Leah estaba de pie en el despacho de Kevin, con los papeles de su escritorio hechos un desastre, como si los hubieran tirado casualmente como basura. Sus dedos se detuvieron sobre una copia del testamento y sus ojos se entrecerraron ligeramente mientras la sospecha surgía como un maremoto en su mente. Aún no se había resuelto la causa de la muerte de la madre de Kevin, y el testamento era casi como el mapa de un laberinto, que la guiaba hacia peligros desconocidos. Hojeó más documentos, calculando en su mente que debía de haber más verdades desconocidas.
Pasó las páginas aún más deprisa y, de repente, varias pistas saltaron a su vista: no era tan sencillo como que Kevin heredara el negocio familiar, el testamento era más bien un juego elaborado. Evidentemente, la madre de Kevin había previsto el conflicto entre él y Jack, y había utilizado el testamento a propósito para empujar a los dos a una batalla de corazones y mentes. Leah se sentó, cruzó los brazos sobre el pecho y se reclinó en la silla, pensativa. ¿Cómo era posible que todo este viejo asunto familiar no fuera nada sencillo?
Kevin se sentó frente a ella, con el ceño ligeramente fruncido y la mirada afilada, claramente habiendo notado su silencio.
──¿Qué has encontrado? Su voz era grave, con un toque imperceptible de ansiedad.
Leah levantó la vista, con los ojos tranquilos.
──El testamento de tu madre». Levantó una ceja: «No se trata sólo de que heredes el negocio familiar. Es más como un tablero de ajedrez donde las piezas son todas humanas, y tú y Jack, estáis destinados a jugar el enfrentamiento del siglo». Ella se rió y continuó: «Ella esperaba que ustedes metieran la pata de esta manera. Que llevarais el conflicto al máximo y explotarais». Hizo una pausa y miró la expresión de Kevin, su tono teñido con un poco de desdén, «Si ese es el “arreglo” de tu madre, simplemente no quiero vivir».
Los ojos de Kevin se complicaron de repente con ira y confusión, pero no explotó. Susurró.
──«Sé que ella siempre ha tenido muchos arreglos, pero ¿de verdad está tan adelantada?». Su voz se apagó un poco, con una pizca de autodesprecio. «Nunca pensé en nada de eso, sólo hice obedientemente lo que me dijeron».
Leah se levantó y se volvió hacia la ventana, de espaldas a él, con voz tranquila pero con un tono gélido.
──«¿Nunca cuestionaste los acuerdos? El testamento de tu madre era simplemente una gran prueba: quería ver si podías llegar a algún tipo de compromiso con el resto de la familia, especialmente con Jack. Es un juego de poder, y tú, te guste o no, ya estás atrapado en él». Ladeó la cabeza, con una mueca de desprecio dibujándose en las comisuras de los labios: «No eres tonto, pero es evidente que tampoco piensas con claridad».
Kevin se quedó callado, mirando en silencio a su espalda. Las palabras de Leah fueron como un cuchillo, clavándose justo en la parte más blanda de su corazón: sus sentimientos por su madre y su obsesión por las responsabilidades familiares.
Las amenazas de Jack no tardaron en llegar a Leah. Le pidió que se reuniera con él en un café al atardecer. Jack estaba sentado en un rincón, con una sonrisa en la cara pero los ojos fríos como cuchillas de hielo.
──«Leah, Kevin no te contó toda la verdad». Su voz era grave y un poco magnética. «Nunca te ganarás a la familia Howard poniéndote de su parte. ¿Crees que puede protegerte? No, Leah, no eres más que una herramienta para él».
Leah levantó una ceja fría, una sonrisa burlona curvando la comisura de su boca.
──«¿De verdad crees que voy a creer lo que dices? ¿De verdad crees que me voy a dejar intimidar por tu boca? Si crees que voy a cambiar mi postura sólo porque tú lo digas, entonces probablemente no me has comido los puños».
Jack enarcó una ceja, como si hubiera esperado que ella respondiera así.
──«Las mujeres inteligentes son diferentes», dijo con ligereza, «pero inteligente no significa que seas inmune a que te hagan daño. Eres el peón de Kevin y siempre lo serás. No puede protegerte para siempre, Leah».
Leah sonrió débilmente, pero una rabia indescriptible se agitaba en su interior. Sabía que esta pelea estaba lejos de ser lo que ella pensaba. No podía echarse atrás sólo por una amenaza.
──«Tienes razón», se levantó, con la mirada como el hierro, «pero elijo vivir como soy, no como tú quieres que sea. Puedes amenazarme, pero nunca cambiarás mi forma de tomar decisiones». Se dio la vuelta y salió de la cafetería, con el corazón latiéndole como si fuera a estallar, pero sabía que en ese momento había tomado su decisión.
Kevin estaba sentado en el sofá de su despacho, frotándose las sienes con el corazón encogido cuando recibió la llamada de Leah. La voz tranquila de Leah sonaba al otro lado de la línea.
──«He decidido estar de tu lado».
Kevin agarró el teléfono con fuerza, con la mente dándole vueltas. Decir que no era complicado era decir que era complicado; decir que no se estaba moviendo era decir que se estaba moviendo.
──«¿Estás seguro?» Preguntó, su tono tentativo.
La voz de Leah era firme.
──«Sí. Ya no soy tu peón, Kevin. He decidido luchar a tu lado». No había ni una pizca de vacilación en su tono, lo que dejó a Kevin sin habla por un momento.
Tras unos segundos de silencio, Kevin finalmente habló.
──«De acuerdo, afrontaremos juntos esta batalla».
Leah colgó el teléfono y se quedó de pie frente a la ventana, mirando el cielo cada vez más oscuro. Su corazón latía con fuerza, sabiendo que no había vuelta atrás. Esta conspiración familiar la había involucrado profundamente. Y sus decisiones podrían cambiar el destino de todos.
Jack estaba sentado en su despacho, mirando fríamente los papeles que tenía en las manos, con una sonrisa sombría brillando en sus ojos.
──«¿De verdad creía que podía salirse con la suya en todo?». Murmuró para sí mismo, bajando la voz a un gruñido grave.
Pero también sabía que esto no había hecho más que empezar. La postura de Leah, el contraataque de Kevin y la intriga de la familia Howard se estaban complicando cada vez más. Y Leah, al final, sería la clave de esta partida de ajedrez.
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Editado: 13.01.2025