Vera estaba de pie en la puerta del despacho de su padre, el aire le pesaba. Respiró hondo y empujó la puerta. Peter Hudson seguía sentado detrás del escritorio de aspecto apacible, con una sonrisa de esas que dan ganas de darle una bofetada. En realidad no era amable, sino «amistosa», como cuando un gato mira a un ratón.
──Siéntate, Vera.
Su voz helada cortaba como un cuchillo. Después de más de diez años oyéndola, casi podía memorizar cada palabra, pero seguía sintiendo un escalofrío que le atravesaba la piel y le llegaba hasta los huesos.
De mala gana, Vera se sentó, con el rostro forzado, pero el corazón le dio un vuelco. Desde niña sabía que detrás de la sonrisa de aquel hombre se escondía una montaña ante la que todos se inclinaban, pero con la que ella chocaba una y otra vez.
──He oído que Víctor está teniendo algunos problemas con su campaña.
Dios mío, hasta habla tan tranquilo. Para decirlo sin rodeos, le está echando agua fría.
──Ya sabes, el interés familiar no permite sorpresas.
Ella resistió el impulso de poner los ojos en blanco. ¿No es éste el truco habitual de la familia? Utilizar los «intereses familiares» como escudo, ponerle las cadenas de la responsabilidad y, finalmente, convertirla en un instrumento como los demás.
Hizo una pausa, y su tono pareció intensificarse──.
Espero que puedas resolverle estos problemas, después de todo, la relación entre tú y él ya no es sólo una cooperación política.
Vera apretó los puños y casi se clavó las uñas en las palmas de las manos. Se rió por lo bajo──.
──Las relaciones familiares nunca son sencillas, ¿verdad?
La mirada de su padre la recorrió como una araña, acechándola para siempre. Se inclinó ligeramente hacia delante en uno de esos gestos provocativos, levantando las comisuras de los labios──.
──Nunca te pedí que renunciaras a tu independencia, Vera.
Sacudió la cabeza y sus ojos revelaron cierto escrutinio──.
──Siempre tendrás opciones. Lo que pasa es que con algunas de esas opciones, ¿puedes vivir con las consecuencias?
¿Ese tipo de consecuencias? Ella les había tenido miedo, pero ahora... ya no. Su voz era tranquila, pero llena de poder...
──Sé lo que hay que hacer, pero eso no significa que vaya a decidir por ti ni por nadie.
Él no dijo nada, sólo la miró fijamente, sus ojos profundos como si pudiera desenterrar cada pequeño secreto de su corazón. Vera se mordió el labio, con el corazón latiéndole como un mono tamborileando.
──¿De verdad creías que podrías escapar de mí, Vera? ¿Crees que tu independencia te dará ventaja en este juego de poder?
La cabeza le zumbaba, y su incapacidad para calmar el corazón casi la hizo estallar. Se levantó y miró fijamente a su padre──.
──Apoyaré a Víctor, pero ya no haré nada por ti.
Ella se giró, intentando escapar, cuando de repente──.
──¿De verdad crees que Víctor merece la decisión que tomaste por él?
Los pasos se detuvieron. Su mano se tensó en el pomo de la puerta y una oleada de inquietud la recorrió, como si las palabras fueran una cadena invisible que intentara hacerla retroceder. Se volvió, con los ojos fríos...
──Si no le apoyo, ¿por qué debería seguir a su lado?
La sonrisa de su padre se intensificó, como la de un gato que atrapa a un ratón...
──Simplemente te sientes atraída por él, Vera.
Se burló...
──Lo mejor que puede hacer un político es explotar los sentimientos.
En su interior, la rabia y la vergüenza la invadieron como un golpe. Nunca se había imaginado que su padre revelaría su relación con Víctor tan al desnudo. Respiró hondo y luchó contra sus emociones──.
──Tienes razón, pero no es asunto tuyo.
Sin mirar atrás, salió rápidamente de la habitación. En el momento en que cerró la puerta, sintió que su corazón era aplastado por el hierro, y su respiración era tan rápida que casi se desmaya. De pie en el pasillo, apenas capaz de mantenerse en pie, sacó su teléfono y envió un mensaje a Víctor.
──Necesitamos hablar.
Víctor estaba sentado detrás de la mesa de su despacho, con la mirada perdida. Desde que Vera había decidido ponerse de su lado, la duda en su mente había crecido como un tumor. ¿Lo hacía por él o intentaba escapar del control de la familia?
Llamaron a la puerta y él levantó la vista para ver a Vera de pie en el umbral. Su rostro estaba inexpresivo, pero la tensión era tan intensa que casi podía sentir los latidos de su corazón. Entró con la cabeza gacha, como si estuviera librando una batalla mental consigo misma.
──¿Ocurre algo?
habló, con cierta sutil preocupación en el tono.
Vera cerró suavemente la puerta y se acercó a él, inclinando la cabeza durante unos segundos antes de alzar finalmente los ojos.
──He tomado una decisión.
Su mirada era tan firme que parecía que incluso el ambiente se volvía pesado.
──Continuaré apoyando tu campaña. Pero recuerda que eso no significa que renuncie a mi puesto.
El corazón de Víctor tembló ligeramente mientras complejas emociones se agolpaban en su mente. Asintió, tratando de ocultar su inquietud.
──No tienes que preocuparte, Vera. No tienes que hacer ningún compromiso por mí.
Los ojos de Vera parpadearon como si tuviera algo que decir, pero al final se limitó a suspirar y se volvió hacia la ventana. Su espalda hizo surgir una pregunta en su mente: ¿qué se escondía tras su resiliencia?
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Editado: 24.01.2025