Viento de Hielo

Prólogo.

La colina Celynn se erguía a la lejanía; sus nubes opalinas la acariciaban en silencio, le susurraban la antigua y olvidada canción de los lagos y ríos salvajes que cantaban en sintonía con aquel feroz mundo.

Impenetrable, frio, hermoso. Los bosques salpicaban aquí y allá en la tierra oscura y húmeda como pequeños mundos propios llenos de vida.

Los arboles eran tan altos que parecían tocar el cielo y se perdían en las alturas. No había belleza más salvaje, antigua y legendaria que aquella. Los bosques te regresaban la mirada con sabiduría, con un susurro de experiencia que nadie vivo podría obtener jamás.

Los montes Bronfire del sur miraban sus extensas ranuras en el silencio mezclado con el viento sibilante; ¿qué le depararía aquella ventosa y gélida mañana al coronel Filitz? Nada bueno, le indicaban los vientos procedentes de la capital de Othom.

Su cabello canoso revoloteo en el viento y se preguntó que estarían haciendo sus hijos más allá de las montañas, casi llegando al puerto. Su hogar.

-Capitán –jadeo su lugarteniente Mither mientras luchaba contra el fuerte frio que se apoderaba de sus voluntades. Para ser soldados que habían peleado en la guerra del Océano Negro... bueno, eran voluntades fuertes cual hierro-. Capitán, ¿escucha eso?

Filitz, aguzando el oído, se preguntó qué es lo que tendría a Mither tan pálido, con el semblante arrugado con preocupación. Y de repente lo escucho.

Más allá del fuerte rugir del viento, más allá de aquella enorme colina, se escuchaban unos lejanos cantos melódicos y rítmicos. Suaves ensoñaciones con una triste nota llena de nostalgia rellenando el frio.

Una melodía que dejo completamente helado de miedo a Filitz, que solo la había escuchado una sola vez antes de ese día, muchos años atrás, en la Guerra del Océano Negro.

El cielo gris brillante se extendía infinitamente y se perdía en el horizonte y como una música fúnebre de fondo, las sirenas Vaion entonaban sus canciones llenando viento.

Los Vaions eran guerreros acuáticos, profetas, sirenas místicas que no se dejaban ver a menos... a menos que....

-Un augurio de muerte –sentencio Filitz sin aliento.




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