducía el video de su querido y odioso hermano, cayendo por el piso, solo porque alguien de casualidad había derramado agua sobre el piso, yo no tengo la culpa que no haya limpiado correctamente, además de que no sabe lo mejor, la cereza del pastel.

 

—No soporto este dolor de estómago de tanto reír, solo, miro su cara. Por Dios, mujer, es lo mejor de la semana, pero dejando lo gracioso, ¿NO se lastimó, verdad? Puede ser un odioso, un cero a la izquierda en muchas cosas, hasta un cabeza de chorlito, pero es mi familia después de todo.

 

La manera en que se expresa, el tono preocupado de su voz, me hace ver que es sincera, no puedo evitar suspirar y sentía algo de envidia, nunca tuve ese que llama familia, bueno después de mi abuela, de mi mejor amiga, no hay nadie en este mundo, con mi abuelo no cuento y con esa mujer que me trajo en su vientre durante nueve meses menos.

 

—Él está bien, su hermano, digo, tu hermano, tiene los huesos duros como piedra, más bien yo miro el piso por si tuvo algún daño.

 

—Sabes que cuando yo era pequeña, admiraba tanto a mi hermano, lo veía tan grande, tan poderoso, como un superhéroe, decía que cuando creciera, quería al alguien tal valiente y guapo como él, pero la vida lo llevo por los caminos equivocados, donde el facilismo y la pereza desmedida abundaban, pero aun en contra de lo que él piensa, tengo fe que un día despierte y se dé cuenta del potencial que tiene, solo necesito un impulso, un aliciente, algo que lo haga reaccionar,  tal vez debería enamorarse.

 

Pobre la mujer que se enamore de este bobo, la mujer que caigas en sus garras es porque le falta un tornillo o la ferretería completa.

 

—No creo que un hombre o una mujer, deba ser ese aliciente para enmendar tus pasos, esas cosas deben hacerlo por uno mismo.

 

Ella me observa y se ve pensativa, dudosa.

 

—Te contaré una pequeña historia. Yo era muy tímida, la típica chica de lentes y trenzas, temerosa del mundo allá afuera, hasta que conocí a alguien que me sacó de mi zona de confort, que me ayudó a que la confianza que no tenía o pensaba que no tenía. Aunque las cosas no eran como yo creía y esa persona no era del todo sincera, al final me dejó una lección: el impulso de creer en mí misma, de no dejarme derrotar. Gracias a ese hombre, al final Salí de esa cueva donde me escondía, al final me ayudó y estoy orgullosa del camino que tomé al final.

 

Esa última oración, sentía que lo decía con tristeza, hasta podría ser dolor. Supongo que no se trata de su esposo, el padre de su hija, pero, aunque me trate con familiaridad, es mi jefa y debo tener cierta reserva, además de que no es fácil seguro para ella.

 

—Por algo es usted la jefa y yo la empleada, y antes que me diga que no, debo ir a recordarle a mis compañeros sobre la cooperación para el cumpleaños de Marcela. Con su permiso, jefecita tenga un buen día, bueno, noche, porque ya casi termina.

 

—Estás loca, Victoria, pero supongo que esa es tu esencia.

 

—Un poquito loca, nada más.  —Retrocedo haciendo una reverencia, alejándose de ella de espaldas, ella sonríe y así es que prefiero verla. Nada de tristeza, es raro como no puedo confiar en personas que conozco de años, como mi abuelo o la señora que me dio a luz; en cambio, puedo hacerlo con extraños. Ironías de la vida.

 

Por mi acto como de película romántica, casi choco con un dorso, sentí unos brazos fuertes sostenerme para no caer, pero en cuanto mis ojos se posan en los ojos de quien evito mi caída, ambos nos observamos y al final me deja caer, desgraciado, se olvida que soy una dama, una que quisiera insultarlo en todos los idiomas posibles.



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En el texto hay: comedia, venganza, amor

Editado: 05.08.2024

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