Víctor Coleman estaba de pie frente a la ventana de su despacho, con las manos a la espalda y los ojos barriendo despreocupadamente el ajetreo de la calle: la tormenta de la opinión pública había llegado, y todo tipo de especulaciones y palabras maliciosas en las redes sociales se vertían en su vida como un torrente. El matrimonio se había convertido en el centro de atención pública, y él, en objeto de escrutinio.
──«Esto es lo que te mereces». Susurró, su voz fría como el hielo.
Jeffrey Howard estaba de pie en la puerta, con el ceño fruncido, la ansiedad escondida en sus ojos: sabía que Víctor había utilizado su vida privada como una herramienta, pero ahora esa herramienta estaba empezando a enloquecer.
──«Saldrá», dijo Jeffrey, «no es de las que se echan atrás».
Víctor frunció ligeramente el ceño mientras seguía contemplando la vista de la ciudad a lo lejos. Tenía sentimientos encontrados hacia Vera: quería controlarla y se sentía atraído por su audacia.
──«¿Saldrá? Veo que controla la situación bastante más que yo». Victor murmuró para sí mismo, su próximo plan ya se estaba gestando en su mente.
Vera Hudson estaba de pie frente al espejo, mirando su delicado rostro con sentimientos encontrados. Había pensado que podría soportar fácilmente todas las miradas, pero ahora, un malestar insoportable surgió de repente en el fondo de su corazón. El matrimonio se había convertido en su única salida de la esclavitud familiar, pero ahora tenía que defender su relación.
──«¿Qué debo hacer?» murmuró, con la mirada fija en su propio rostro en el espejo.
Su corazón se aceleró, no por los nervios, sino por el miedo al futuro. La cara de Víctor era como una roca fría, demasiado dura para acercarse a ella, pero ella sabía que era este hombre quien podía darle una salida al control de su familia.
──«Seguramente, así de sensata soy, confiando en un hombre frío para liberarme». No pudo evitar sonreír, y esa sonrisa estaba teñida con un poco de autodesprecio.
──«Vera.» La voz de Víctor irrumpió de repente en sus cavilaciones.
Levantó la vista para ver a Víctor de pie en la puerta, con el rostro inexpresivo, los ojos profundos como el mar, aparentemente capaz de tragársela de un trago.
──¿Estás lista? preguntó Víctor, con una innegable calma en su tono.
Vera asintió, ¿preparada? No estaba preparada en absoluto, pero qué más daba.
── «Si crees que hay algún problema ......,» Victor hizo una pausa, su voz sin un atisbo de emoción, «no tienes que afrontar esto por mí. »
Vera no pudo evitar reírse en voz alta con un toque de sarcasmo, «Víctor, ¿crees que tendría miedo de eso?».
No esperó más su respuesta y simplemente se marchó. ────No me importa si me crees o no, de todos modos tenemos que enfrentar esta situación, y quien no vaya morirá aquí primero.
Las luces del lugar de la entrevista eran cegadoras, y los periodistas rodearon a Vera, las preguntas le llegaban como cuchillos.
──«Hay muchas preguntas por ahí sobre tu matrimonio con Victor Coleman, ¿qué piensas?»
Vera enderezó la espalda y lo afrontó sin expresión. Sabía que las preguntas eran inútiles, que las respuestas estaban escritas desde hacía tiempo, ensayadas por los medios de comunicación y la clase política. Ella no era más que un capricho pasajero.
Pero, poco a poco, notó un sutil cambio en su mentalidad: ya no era un peón a merced de los demás. Tenía el poder de controlar su futuro, y no sólo en este matrimonio.
──«Mi matrimonio con Victor no es lo que tú crees que es». Su voz era grave y llevaba un poder que no podía ser ignorado, «No es sólo un acuerdo político, nos cubrimos las espaldas mutuamente».
Cuando terminó de hablar, el escenario enmudeció y el ambiente se estancó. Ella retiró los ojos, con un inesperado sentimiento de satisfacción en el corazón ── bueno, al parecer ya no soy sólo un actor, soy el protagonista.
Víctor estaba sentado en su despacho, golpeando suavemente el escritorio con los dedos, sin apartar los ojos de la tormenta que había fuera de la ventana. La tormenta no había cesado, sino que había empeorado. Pero hoy, Vera le daba una sensación diferente: ya no era sólo una mujer que defendía su matrimonio, sino que luchaba por un lugar en su futuro.
──«Lo has hecho bien». Susurró, con una rara pizca de calidez en su voz.
Vera estaba de pie junto a la ventana, de espaldas a él, sin mirarle. Ella sabía que la declaración era más que un reconocimiento de ella, era más como una pequeña fuga de sus propias emociones.
──«¿Siempre dependerás de mí así?» Ella se volvió hacia él, con un atisbo de provocación en la comisura de los labios.
Víctor la miró, sus ojos albergaban emociones indescriptibles, tan complejas que se le escapaban.
──«¿Todavía me necesitas?» Suspiró suavemente, como si reflexionara sobre algo, sin responder directamente a sus palabras.
Vera lo miró, con un destello de duda y expectación en los ojos.
──«¿Hmm? ¿Estoy empezando a flaquear?» Se rió en silencio para sus adentros, tratando de ocultar este ablandamiento inconsciente.
El aire entre los dos se congeló momentáneamente, las emociones se propagaron en silencio. Vera se dio cuenta de repente del cambio en su corazón: a pesar de sus esfuerzos por mantener la calma, sabía que empezaba a odiarle menos.
La tormenta de la opinión pública amainó por el momento, pero la relación entre ambos se hizo cada vez más delicada. Bajo la cáscara de este matrimonio, emergen poco a poco profundidades emocionales. Víctor y Vera, en este juego de poder y emoción, se están cambiando a sí mismos y el uno al otro en silencio.
──Pero eso es sólo el principio ──después de todo, nadie quiere perderse un juego emocionante.
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contrato de matrimonio, jóvenes políticos, una protagonista rica y poderosa
Editado: 11.01.2025