La noche había caído sobre Londres, y los caballos de los carruajes relucían bajo la luz de los faroles de gas que flanqueaban las calles. El sonido de ruedas chirriantes y pasos apresurados se mezclaba con el murmullo elegante de la multitud que se dirigía al teatro.
La opulencia del teatro londinense era abrumadora. Lujosas arañas de cristal colgaban del techo abovedado, esparciendo una luz cálida sobre los palcos ricamente decorados. Las voces de la alta sociedad londinense resonaban contra las paredes doradas, mientras las butacas se llenaban de figuras elegantemente vestidas, todas ansiosas por presenciar la obra de la noche.
Lilian estaba sentada en el palco de Lady Penélope, con Whitaker a su lado, sujetando su bastón ornamentado con aire de superioridad. Lady Penélope, elegante y discreta, se inclinaba para conversar con una señora en un palco cercano. Lilian, sin embargo, apenas oía las voces a su alrededor. Su mirada vagaba por el escenario mientras su mente estaba lejos de allí.
"Estás demasiado seria, querida" —murmuró Whitaker, inclinándose levemente hacia ella, la voz baja y aterciopelada, como si le confiara un secreto—. "Un rostro como el tuyo debería sonreír más. Hay muchos ojos sobre nosotros esta noche."
Lilian apretó el abanico en sus manos, forzando una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
"Agradezco la recomendación, Lord Whitaker. Trataré de ser más… complaciente."
Antes de que él pudiera responder, un criado del teatro se acercó para susurrarle algo al oído. Whitaker se levantó de forma abrupta, con una impaciencia apenas disimulada.
"Desafortunadamente, me veré obligado a marcharme antes. Un asunto urgente requiere mi atención."
Hizo una breve reverencia a Lady Penélope.
"Espero que disfruten de la obra."
Lady Penélope le respondió con una sonrisa educada, pero en cuanto la puerta se cerró tras Whitaker, Lilian sintió que sus hombros se relajaban levemente. El aire del palco parecía menos denso, como si la ausencia de él le permitiera finalmente respirar.
Pocos minutos después, la atención de Lilian se desvió por un movimiento en la entrada del palco. La figura alta y segura de Gabriel apareció, seguido de Damien. La entrada fue discreta, pero para Lilian pareció que el palco se encogía. La mirada de él se encontró con la suya en un instante fugaz e intenso. Un escalofrío le recorrió la piel antes de que Damien rompiera el silencio.
"Qué encantadora coincidencia" —dijo Damien, con una sonrisa jovial, inclinándose para besar la mano de Lady Penélope—. "Espero que no les importe que compartamos su palco. La obra siempre es mejor en la compañía adecuada."
Lady Penélope sonrió, lanzando una breve mirada a Lilian antes de responder.
"Será un placer tenerles con nosotros. ¿No es así, Lilian?"
Lilian, sintiendo la mirada de Gabriel sobre ella, se obligó a asentir.
"Por supuesto. Siempre es bueno reencontrarse con… amigos."
La palabra salió más baja de lo que pretendía, y la sonrisa de Gabriel se ensanchó.
Gabriel se sentó junto a Lilian, mientras Damien ocupaba el sitio junto a Lady Penélope. Se inclinó hacia Lady Penélope con una sonrisa traviesa.
"Espero que no le moleste, milady, pero mi amigo parece haber encontrado... inspiración en este palco."
Ella alzó una ceja, la comisura de sus labios dibujando una sonrisa discreta.
"¿Inspiración, o distracción?" —respondió en un susurro que solo Damien pudo oír.
La obra reanudó, y aunque continuaba, Lilian no podía ignorar las miradas que ocasionalmente se dirigían hacia ella. Sabía que la llegada de Gabriel y Damien había despertado la atención. La sociedad londinense era ávida de chismes, y la proximidad de Gabriel solo alimentaba las especulaciones.
Lady Penélope se inclinó hacia Gabriel.
"Espero que el palco esté a la altura de sus expectativas, Conde Sinclair" —comentó insinuante.
Él asintió cortésmente, los labios esbozando una sonrisa discreta.
"Milady, el palco es magnífico, pero diría que la compañía es lo que realmente hace la velada memorable."
Las palabras fueron dichas con suavidad. Luego, con un movimiento casi imperceptible, se giró hacia Lilian, su mirada fija en ella.
"¿Qué te ha parecido Londres? Espero que la ciudad haya estado a la altura de tus expectativas."
Ella sintió su corazón acelerarse con la atención repentina, pero se obligó a mantenerse serena.
"Londres… ha sido interesante" —respondió con una leve vacilación que no pudo ocultar.
Él la miró con un brillo divertido en los ojos.
"¿Interesante? No es precisamente un elogio para la ciudad. Quizá necesites una nueva perspectiva para apreciarla realmente."
Ella se sonrojó, pero no apartó la mirada.
"Tal vez" —respondió, ahora con un tono más firme—. "Pero algunas perspectivas son más difíciles de encontrar que otras."
Había logrado responderle, pero le costaba concentrarse en la obra. La proximidad de Gabriel era como un fuego silencioso que amenazaba con consumirla. Sentía su calor, la energía que emanaba de él y que parecía invadir el espacio entre ambos.
"No sabía que te interesara el teatro, Gabriel" —susurró ella, bajando la voz para no molestar a los demás.
Él se inclinó hacia ella, tan cerca que ella pudo percibir el sutil aroma de su colonia.
"Me interesan muchas cosas, Lilian. Especialmente aquellas que me intrigan."
Ella tragó saliva, la vista en el escenario, pero la atención totalmente puesta en él.
"¿Y qué te intriga ahora?" —murmuró, intentando sonar casual, pero sintiendo la aceleración de su pulso.
Gabriel se acercó aún más, hasta que su murmullo fue casi inaudible.
"Tú. Siempre tú."
El mundo desapareció por un instante. Parte de ella deseaba rendirse a ese momento, olvidar las miradas de la sociedad y las amenazas de Whitaker. Pero la otra, la que había aprendido a resistir, le recordó que ceder al corazón podía costarle más de lo que estaba dispuesta a perder. Cerró los ojos brevemente, el impacto de sus palabras recorriéndole el cuerpo como una ola.