Era casi de noche cuando salió la escasa luz residual del día. Se concentraba en un pequeño espacio detrás de un edificio que quedaba al oeste de la ciudad.
Comenzaban a sentirse las tardes de otoño. Al atravesar el parque, los árboles habían cambiado su aspecto por un cobre y rojizo ropaje y el césped comenzaba a conservar la humedad del riego casi todo el día.
Levantó levemente el cuello de su chaqueta y agarró su bolso asiendolo junto al cuerpo para sentir un poco de calor. El aire, jugueteaba con sus cabellos desordenándolos y convirtiéndolos en jirones que ondeaban a su voluntad.
A pocos metros tras atravesar el parque, le esperaba su coche, un Toyota Corolla azul.
En el último tramo, donde el césped raleaba tras las temperaturas extremas del verano, el tacón de sus zapatos se hundió un poco, consiguiendo desequilibrarla. Se agarró a una farola para sacar el pie y continuó su camino enfadada, ahora tendría que cambiarse de zapatos para ir a su cena con Mateo y no es que a ella le importase mucho un poco de barro, es que sabía que a Mateo no se le pasaría el detalle.
Paró en mitad de su camino, se sintió decepcionada de ella misma ¿Porque permitía que Mateo la intimidase? Solo era su ex, ya no debería tener poder sobre ella, pero tampoco quería darle el lujo de pensar que sin él, ella era un desastre, que no era capaz ni de mantener unos zapatos limpios.
Pensando en todo esto comprendió que por mucho que ella quisiera él aún tenía poder, simplemente porque ella se lo daba. Debería haber comenzado por declinar el ofrecimiento a esa cena -trampa con la que estaba segura que aprovecharía para fastidiarle de algún modo. No debía de haberse fiado de su falsas promesas de que solo en una simple cena para hablar de su divorcio.
- No, no necesitamos ir a un despacho de abogados para lo que tengo que decirte, ponte guapa cenamos en la Peregrina. Le había dicho, sabiendo que ella siempre le habían incomodado los sitios tan encopetados.
Caminó unos pasos más reinando cuando divisó a unos metros su coche, algo bailó por un momento sobre el parabrisas acompasado a la brisa otoñal. Cuando llegó a su altura inclinó la cabeza para observarlo, pensando encontrar algo de publicidad: el teléfono de algún vidente o la cura milagrosa para la calvicie, sin embargo una pequeña nota doblada aparecía pisada por el limpia. La cogió con una mano y sin llegar a desdoblarla miró alrededor del coche esperando ver algún desperfecto. Al no ver nada sintió que algo no iba bien, abrió la puerta, soltó su bolso en el lado del copiloto y se montó en su coche, entonces se tomó su tiempo, abrió la nota que decía:
¿ Quieres conocer tu pasado?
Aunque podría parecer alguna estúpida pregunta, fruto de una estrategia de marketing de una vidente inoportuna, algo en su interior la incómodo.
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Editado: 11.10.2024