Vínculo Eterno.

⛧ Capitulo 2. Parte 2⛧

Parte 2

⛧ LA NOCHE DE LA BRUMORIA ⛧

 

No tardamos más de cinco minutos en llegar de nuevo al puente cuando el chico se paró y me empujó suavemente aunque con prisas hacia el otro lado del puente. Me giré hacia él justo cuando se estaba quitando la capucha. Era él, era Xander. Alexander Darkwood.

—Corre.

—¿Xander?

No me lo podía creer. Estaba ahí, de nuevo. ¿Era su espíritu? ¿No se suponía que los espíritus no podían tocarte? ¿Por qué él sí podía?

—Vete a casa —dijo con preocupación—. Enciérrate en tu habitación y no vuelvas a salir esta noche.

—¿Por qué? ¿Qué está pasando? ¿No estás muerto?

Sus ojos me miraron, parecía estar tan acelerado como yo por la carrera.

—Lo estoy, por eso es que no puedo protegerte —dio un paso hacia mí, dejándolo a escasos centímetros de distancia—. Márchate y no mires atrás, escuches lo que escuches. ¡Corre!

Fruncí el ceño y comencé a correr sin siquiera pensarlo. Primero llegué al centro del pueblo, donde seguía habiendo gente bailando y bebiendo como si no hubieran atacado a una chica en pleno bosque, y desde allí recordé vagamente el camino que había recorrido con Sia y Gabriel. Corriendo, la travesía duró menos de lo esperado y llegué a casa sana y salva, o eso pensaba.

La casa estaba oscura y silenciosa cuando entré. Encendí la luz de la entrada y una sombra se cernió sobre mi. Di un grito con todo lo que tenía y cuando vi a quien tenía delante, no sabía si correr hacia mi habitación o hacía la calle.

—Qué escandalosa. —dijo cuando me callé. Mi corazón latía a mil por hora.

—¿Cómo has llegado aquí tan rápido?

—Puedo estar donde yo quiera, cuando yo quiera.

—¿Qué quieres decir?

Levantó las cejas mirando hacia arriba.

—Esto va a resultar muy difícil si sólo haces preguntas estúpidas.

—¡No estoy haciendo preguntas estúpidas! ¡Se supone que estás muerto! ¡Ni siquiera debería de estar haciéndole preguntas a un muerto!

—Relájate, te veo alterada.

Él, en cambio, no lo estaba ni un poco. ¿Cómo iba a estarlo? No era él quien estaba hablando con un espíritu.

—¿Y cómo quieres que esté? ¡Estoy hablando con un espíritu!

Pasé por su lado como si tuviera la lepra. No sé si por el miedo, o la atracción. Era increíblemente guapo y eso le quitaba hierro al asunto, a decir verdad.

—¿Por qué sólo yo puedo verte? —pregunté aún angustiada y sin hacerme a la idea de que estuviese hablando con un chico que había muerto hace tres semanas.

Él me siguió con la mirada, como si cada uno de mis movimientos fueran torpes y estuviera pensando que al final me caería, pero totalmente despreocupado.

—Porque así yo lo he querido.

Fruncí el ceño. ¿Qué demonios quería decir con eso? ¿Es que no sabía explicarse mejor?

—¿Por qué?

Xander suspiró.

—Porque eres la única que puede ayudarme.

—¿Ayudarte? ¿Yo? ¿Cómo crees que voy a poder ayudarte? —una idea cruzó mi cabeza y abrí los ojos como platos—. Espero que no quieras que te preste mi cuerpo para despedirte de tu familia. Sería inaceptable. No lo haré. No poseerás mi cuerpo. Si quieres, les mando el mensaje a tus…

—Demonios, ni siquiera eres capaz de cerrar el pico —me interrumpió, cansado—. Maldito el día en que se me ocurrió esto.

Eso hizo que cerrara mi boca como si tuviera una cremallera cosida en los labios. Tragué saliva y Xander volvió a mirarme. Cuando estaba nerviosa tendía a hablar mucho y eso sí que no podía controlarlo. El tener la boca cerrada me sorprendió hasta a mi.

—Está bien —hablé de nuevo. Como dije, no solía estar mucho en silencio en este tipo de casos—. Te escucho.

—Tus padres están a punto de entrar por la puerta. Te espero arriba en tu habitación.

Y de la nada, como si fuera humo, desapareció. Sentí que se me descomponía el cuerpo, la sangre se me iba de la cabeza a los pies y me sentí impresionantemente mareada.

La puerta se abrió y entraron mis padres con una sonrisa en la cara por algo de lo que hablaban. Mi madre me miró sorprendida dejando su abrigo en el perchero junto a la puerta.

—Hola, cariño. ¿Ya has vuelto?

Puse una sonrisa de plástico en mi cara, para que no sospecharan e hicieran más preguntas.

—Sí. Mañana hay clases —algo que era la pura verdad—. No quiero levantarme con ganas de volver a dormir. Así que… me voy a la cama.  Buenas noches.

Escuché sus respuestas mientras subía las escaleras. Xander parecía y se sentía tan real que me era imposible creer que estuviera muerto. Menos por lo de desvanecerse como el humo, ahí me lo verificaba todo.

Entré en mi habitación y cerré detrás de mi. La lamparita del escritorio estaba encendida, no fue cosa mía.

—¿Alexander?

—Hola, preciosa.

Di un bote cuando le escuché junto a mi. Estaba apoyado en la puerta con los brazos cruzados y media sonrisa en el rostro.

—Deja de darme estos sustos. ¿Te estás aprovechando que no pueda matarte porque ya estás muerto?

Xander entrecerró un poco los ojos.

—Eso ha sido cruel. Además, soy un espíritu, no hago ruido. Siempre te daré sustos.

Me separé de la puerta y me dirigí hacia el centro de la habitación sin perderle de vista.

—Lo siento, no quise sonar cruel —tragué saliva y lo miré fijamente. Se separó de la pared y caminó hacia mí—. ¿Realmente estás muerto?

Levantó la mano y me presionó la mejilla con un dedo.

—¿De verdad crees que alguien que estuviera muerto podría tocarte?

Fruncí el ceño.

—Entonces, ¿no estás muerto?

Xander me miró por lo que fueron unos segundos mega extraordinariamente largos.

—No estoy vivo, pero tampoco estoy muerto —eso me confundió aún más. Sacudí la cabeza dándole a entender que no sabía a qué se refería—. Estoy atrapado en un lugar entre la vida y la muerte.

—Cómo… ¿Cómo has acabado así? ¿Quién te hizo eso?




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