Vínculo

Capítulo 7: Presiones familiares

Vera tenía los nudillos blancos mientras su mano agarraba la taza. Miraba fijamente a su padre, Peter, con el corazón agitado: rabia, impotencia e incluso ganas de reír... qué maravillosa combinación familiar. Peter se sentó frente a ella, con los ojos afilados y tranquilos, como si esperara todas sus reacciones.

──La campaña de Víctor se aprieta cada vez más, y no deberías quedarte de brazos cruzados, Vera. La voz de Peter era grave, como si pretendiera contarle la previsión meteorológica del día.

──El propósito del matrimonio no es sólo por el futuro de Víctor, sino por el afianzamiento de nuestra familia en la política.

Ella casi se echó a reír. ¿El «asidero» de la familia? Ya era bastante con haberse convertido en un peón en el juego de otro.

Vera bajó lentamente el vaso, pasando las yemas de los dedos por el borde como si acariciara un pez muerto. Afuera estaba nublado, como si el cielo supiera que se enfrentaba al clímax de un desastre familiar.

──Tienes razón, papá. se burló ella, incapaz de resistir el sarcasmo──. El matrimonio no es sólo cosa de Víctor y de mí. De todas formas, todo es por tu bien. Las comisuras de sus labios se curvaron ligeramente, como para añadir una sonrisa de satisfacción a su rostro, ──Pero probablemente estás olvidando que el matrimonio es una elección que he hecho en mi vida, no un tablero de ajedrez para tu familia.

Peter seguía sin moverse, sólo la miraba con aquellos fríos ojos marrones como el invierno, como saboreando cada palabra de su frase. Pasó un rato antes de que hablara, su voz seguía siendo tan fría, como el hielo en el que podía congelarla por completo.

──Si crees que Víctor puede protegerte y darte la libertad, te equivocas. Había una frialdad innegable en su tono, ──Nunca serás libre de las garras de la familia, Vera.

Un escalofrío le recorrió desde la nuca hasta el corazón, y sintió que le ardían las yemas de los dedos de las manos. Las apretó con fuerza, clavándose las uñas en las palmas. La sensación de control la estrujaba literalmente hasta el punto de dejarla sin aliento.

Vera se levantó y se acercó a la ventana, de espaldas a su padre. Miró por la ventana, y el horizonte ennegrecido parecía decirle: se acerca una tormenta, prepárate.

──Ya no soy la que puedes controlar a tu antojo, papá. Su voz no era alta, pero sí lo bastante firme como para que se oyera a sí misma: ──Lo que ocurra entre Víctor y yo es mi elección, no tu plan. Ya no soy un peón en tus manos.

Sí, las consecuencias de esa afirmación podían ser la ruptura total de la relación con su padre. Pero no había vuelta atrás para ella. Ya no podía seguir viviendo a la sombra de su familia, ya no podía dejar que su mano invisible le apretara la garganta, ya no podía fingir que todo iba bien. La sensación de opresión simplemente la hizo querer romper todos los cristales y salir corriendo para respirar a pleno pulmón.

Se volvió y miró fríamente a Peter, que permanecía sentado, sin rastro de expresión en el rostro, sus palabras como una cuchilla:

──Si esperas que siga intrigando por la familia, entonces me subestimas. Su tono era tan decidido como siempre: ──Seguiré mi propio camino, ya sea con Victor o sola.

Peter guardó silencio, con los ojos aún profundos, como si algo terrible yaciera en el fondo del mar. Al cabo de medio día se levantó, se alisó las solapas y dijo fríamente:

──Si tú lo decides, hazte responsable de las consecuencias.

Cuando Vera oyó estas palabras, sólo sintió frialdad en el corazón. Pero sabía que había decidido. No había vuelta atrás.

Cuando su padre se marchó, se quedó de pie y respiró hondo. Se miró las manos ligeramente temblorosas y sonrió de repente, sintiéndose como una loca.

──No vivas para nadie más que para ti misma. Murmuró en su mente, como si se estuviera animando a sí misma.

Le vino a la mente la cara de Víctor. Tranquilo, sensato, siempre solucionando problemas. Aunque se había preguntado si el matrimonio valía la pena, en este momento, de repente estaba decidida.

──Víctor, afrontémoslo juntos. susurró para sí misma, como confirmándoselo.

Víctor estaba frente a la ventana de su oficina, mirando la ciudad. Pero no podía concentrar ni una sola palabra en su cabeza. Los papeles apilados como montañas sobre su escritorio no cambiaban en nada el vacío que sentía en su interior.

La puerta se abrió suavemente y apareció la figura de Vera. Llevaba un sencillo vestido oscuro, ni una sonrisa en la cara, y su mirada era tan decidida que resultaba un poco desconcertante.

──Tenemos que hablar. Su voz era grave, pero llena de determinación.

Víctor se volvió, sus ojos complejos, como si tratara de leer algo en su rostro.

──¿Te has decidido? Habló como si estuviera comprobando si sus emociones estaban realmente en su sitio.

Vera lo miró, sin contenerse.

──Sí, lo he decidido. Ya no dejaré que mi familia decida mi futuro, aunque tenga que pagar por ello.

Víctor se detuvo un instante, con un destello de admiración en los ojos. Ella, esta mujer, no sólo estaba luchando por su propia libertad, estaba luchando contra los grilletes de su familia. Su decisión significaba que iba a tener que luchar también con esta complicada situación política.

Asintió, con un poco de calidez en su tono:

──Si te decides, yo también estaré de tu lado, Vera. Después de decir eso, le dio unas suaves palmaditas en el hombro, como si quisiera darle un poco de apoyo.

Vera sintió un calor en el hombro, como si de repente ya no estuviera sola. Y Víctor, el hombre que era tan tranquilo que se asfixiaba, reveló una rara suavidad en ese momento.

──Afrontaremos todo juntos. Susurró ella, firme y sin miedo.

Los ojos de Víctor se oscurecieron ligeramente, como si estuviera digiriendo sus palabras. Guardó silencio unos segundos y luego respondió en voz baja:

──Sí, juntos.




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