Vientos de Pasión - Versión española

Episode 34

El sol se filtraba por las delicadas cortinas del salón de Lady Penélope, llenando el espacio con una luz cálida. Lilian acababa de desayunar con su madrina. A pesar del ambiente tranquilo, permanecía en silencio.

— Querida — empezó Lady Penélope, observándola por encima de la taza de té —, estaba pensando en salir hoy. Quizá ir de compras te distraiga un poco. ¿Qué te parece?

Lilian esbozó una pequeña sonrisa, agradecida por el cuidado de su madrina.

— Me parece una buena idea. Un paseo será bienvenido.

Justo cuando se levantaban para salir, un criado apareció en la entrada del salón.

— Milady, Lord Whitaker ha llegado y desea hablar con Lady Lilian.

Lilian se tensó, y Lady Penélope suspiró discretamente.

— Pídale a Lord Whitaker que espere en el salón azul. — Luego se volvió hacia Lilian, ofreciéndole una mirada reconfortante. — Déjalo conmigo, querida.

Whitaker aguardaba, con esa sonrisa pulida que Lilian había aprendido a detestar, y un ramo de rosas en las manos.

— Lady Penélope, qué placer verla. Solo he venido para confirmar que regresaron bien del teatro anoche y para visitar a Lady Lilian.

Lady Penélope mantuvo una sonrisa cortés, aunque sus ojos brillaban con frialdad.

— Qué cortesía la suya, Lord Whitaker. Como puede ver, hemos llegado perfectamente. Sin embargo, temo que Lady Lilian y yo ya tenemos planes para la mañana. Quizá sería más apropiado volver por la tarde.

La sonrisa de Whitaker vaciló ligeramente, pero se recuperó de inmediato.

— Naturalmente, Lady Penélope, le ruego entonces que entregue estas flores a Lilian, como muestra de mi afecto. Volveré por la tarde. — Hizo una reverencia antes de retirarse, visiblemente irritado.

Lady Penélope volvió al salón con una sonrisa satisfecha y el ramo de rosas.

— Lord Whitaker te ha traído estas flores, querida. Mandaré ponerlas en agua y luego disfrutaremos de esta mañana sin interrupciones.

— Son hermosas… solo quisiera que no vinieran de alguien que me resulta tan repulsivo.

El paseo por las tiendas fue una distracción bienvenida. Londres era una ciudad vibrante, con calles bulliciosas y escaparates coloridos que exhibían finas telas, joyas y accesorios elegantes. Lady Penélope aprovechó la ocasión para presentar a Lilian a algunos comerciantes de confianza y asegurarse de que su ahijada se sintiera cómoda con sus elecciones. Aunque Lilian agradecía la compañía, una sombra de preocupación seguía rondando en su mente: la inevitable visita de Whitaker.

De regreso a casa, almorzaron con tranquilidad. Su tía aprovechó la ocasión para hablarle del baile.

— Lilian, querida, tengo una idea. ¿Qué opinas de hacer algo diferente para el baile? Algo más... inesperado.

Lilian alzó las cejas, intrigada.

— ¿Diferente cómo?

— Un baile de máscaras —anunció Lady Penélope, con una sonrisa traviesa—. Y el tema... piratas. Es atrevido, por supuesto, pero quizá sea justo el tipo de diversión que necesitamos.

Lilian sonrió de verdad por primera vez en días.

— Me encantaría. Sin duda sería memorable.

Lady Penélope aplaudió, satisfecha.

— Entonces está decidido. Vamos a preparar un evento que nadie olvidará.

Más tarde, tras el almuerzo y mientras Whitaker no llegaba, Lilian decidió aprovechar el buen tiempo en el jardín. Con un libro en las manos, se dirigió a una glorieta escondida entre la vegetación, lejos de las miradas atentas de los criados. El aire era fresco, y el canto de los pájaros acompañaba las palabras del romance que intentaba leer.

— Un refugio encantador —dijo una voz masculina, sorprendiéndola.

Gabriel estaba allí, medio oculto entre las plantas, mirándola de una forma que hizo que su corazón se acelerara.

— Gabriel… ¿cómo llegaste hasta aquí? —preguntó, nerviosa.

Él se acercó con pasos silenciosos, los ojos fijos en los de ella.

— Estaba paseando y me encontré con este jardín, y cuál no fue mi sorpresa al ver a una ninfa rodeada de flores.

Lilian sintió el calor subirle al rostro, pero se esforzó por mantener un tono ligero.

— Siempre tan encantador con las palabras. Espero que no estés ensayando para alguna obra de teatro.

Gabriel rió, un sonido bajo y grave.

— No necesito ensayos para decirte la verdad, Lilian.

El tono cambió, y Lilian sintió cómo el momento los envolvía.

— No sé qué es lo que quieres de mí, Gabriel. Todo esto… es complicado.

Gabriel se inclinó ligeramente hacia ella, acortando la distancia entre ambos.

— Lo que quiero, Lilian, es sencillo. Te quiero a ti.

Lilian sintió su rostro arder, pero antes de que pudiera responder, Gabriel se inclinó y la besó. No fue un beso suave. Estaba cargado de pasión y deseo, despertando sensaciones que Lilian había intentado reprimir. Las manos de él sujetaban su rostro con firmeza, su toque la quemaba, y Lilian sabía que debía apartarse. Pero cuando los labios de Gabriel rozaron los suyos, cualquier resistencia se volvió inútil. Fue como ser arrastrada por una corriente invisible... y, por primera vez, no quería luchar contra ella.

Cuando finalmente se separaron, ambos estaban sin aliento. Antes de que pudieran decir algo, Gabriel sonrió con ternura, sus ojos brillando.

— ¿Recuerdas cómo solíamos escondernos en el jardín de tu casa? Siempre fuiste experta en escapar de tu padre.

Lilian rió bajito, el nerviosismo del beso disipándose, invadida por los recuerdos.

— Y tú siempre fuiste el cómplice perfecto. Te creías muy astuto, pero Clara siempre nos encontraba.

Gabriel rió, inclinándose un poco más.

— Porque ella sabía que siempre te llevaba al gran roble. Estabas tan empeñada en alcanzar la rama más alta que no notabas cómo tus zapatos acababan llenos de barro.

Lilian sonrió, una emoción nostálgica suavizando sus facciones.

— Y tú tenías que ayudarme a esconderlos antes de que mi padre los viera.




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