Vientos de Pasión - Versión española

Episode 35

Minutos después, Whitaker apareció, el rostro exhibiendo una sonrisa satisfecha.
— Lilian — murmuró, acercándose lentamente, la voz cargada de dulzura fingida. — Tan sola en medio del paraíso… casi parece que me estabas esperando.
Lilian sintió el estómago revolverse, pero forzó una sonrisa.
— Lord Whitaker, no esperaba verlo tan temprano.
Él se acercó más, los ojos recorriendo cada detalle de la figura de Lilian. Mientras la observaba, Whitaker sentía la sangre hervirle. Ella aún creía que podía resistirse. Ridículo. Mujeres como ella necesitaban aprender cuál era su lugar. Cuanto más luchaban, más dulce era el momento en que se quebraban. ¿Y Lilian? Oh, ella se quebraría. La resistencia solo haría que la rendición fuera más dulce.
Para él, no había nada más excitante que romper aquella obstinación que ella mostraba con tanta valentía. A medida que avanzaba, el brillo en sus ojos se volvía más cálido.
— No podía dejar pasar la oportunidad de pasar un tiempo a solas contigo. Uno de los criados tuvo la gentileza de decirme dónde estabas cuando llegué.
Antes de que Lilian pudiera reaccionar, Whitaker se inclinó para besarla. El asco y el shock la hicieron apartarse bruscamente.
— No haga eso — dijo ella, con la voz temblorosa.
La sonrisa de Whitaker desapareció, sustituida por una mirada de ira, e intentó agarrarla del brazo.
— Eres mi prometida, Lilian. Y vas a ser mi esposa, así que ven aquí.
Lilian dio un paso atrás y miró a su alrededor buscando una forma de escapar, pues él le bloqueaba el paso. Sin responder, se dio la vuelta y comenzó a correr entre la vegetación, las ramas arañándole los brazos y la falda del vestido enredándose en las plantas bajas.
Oía los pasos de Whitaker tras ella, cada vez más rápidos. Él dejó escapar un gruñido irritado, la rabia sustituyendo su fachada pulida. Ella se va a arrepentir, pensó, con los ojos clavados en la figura en fuga.
El corazón de Lilian latía con tanta fuerza que parecía que fuera a estallarle en el pecho. No puedo dejar que me atrape, pensó, el pánico nublándole la visión. Necesito llegar a la seguridad de la casa… tengo que escapar.
Los árboles a su alrededor parecían cerrarse, pero se obligó a seguir corriendo, el instinto de supervivencia superando el miedo.
Cuando finalmente divisó la puerta de la casa, casi tropezó, pero se sujetó a la pared para mantener el equilibrio. En cuanto alcanzó su habitación, cerró la puerta con llave, los dedos temblorosos luchando con el pestillo, y se dejó caer sobre la cama, las lágrimas corriendo por su rostro.
Poco después, Clara entró para ordenar la ropa y se preocupó al verla descompuesta y llorando.
— ¿Qué ha pasado, Lilian? — preguntó, arrodillándose junto a la cama.
Lilian sollozó, intentando explicarse entre lágrimas.
— Fue horrible, Clara. Él… intentó besarme. No puedo… no puedo soportar más esto.
Ella le sostuvo las manos con ternura, los ojos marrones brillando con determinación.
— ¿Recuerdas cuando éramos niñas y huíamos al jardín a jugar? Siempre tenía miedo de que nos atraparan, pero tú me decías que no tenía que tener miedo. Eso sigue siendo verdad, Lilian. No tienes que temer nada. Eres fuerte.
Lilian levantó la mirada, los ojos aún llenos de lágrimas, pero con un destello de esperanza.
— ¿Y si no es suficiente, Clara? ¿Y si él me destruye?
Clara negó con la cabeza.
— Solo podrá destruirte si tú se lo permites. Además, esto no puede seguir así, Lilian. No tiene derecho a tratarte de esa forma. No importa quién cree ser. Vamos a hablar con Lady Penélope.
— No… no quiero que nadie lo sepa, Clara. Que quede entre nosotras, por favor — pidió Lilian, con las lágrimas aún recorriéndole el rostro.
Clara asintió, aunque la preocupación seguía presente en su mirada.
— Lo prometo. Pero… esto no puede continuar.
Mientras Clara la consolaba, Lilian sintió surgir un nuevo sentimiento. No era solo miedo o repulsión — era rabia. Una rabia que le hacía querer luchar, querer gritar. No quería ser la víctima para siempre. No podía serlo. Necesito liberarme de esto, pensó, secándose las lágrimas con una determinación renovada.

Al salir del cuarto, Clara cerró la puerta suavemente y lanzó una mirada decidida al pasillo vacío, el rostro marcado por la preocupación. No podía ignorar lo que acababa de ver y escuchar. Lady Penélope tiene que saber lo que pasó. No me voy a quedar de brazos cruzados, decidió.
Se dirigió con paso firme al despacho de Lady Penélope, que leía junto a la luz de una lámpara.
— ¿Clara? ¿Qué ocurre? — preguntó Lady Penélope al verla dudar en la entrada.
— Milady — comenzó Clara, con la voz baja pero firme —, no sé si debería, pero… algo ha pasado con Lady Lilian, y siento que no puedo quedarme callada.
Lady Penélope dejó el libro a un lado.
— Habla, querida. ¿Qué ha pasado?
Clara respiró hondo antes de explicarlo, las palabras saliendo deprisa, como si temiera perder el valor.
— Lord Whitaker… intentó besarla en el jardín. Ella consiguió escapar, pero está destrozada. Está en su habitación, llorando, y me pidió que no dijera nada. Pero no puedo… no puedo quedarme callada.
El rostro de Lady Penélope se tensó, una mezcla de ira y de protección maternal inundando su expresión.
— ¿Intentó qué? — dijo en tono tenso, levantándose de inmediato y dirigiéndose con paso firme hacia la habitación de Lilian. Clara la siguió de cerca, sin atreverse a decir nada más.
Lady Penélope abrió la puerta con cuidado, pero la intensidad de su mirada dejaba claro que no pensaba recular. Lilian estaba sentada junto a la ventana, el rostro aún húmedo de lágrimas.
— ¿Tía? — murmuró Lilian, sorprendida por su presencia.
Ella se acercó y se sentó a su lado.
— Clara me ha contado lo que pasó en el jardín.
Lilian intentó desviar la mirada, pero Lady Penélope le sostuvo las manos.
— Mírame, Lilian. Sé que tienes miedo, y que te sientes atrapada, pero tienes que entender una cosa: nadie, ni siquiera tu padre, tiene derecho a decidir tu futuro. Si quieres romper este compromiso, yo estaré aquí para apoyarte.
Los ojos de Lilian se llenaron de lágrimas de nuevo.
— ¿Y si no puedo? ¿Y si papá no lo acepta? Sería una deshonra para él.
Lady Penélope le apretó las manos con más fuerza.
— No te preocupes por tu padre. Yo hablaré con él. En cuanto a Whitaker, es un hombre peligroso, sí, pero no es invencible. Y mientras yo esté a tu lado, no va a tocarte.
Lilian asintió lentamente mientras Lady Penélope la abrazaba.
— Ahora descansa, querida. Mañana será un nuevo día.




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