Vientos de Pasión-El Precio de la Esperanza-Versión española

Episode 37

En otra ala de la casa, el Duque de Cavendish se vestía para la noche. Su ayuda de cámara abrochaba la hebilla de la capa oscura sobre sus hombros mientras él esperaba impaciente. El traje negro, bordado en oro, imitaba el uniforme de un almirante de la Marina Real, un símbolo de poder y respeto. El brocado relucía bajo la luz de las velas, y la insignia de la familia Cavendish brillaba con orgullo sobre su pecho. Para él, esta noche serviría para asegurar que su familia mantuviese el estatus que le correspondía y que Lilian tendría un futuro estable, protegido por una alianza ventajosa.
— Su Gracia, su disfraz le sienta perfectamente — dijo el criado, ajustándole el cuello.
El Duque asintió distraídamente.
— Como debe ser.
Se giró, tomó el anillo de sello y lo deslizó en su dedo. El símbolo de los Cavendish resplandecía bajo la cálida luz de la lámpara. Era un recordatorio del legado que llevaba y que Lilian, quisiera o no, tendría que perpetuar.

En el piso inferior, el salón ya estaba repleto de invitados. La música fluía entre las conversaciones susurradas, las máscaras creaban un juego de misterio y seducción, pero Whitaker, que ya había llegado, no se detuvo a apreciar el espectáculo.
Con paso firme, se dirigió a uno de los criados e hizo una seña breve.
— Indíqueme los aposentos de Su Gracia. Necesito hablar con él.
El criado dudó, intimidado por el tono imperioso y la mirada gélida tras la máscara, pero fue suficiente para que se apresurara a guiarlo por los pasillos de la mansión.
La puerta del cuarto del Duque se abrió sin ceremonia, y Whitaker entró con la soltura de quien no reconoce límites. La máscara negra, bordada con detalles plateados, le cubría el rostro, dejando solo los ojos visibles — dos pozos de ambición.
— Su Gracia — saludó con una leve inclinación de cabeza antes de continuar, en un tono educado pero firme —. Necesitamos hablar sobre su hija.
El Duque, ocupado en ajustarse su propia máscara — una pieza discreta de cuero oscuro, acorde con el atuendo de almirante — le lanzó una mirada breve, cargada de irritación apenas contenida por la osadía con que Whitaker había invadido sus aposentos.
— ¿Por qué?
La pregunta salió con tono brusco.
Whitaker adoptó una expresión de preocupación estudiada, escogiendo cuidadosamente cada palabra. Quería darle al Duque la ilusión de que él era quien mandaba.
— Lady Lilian aún no ve con buenos ojos nuestro matrimonio. Le pido que hable con ella al respecto.
El Duque se giró lentamente, lanzándole una mirada fría, casi amenazante, mientras el dorado de su traje relucía bajo las velas.
— Ella conoce bien su lugar. Es una Cavendish.
Whitaker se mantuvo imperturbable, pero una sonrisa irónica se dibujó en sus labios.
— Naturalmente. Pero cierta resistencia podría comprometer la forma en que este compromiso será visto por la sociedad. Nadie quiere rumores innecesarios.
El Duque suspiró.
— Mi hija puede tener ideas propias, pero al final comprenderá qué es lo mejor para ella.
El tono era seco, definitivo.
— Y para la familia — añadió Whitaker, con la voz ligeramente más baja, midiendo las palabras.
El Duque alzó la mirada, con tono cortante.
— No olvide que se está casando con una Cavendish, Lord Whitaker, y no al revés.
Whitaker inclinó levemente la cabeza, con una sonrisa discreta, pero complaciente.
— No esperaría menos, Su Gracia.
El Duque enderezó los hombros, tomó su bastón y se dirigió a la salida.
— La noche será larga. Y no me gustan las sorpresas.
Whitaker ajustó lentamente los guantes, con un brillo sombrío cruzando sus ojos enmascarados.
— Ni a mí, Su Gracia.




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