El ambiente de la boda era de lo más falso, arañas de cristal colgaban del techo y brillaban. El salón estaba abarrotado, y Víctor Coleman estaba de pie en la puerta, con el traje enderezado como si fuera un robot. Parecía fuera de sí, sus ojos fríos, su cara llena de «ni siquiera quiero formar parte de esta farsa»: esta boda, ¿es realmente suya?
Los periodistas esperan que diga algo, al fin y al cabo se trata de un espectáculo político. O da un discurso corto, o que se quede aquí y responda a una pregunta, haga una buena foto y una lectura en profundidad.
Y entonces...
──Sr. Víctor, ¿cómo responde al hecho de que su matrimonio con la Srta. Vera se considere un negocio político? preguntó el reportero con ligereza, como si ya hubiera previsto cómo respondería.
Victor dirigió al periodista una mirada tan fría que le produjo un escalofrío. Levantó las comisuras de los labios, como diciendo: «Me encantaría ignorarte». Pero, obviamente, no tuvo el valor de hacerlo. No contestó, pero algo se agitó en su corazón. El matrimonio era, en efecto, un trueque, de poder, de estatus, de recursos, de todo, pero lo extraño era que ni siquiera él sabía cómo se había visto atrapado en él. Me temo que ni siquiera entiende lo que es esta hebra.
──Sólo responderé a preguntas sobre nuestro trabajo. Viktor soltó las palabras con ligereza, su tono tan frío como el de un frigorífico.
Vera no esperó a que cerrara, sonriendo ligeramente. Se volvió hacia los periodistas con una mirada ligeramente provocativa.
──En cuanto a si este matrimonio es una transacción o una relación, podrían preguntármelo a mí. Hizo una pausa y dirigió sus ojos hacia Víctor con cierta mirada provocativa, como diciéndole ──Ya no soy una niñita a la que puedas manipular sin más.
Víctor se quedó inmóvil y la miró por un segundo. Los ojos eran profundos y su corazón se aceleró durante una fracción de segundo: ¿inquietud? ¿Ira? Tal vez una combinación de ambas. Bajo la máscara de Vera se escondía una mujer peligrosa. Ya no era un peón fácil de controlar.
──Parece que mi mujer ha dejado clara su postura. Víctor tenía un atisbo de impotencia en la comisura de los labios, tranquilo en apariencia, pero su corazón estaba revuelto.
Vera siguió interactuando con los periodistas, eludiendo hábilmente el delicado tema del acuerdo matrimonial y pasando a hablar de sus planes profesionales. Sabía de corazón que este matrimonio no era más que un peldaño hacia una meta mayor. No quería depender de su familia para siempre, quería controlar su propio destino.
En ese momento, un reportero se levantó de repente, oliendo un «valor noticioso» más profundo...
──Señorita Vera, hay quien piensa que su matrimonio con el señor Víctor responde a intereses familiares y al poder político. ¿Qué responde usted? Los ojos del periodista brillaron con luz de cazador, como esperando que su respuesta estallara como una bomba.
Vera frunció ligeramente las cejas y sus ojos se enfriaron. Podía sentir la provocación, casi como una aguja en el corazón. Pero no vaciló y sonrió sin piedad.
──Tus opiniones no importan, yo elijo creer en mí misma. Su voz era corta y fuerte, con una decisión innegable.
Víctor la observaba de reojo, con la impaciencia dibujada en el rostro. La boda había estado en el ojo público durante mucho tiempo, y la respuesta de Vera le había obligado a sentir la presión. Por mucho que intenten ocultarlo, los medios de comunicación van a desmontarlos y a hacer de ellos un avispero.
La tranquila respuesta de Vera provocó un alboroto cuando los periodistas empezaron a mezclarse y a discutir el significado de sus palabras. Una ansiedad indescriptible inundó la mente de Víctor. Al principio, pensó que podría controlar fácilmente la situación, pero ahora, se sentía cada vez más como una marioneta controlada.
──Parece que hoy soy realmente el «novio». Victor rió para sí mismo en voz baja, su corazón estaba lleno de sentimientos encontrados. Era el tipo de emoción que él mismo apenas podía distinguir.
Vera no pareció escucharle, su autodesprecio sólo rompió sus propios pensamientos, y comenzó a sonreír de nuevo, continuando a hablar con los periodistas sobre su proyecto para el futuro. Sabía en el fondo de su corazón que este matrimonio no era más que un peón en un tablero de ajedrez que ella, tarde o temprano, voltearía.
En un rincón, Isabel Carter observaba en silencio, con ojos penetrantes. Una leve sonrisa se dibujaba en las comisuras de sus labios, pero había un cierto brillo conspirativo en sus ojos. La boda de hoy estaba lejos de ser su objetivo final: la verdadera lucha acababa de empezar.
Vera sentía una presión invisible. Cada movimiento que hacía era magnificado y escudriñado por el mundo exterior, y ella, por su parte, ya estaba metida de lleno en él. Este matrimonio no era sólo un juego entre Víctor y ella, era un juego de poder en el que todos participaban en secreto. Ella era sólo un peón en él, y ¿podría, ella misma, realmente tener un lugar en este juego?
#5054 en Novela romántica
#1867 en Otros
#470 en Relatos cortos
contrato de matrimonio, jóvenes políticos, una protagonista rica y poderosa
Editado: 11.01.2025