9.

Virindia jamás había visto a nadie símil a él y aquel ser parecía ser el más bello existente, de este modo el joven se acercó a la bella chica que flotaba frente a él.

–Oh buen señor que turba la tranquilidad de la noche en esta cima –murmuró servicial la niña mientras miraba sus manos.

–Lo siento –tartamudeó atónito Virindia–, necesito ayuda para salvar a mi padre, él fue envenenado por el gran Periculum –al hablar Virindia notó como rápidamente la Aurora alzaba la vista.

–Pero si eres sólo un niño –murmuró antes de reírse.

–¿Disculpa? –preguntó sobresaltado Virindia–, tú también eres sólo una niña –dijo ofendido Virindia, pero la niña siguió riéndose mientras saltaba en plataformas inexistentes alrededor de Virindia.

–¿Sólo una niña? Soy la Aurora, soy lo más cercano al destino, su mismísima hija y tú sólo eres un niño, incluso se quién eres –la niña se quedó quieta mientras pensaba, Virindia notó como oscilaba hacia arriba y hacia abajo– Virindia Homiterra, hijo de la madre tierra uno de los ocho enviados, el creador del futuro –el joven se acercó a la niña cuando notó que sus ojos se ponían totalmente blancos y sus pies descendían, y una voz sepulcral salió de su garganta–, padre del futuro, el guía de los perdidos, quien lo perdió todo, el guía de cuervos que le arrancarán los oj… –la niña comenzó a toser y volvió a su estado normal.

–¿Entonces no tenéis idea de cómo ayudar a mi padre? –preguntó Virindia mientras retrocedía con desconfianza.

–Lo siento –murmuró la niña.

–No te preocupes, volveré con él, por lo menos lo acompañaré antes de que suceda lo inevitable –finalizó apurándose en bajar por el sendero.

–Espera –gritó la niña– ¿puedo acompañarte?

Virindia deseaba poder decirle que no, pero cuando lo miraba a los ojos era casi imposible decirle que no, le parecía comparable a un bebe coyote.

Pronto ambos jóvenes comenzaron su camino montaña abajo, Virindia con aires de derrota por no haber conseguido ningún indicio de la cura del veneno de Periculum, mientras la Aurora saltaba con la felicidad característica de cualquier niño, detrás de él como una sombra.