Victoria no quiere casarse

PARTE 12

 

 

—Necesito un vaso con agua y mucho hielo, por favor —le digo con todas las ganas de molestarlo—. Mejor con limón, sí eso, pero que me miras así, anda ve.

 

—Sí, señora.

 

—¿Señora dices? —Él se burla de mí y se aleja, encima que por su culpa estoy así, con un esguince en el tobillo, con una bota especial, con las muletas como mis mejores amigas, pero por nada del mundo dejaría de asistir a esta fiesta, además que podía hacerlo padecer, arrepentirse y retorcerse de la rabia, como justo ahora, pero este hombre cree que nací ayer, mira que hacerle eso a mi bebida.

 

—Aquí tiene, señora.

 

—Sabes que, en una época antigua, antes de entregarle la bebida a la reina, lo que hacían era probarla, era una profesión probar la bebida de la reina, así que hazlo por mí.

 

—¿Qué dices? — Su cara de asombro, le hace ver que sus estupideces no harán efecto conmigo.

 

—Creo que la música está muy fuerte, no me oíste.

 

—Mejor te traigo otra bebida—. Se da vuelta y hasta un ciego puede ver el humo que le salen por las orejas.

 

—El edecán, sí que estaba enojado, pero dime de verdad. ¿Él te hizo caer? — Me dice Erick de publicidad, aunque no me gusta que lo haya nombrado solo “el edecán” porque suena un poco despectivo, solo me quedo callada como si no hubiera oído nada.

 

—Cree que soy boba, escupió sobre mi bebida, por eso no se atrevió a beberla, ese muñequito se cree vivo.

 

—¿Cómo le dijiste? — Tierra, trágame y escúpeme en Marte.

 

—Que se cree vivo, eso digo —. Elevo más la voz por la bulla de la discoteca, mientras veo a Anna bailar junto a Pedro. Se nota a legua que anda tras sus huesitos y ella, algo avergonzada, se deja coquetear.

 

El muñequito regresa y me entrega de mala gana mi bebida, nuestros dedos rosan y por un instante lo quedo viendo. Las luces oscuras y las de color neón le dan un aire extraño. Muevo la cabeza y tomó el vaso, decidió seguir ignorándolo. Es extraño cómo me siento últimamente, se supone que me cae mal.

 

Lo veo a mi lado, en la misma mesa que yo, los demás están en la pista de baile o en los sanitarios, noto que mueve los pies, pero no concuerda con su cara seria, es música pegajosa de esas que dan ganas de pegar el cuerpo con tu compañero de baile, sin verlo de frente y con mis ojos sobre la pista de baile, me animo a preguntar.

 

—Cuando eras un ricachón con crédito libre, me imagino que te divertías en sitios ligeramente parecidos a este.

 

—Eran lugares mil veces mejor, donde no tenía que pedir nada, con solo sentarme en algunos de ellos traían todo lo que yo necesitaba, un chasquido de mis dedos y todo lo tenía en bandeja de plata.

 

—Vida de rico, pues, en cambio, una mortal. Debía ganarse cada cosa con el sudor de su frente. Yo trabajaba los fines de semana en lugares como este. Me tocó sacar uno que otro borracho, hasta me quería meter mano, otros me

 

Me quedé callada, porque sentí que estaba hablando de más, de cosas sin sentido. Los recuerdos de la manera en que me menospreciaban, que me trataban como si ser de este color hermoso fuera un pecado y no una bendición. De pronto lo veo mirando su reloj, pensé que un tipo con su posición, tendría uno de mejor calidad. Reconozco uno costoso y eso es de lo que compras en oferta, bonito por fuera, pero no tiene la calidad que se supone.

 

—Ya cumplí con lo que pidió la pesada de mi hermana, espero que cumplan su parte, porque tú también andas metida en sus ideas descabelladas.

 

Recuerdo que todo esto lo hace por el auto.

 

—¿Tienes idea el costo de la gasolina en estos tiempos? Aunque mejor juntas, dinero y lo conviertes en gas.

 

—¿De qué estás hablando? —Me dice algo entre sorprendido y asustado, y yo me doy un golpe en la frente, como quien no puede creer que este hombre no sepa cosas tan sencillas.

 

—A ver tienes que calcular, los kilómetros desde tu departamento hasta la empresa y cuánta gasolina al día vas a gastar, además de hacerlo cuadrar con tu sueldo. Piensa, ¿te alcanzará? Yo, aunque quisiera no podría costear un auto, mi departamento queda lejos de la oficina, tal vez me tenga que levantar muy temprano, pero necesito ahorrar hasta el último centavo que se pueda, aunque ahora de asistente, de vez en cuando me puedo tomar un taxi, cuando la alarme se le antojó ser silenciosa.

 

—¡Carajo! No puedo costear mi transporte, soy un miserable, odio tanto a mi padre, de verdad que lo detesto. —Lo observo tomando un trago de un solo golpe, en este instante le tengo lástima, definitivamente se está dando cuenta lo que cuesta la vida, lo que es ganarse el pan día con día, lo que puede o no puede tener de acuerdo a su realidad, estoy segura como diría mi abuela que tarde o temprano se dará cuenta.



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En el texto hay: comedia, venganza, amor

Editado: 05.08.2024

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