IV

Ella, inexperta y frágil, guardó, entre las filas de sus inagotables inseguridades, la sabiduría de no condecir jamás entre los mundanos.  Sirviéndose de la existencia del arte en la incoherencia de sentirse prodigiosa entre las masas dantestas. 
Sí, hubo que imaginarlo, imaginar ser elegida por aquel que aritificia decadencias, sentir la dicha de ser recogida entre los mortales para elevarse sobre las blasfemias, allí, por encima de los horizontes que visten a los condenados. 

Sin embargo, aún ajena a los dones enardecidos de su existencia, fue desafiante. Lo alentó a permanecer a su lado cada noche, cada suspiro. Fue como avanzar hacia el abismo y balancear un pie con desinterés.

Entonces él tomó asiento sobre las sábandas de seda, el colchón hundiéndose con su peso. 
Dentro de la decadencia fría y la indestructible cadena que lo ató a las entrañas del nether fue, sin lugar a dudas, del tipo generoso. Compartió sus enfermizos deseos con cínica indiferencia. Le regaló las vistas de su transformación flagelante como si la envolviera en un par de alas sin plumas. 

El espectáculo fue majestuoso, colmado de un temor irreverente. Encontró, aquel ser construido de las visceras y el desasociego, por fin encontró el clamor de la debilidad encarnado en un ser etéreo de piel, huesos y sangre. 




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Arrástrandose en el lodo del cual Dios ha tomado su carne, las almas llenan sus bocas de barro pagando las culpas de la gula que ahora los alimenta de pesares eternos. Los aullidos de Cerbero logran aturdirnos pero el ruido de sus fauses sucias devorando la carne de los torturados nos apremia. El camino parece acortarse mientras vagamos por el tercer círculo, sin embargo, la tristeza nos azora mientras la lluvía eterna y maldecida mancha nuestras almas. 

Me gustaría pedirte calma, un poco más de tiempo, pero los días de nuestra existencia se diluyen sin pausa. Vamos, no te alejes de mí ;).