Aida camina violentamente entre todas las personas, personas que parecen como idas, nadie comprende su dolor, un dolor que le perfora el pecho y destruye todo su ser. Terribles imágenes llegan a sus ojos acerca de una injusticia. ¿Por qué? ¿por qué él? ¿por qué él tenía que pagar esas culpas? Mientras que el verdadero culpable descansaba feliz en su nuevo altar, un altar hecho bajo la tierra…
Ella camina presurosa, no sabe qué hacer, el destino que le han conferido a lo que más ama ya está dicho y no puede hacer nada para cambiarlo. Está molesta, con esos hombres de traje, con ese juez de cara pálida, con ella misma, con todo el mundo y principalmente con Dios, con un dios que se suponía que debía protegerlos, al menos eso le habían dicho, pero ese dios parecía cerrar los ojos cada vez que algo malo pasaba en ese mundo y principalmente en esa ciudad, una ciudad que se deteriora cada vez más. Aida sigue caminando presurosa y llega a ese lugar, el lugar en el que siempre habita el silencio, una enorme casa donde los domingos dan lecciones de moral que rara vez siguen en esa ciudad, quiere hablar con el dios que le ha traicionado. No, hablar no, ella es una poetisa y quiere leerle un poema en forma de reclamo, quiere hacerle saber que vive en una ciudad terrible, la ciudad de Violentiam…
¡Mírame bien! ¡Escúchame bien!
¿Cómo permites que esto vaya a pasar?
¿Por qué permites que se vaya a matar?
¿Por qué dejas a Violentiam progresar?
Lloran más de mil madres sin sus hijos
La luna ha decidido dejarnos y emigrar
Las estrellas se colgaron de un cometa
Y la luz nunca sale aquí, todo es oscuridad
Niños que no regresan a su hogar
Permites a ese macho mujeres violar
Un político se ríe de nuestro sufrimiento
Mientras que no hay ni pan ¿Acaso miento?
Un revolucionario en una jaula está
Y el más grande ladrón afuera ya está
Devorándose a nuestra ciudad desolada
Llevándose el único pan a una casa muerta
Los poetas deciden emigrar su arte murió
El payaso se borró la sonrisa y lloró
Violentiam avanza a pasos presurosos
¡Está aquí! ¡Está haciéndose un hueco en ti!
Destruye lo que una vez fue una paz irreal
Mientras que el abuelo muere en soledad
Y mi amado en una prisión de metal está
Sin verlo yo he vivido solo en oscuridad
¡Óyeme! ¡Escúchame! ¡Mírame!
Entre luces le quieren hacer bailar
Su voz débil y tenue quieren silenciar
Su único delito fue llegarme a amar…
¿Por qué permites a Violentiam avanzar?
¿Por qué permites matar, rezar y violar?
Y yo no quiero esperar más por ti
Si debo romper mi devoción lo haré
Por su vida inocente es que pelearé
Ya que no das una respuesta a mis plegarias
No me escuchas, no me oyes, no me ves
Rasgas mi alma atormentada con tu silencio
A Violentiam no le dejaré avanzar
A la ira del hombre tendré que detener
Si alguien más me está escuchando, me oye…
Nuestro deber es detener a esta aberrante ciudad
¡Si he de morir, contra Violentiam moriré luchando!