Vínculo

Capítulo 1: Negociación del contrato matrimonial

Los dedos de Vera Hudson golpeaban el escritorio con aburrimiento, el sonido nítido de sus uñas como si estuviera tocando una pieza musical discordante en el teclado de un piano. No miró a Víctor Coleman, sabiendo que la observaba en silencio, como un guepardo helado con un brillo frío en los ojos que no podía ser ignorado. Reprimió la inquietud que sentía en su interior y finalmente cedió, preguntando en voz baja:

──¿Crees que estoy tan dispuesta a dejarme controlar por ti?

Víctor no respondió, las yemas de sus dedos recorrieron suavemente el escritorio, empujando un contrato. El sonido del papel deslizándose por la mesa fue como una mueca que presagiaba un futuro trato en términos inequívocos.

Vera escudriñó los términos y condiciones del contrato y se estremeció ligeramente. Sus dedos se detuvieron un momento, pero no tocaron el documento. Era ridículo que alguien pensara que iba a ceder tan fácilmente.

──Estos son los términos de nuestro trato. El tono de Víctor no vaciló, tan frío que casi daban ganas de cortar el aire con un cuchillo. ──Tú te casas conmigo y yo te daré apoyo político a cambio de tu respaldo público.

──Compra y vende. La voz de Vera salió casi entre dientes, con evidente desprecio, ──¿Quieres que sea tu adorno? ¿Una vasalla desconsiderada?

Ella no esperó a que él respondiera, sino que dijo directamente:

──Exijo independencia después del matrimonio. No me controlarás, Victor.

Sus ojos se clavaron en los de él con una chispa de desafío. Víctor se limitó a enarcar ligeramente las cejas, como si ella estuviera hablando de tonterías irrelevantes. Se quedó callado un momento y, de repente, soltó una carcajada helada, pero que daba ganas de abofetearse.

──¿Independencia? Sólo intentas liberarte de tu padre. Nunca fuiste realmente libre, Vera.

En ese momento, el corazón de Vera dio un vuelco, casi golpeada por las palabras. Su rostro cambió momentáneamente, pero recuperó rápidamente la compostura. ¿Cómo te atreves a decir tales palabras? Victor Coleman, seguro que es bastante inteligente, es ridículo que ni siquiera pensara claramente en lo que podía obtener de ella.

──Me malinterpretas. Su tono se volvió gélido con un toque de ira casi inapreciable, mientras sus ojos ocultaban una ira asesina más profunda, ──No huyo de mi padre, sino por mi propio futuro. Me subestimas si crees que sólo soy un peón con el que jugar a tu antojo.

Los ojos de Víctor se volvieron de repente más sombríos, su calma original se esfumó. Guardó silencio un momento, como si reflexionara sobre sus palabras, y finalmente habló en voz baja:

──Puedes tener la libertad que quieras conmigo, siempre y cuando entiendas que este matrimonio no es más que una herramienta. Tú lo utilizas para conseguir lo que quieres, y yo sólo intento alcanzar mis propios objetivos.

El corazón de Vera latía más deprisa, pero seguía acallando su agitación interior, sus ojos seguían como el hielo. Bajó la mirada hacia el contrato y luego levantó la cabeza, sin rastro de ira en los ojos, sólo una profunda calma.

──Si acepto este contrato matrimonial, ¿me garantizas que no estaré atada a la jaula que has montado?

La mirada de Víctor se agudizó, pero no respondió de inmediato. Esos ojos se movieron lentamente hacia Peter Hudson, que estaba a un lado. Peter la miró con una sonrisa juguetona en la comisura de los labios y susurró:

──Vera, ya sabes que los tratos de poder nunca son un juego limpio.

Aquella frase fue como una pesada piedra golpeando su corazón, casi haciéndola perder la razón. Sus manos temblaron ligeramente y las yemas de sus dedos tocaron ligeramente el tablero de la mesa, pero no dijo nada. Sabía desde hacía mucho tiempo que el juego de poder que había detrás de este matrimonio era mucho más complicado de lo que había imaginado, incluso tan complicado que no podía controlarlo.

──¿De verdad no te gusta que hable así? Vera se levantó lentamente, su tono era tranquilo, pero con un deje de nerviosismo, incluso ella podía sentir la lucha emocional, ──Si esto es sólo un trato para ti, no pretendo ser un peón en tu tablero de ajedrez.

Peter sonrió, con una innegable confianza en sus ojos:

──Siempre has subestimado la profundidad de este trato, Vera. Crees que controlas las negociaciones, pero resulta que no eres más que una pieza del rompecabezas.

Hizo todo lo posible por parecer tranquila, pero por dentro era como un océano embravecido. Mordiéndose los labios con fuerza, susurró:

──Sé lo que quiero, y lo que tú puedes darme es sólo una parte.

Los ojos de Víctor no cambiaron, su profunda mirada parecía penetrar en su alma.

──Entonces depende de ti aceptarlo, Vera. Es tu decisión.

Volvió a apretar los dedos, los nudillos se le blanquearon ligeramente al sentir una indecible sensación de opresión. Sabía que este matrimonio era mucho más complicado de lo que pensaba. Era algo más que un trozo de papel; encerraba innumerables elecciones y sacrificios futuros.

Respiró hondo y volvió a mirar a Victor a los ojos:

──Aceptaré este contrato matrimonial, sólo que tienes que entenderlo: no puedes controlarme por completo.

Víctor asintió levemente, pero una luz fría brilló en sus ojos. En ese momento, Vera supo que él nunca le permitiría tomar el control.

Peter sonrió suavemente y se volvió hacia la ventana, con un tono lleno de alivio:

──Bueno, por fin habéis llegado a un consenso. A continuación, el momento más importante.

Vera sintió una sensación de inquietud. Comprendió que aquello no era más que la punta del iceberg, y que todo lo que vendría a continuación sería más complicado de lo que había imaginado.




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