Es justo que mencione a algunas personas que con su aportación hicieron posible este libro.
En primer lugar, debo agradecer a Palma G. Aparicio, que me habló de María José y me puso en contacto con su familia para que pudiera dar forma y vida a Violeta.
A Gonzalo Moure que, una vez más, siguió paso a paso la construcción de la historia ayudándome con sus consejos y correcciones.
A Mónica Rodríguez y a María G. Vicent, amigas y escritoras, por sus sugerencias críticas y constructivas. A Severino Fernández Díez por su aliento y por su fe en mí y en Violeta.
No puedo dejar de mencionar a mis primeros lectores: Inmaculada, mi hermana, Teresa, Carmen, Goyo, Javier Abelardo, amigos de vida y letras. Y por supuesto, a José Ignacio, mi marido, que me facilita todo para que yo pueda seguir escribiendo.
Gracias a Noelia Ortega, mi editora, y a todo el equipo de la Editorial LxL por su apoyo y entusiasmo.
Y para terminar, es justo que mencione a Joaquín Sabina, de quien, sin pedirle permiso, tomé la frase «La vida no es un blog cuadriculado» de su canción Jugar por jugar.