Vidas separadas

Octubre de lluvias y coronas.

Nos mudamos hace apenas una semana. Las cajas aún están apiladas en el pasillo. Todos los recuerdos e ilusiones andan revueltos dentro de ella. Mis hijos recorren la casa y se adentran en sus escondrijos, la están haciendo suya sin embargo yo sé que nunca será mía.

El pasado verano sufrimos una terrible inundación. Cuando el nivel del agua bajó, el cadáver de mi marido por fin apareció montado en su Toyota con su traje de ir a trabajar y su maletín flotando por dentro del habitáculo.

Lo encontré yo y no puedo olvidar sus ojos enturbiados fijos en mí. Desde entonces ya nada es igual. Tuve que dejar mi casa y volver a trabajar, no sé si algún día encontraré la felicidad. Todo se ha vuelto oscuro y deprimente, casi no consigo disimular delante de los niños. Ni tan siquiera cuando en medio de su juego de descorrer las cortinas, entra la luz en mi habitación.

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Me hallaba sin trabajo y sin casa. Abatida, deambulaba por la zona norte buscando desesperada un sitio donde pasar la noche y algo para acallar mi ruidoso estómago. Habían pasado unas cuantas horas y lo único que había conseguido es que una anciana me invitará a un café. Me calentó al menos las tripas.

Entré en todas las cafeterías y bares ofreciéndome como friegaplatos. Nada.

Media hora después del café, el estómago me pulsaba tanto que acabé en un callejón vomitando. Limpié mi boca con el dorso de la mano y tambaleante me senté en un cajón de vino. Los ojos se me anegaron en lágrimas y mirando al cielo pedí con desesperación. Bajo unos cartones se asomaba un retazo de tela verde . Al acercarme un sonido débil salió de debajo, levante con cautela los cartones y un atadillo de telas comenzó a retorcerse. Con cuidado metí la mano y saqué el atadillo que no paraba de emitir sonidos. Ni en sueños esperaba encontrar algo así,había pensado en cachorros, en gatitos, incluso en ratones. Pero aquel bebé todo sucio y ensangrentado que me miraba con los ojillos medio abiertos estaba lejos de andar en mi lista.

No sé si fue el instinto o que, pero rápida me quité mi bufanda, lo lié en ella y lo acune contra mi pecho. En ese momento, sentí que ya no estaba sola, que ya no era lo importante, mi prioridad había cambiado. ¿ Qué debía hacer? Es decir, es obvio que tendría que avisar a la policía, pero. ¿ No podría ser que me acusarán a mí de haberlo abandonado? ¿ Y si me obligaban a quedarmelo? ¿Cómo iba a sobrevivir un bebé en la calle? Por no decir que sería del bebé si lo acogían ellos, acabaría en una institución y pasaría su infancia siempre esperando poder ser amado por unos padres. Mire sus ojitos que se entreabrieron y fijaron su vista en los míos. Su manita fría se agarró con una fuerza asombrosa a mi dedo. ¿Qué clase de persona puede tirar un bebé a la basura?




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