Vínculo

Capítulo 4: Una grieta en la confianza

Leah estaba sentada en el despacho de Kevin, con la información en la mano como lo único a lo que podía aferrarse. El ambiente la agobiaba un poco, y parecía combinar bien con las nubes encapotadas del exterior. Levantó la vista cuando entró Kevin, y el corazón le dio un vuelco cuando una voz interior siseó: «Se acabó, se acabó, se acabó».

──¿Hay algo de lo que quieras hablarme? La voz de Kevin era baja y fría, como si intentara congelar a la gente.

Leah se congeló ligeramente, intentando parecer tranquila, pero su mente empezaba a divagar. Su pequeño acto de compostura no la engañó en absoluto. No era nada, dijo con la boca, pero en su mente se preguntaba si no podría decir algo. Simplemente ya no se atrevía a mentirle a Kevin.

──«Hay algunas cosas ...... en la información que buscaste que no formaban parte de nuestro acuerdo». La mirada de Kevin era tan mortal como un cuchillo sobre ella.

El corazón le dio un vuelco y Leah estuvo a punto de soltar la información. Levantó la cabeza y miró a Kevin: ¿Me estás diciendo que tengo que tener tu aprobación para cada cosa que hago? Alzó la voz involuntariamente, sintiéndose como alguien que hubiera pisado accidentalmente una mina terrestre. Pero no pudo evitarlo, la ira era como un volcán en erupción, empujándola a decir aquellas palabras.

Kevin seguía sin contestar, sólo la miraba en silencio. La mirada estaba llena de escrutinio, como si estuviera calculando cada movimiento de ella, incluso una mirada descuidada sería captada por él.

──«¿No crees que hay temas que no deberían estudiarse por el mero hecho de trabajar?». El tono de Kevin llevaba algo de cinismo, prácticamente decía: «¿Estás loca?».

El corazón de Leah se hundió al darse cuenta de que no se trataba sólo de recelos profesionales, Kevin estaba empezando a cuestionar sus motivos. Respiró hondo y trató de reprimir su confusión interior, Kevin, ¿estás dudando de mí? ¿Crees que haría estas cosas por el bien de la familia?

Hizo todo lo posible por mantener la calma, pero el corazón ya le daba un vuelco. ¡Tú eres el gran idiota por dudar de mí!

Kevin guardó silencio, y un hormigueo llenó el ambiente. Prácticamente quería estrangularlo: frío como el hielo, sin mucho que decir, cortado hasta los huesos.

──«¿Crees que puedo confiar en ti?» La voz de Kevin sonó de repente detrás de ella, casi haciendo que el corazón de Leah saltara a su garganta.

Se giró para verlo de pie no muy lejos, con su rostro frío como el hielo lleno de escepticismo. Casi se echó a reír: ¿a esto se le llamaba confianza? Menuda broma.

──«Yo ......» Abrió la boca para decir algo, pero las palabras se le atascaron en la boca y su mente se quedó en blanco. ¿Confiar? Dios, cómo iba a confiar en ti, ¡ni siquiera sé qué demonios eres!

Los ojos de Kevin eran fríos hasta la asfixia──: Sé que tienes tus razones, pero esta vez, empiezo a preguntarme si estás del mismo lado que yo. Sus palabras parecían cortarle el corazón con un cuchillo, haciéndole sentir tanto dolor que apenas podía respirar.

Se obligó a contener la ira en sus ojos: siempre desconfías de los demás, nunca confías en nadie.

Las palabras, que se le metieron en la garganta y a duras penas consiguió escupir, eran casi como tragar guindillas ardientes. Pero no importaba, ella sólo quería que él lo oyera, que escuchara toda su rabia y su resentimiento.

Kevin no dijo ni una palabra más, y el aire volvió a ser opresivo y sofocante. Leah temblaba de rabia y se volvió hacia la puerta, sintiendo a cada paso como si pisara su corazón, la rabia y la decepción revoloteando por su corazón y extendiéndose sin control. Empujó la puerta con violencia, sin mirar atrás.

Kevin se quedó quieto, con la espalda fría, como si ni siquiera hubiera oído sus pasos mientras ella se alejaba. No pudo evitar burlarse en su mente: no eres más que un idiota.

De vuelta en su residencia, Leah se quedó en la puerta mirando la carta anónima, casi con miedo de tocarla. Sabía que no se trataba de una simple amenaza; había demasiado en ella como para que pudiera enfrentarse a ello. La carta revelaba ciertas historias antiguas sobre su relación con la familia Howard, pero ella sabía con certeza que había un secreto más grande detrás de ella. Extendió la carta y leyó cada palabra una y otra vez mientras la inquietud empezaba a extenderse en su interior.

Tiró la carta sobre la mesa con fuerza y apretó los puños con fuerza, con un solo pensamiento en su mente: este juego, nunca lo abandonaré tan fácilmente. ¿Confianza? ¿A quién le importa? Voy a desentrañar estos misterios.

Leah cerró los ojos y respiró hondo. Aunque Kevin no confiara en ella, aunque todo el mundo estuviera viendo la broma, ella no se doblegaría. Ella no iba a ser la que perdiera este juego.




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