Virindia Homiterra: El Guía Del Futuro

12.

El joven niño jamás escuchó la respuesta a su pregunta porque su atención deparó en unas enredaderas completamente enroscadas alrededor de sus pies, su cabeza trabajo más rápido que nunca y comprendió que su madre no lo había querido lastimar en ningún momento y que no se estaba burlando de él, todo el tiempo lo estuvo guiando por el camino correcto a pesar de que el destino estuviese jugando todos sus dados a que Quinihil muriese, la madre tierra se arriesgó a intentar evitarlo guiándolo hacia la cura, esas plantas eran la cura.

Virindia corrió tan rápido como sus piernas podían permitírselo, a buscar un pequeño cuenco que usaba desde niño, que en realidad era una corteza en la que podía transportar agua, molió unas cuantas hojas en este y le agregó el agua, al regresar a la cabaña de su padre se encontró con sus soldados más fuertes a los que les pidió pasar pero estos se mostraron reacios.

–El líder debe descansar –bramó uno de los grandes ciervos en la entrada.

–No lo entendéis, disculpad mi sobresalto pero he hallado la cura al veneno que aqueja al gran Quinihil –Virindia respiraba agitado esperando una respuesta mientras ambos ciervos se miraban entre ellos y los curiosos se acercaban por su elevado tono de voz, los guardianes le abrieron paso suficientemente convencidos y lo acompañaron dentro del lugar, seguidos por otros miembros del grupo que deseaban ver el milagro.

Virindia se arrodilló junto a su padre que pareció entender con las pocas fuerzas que le quedaban lo que sucedía y sin dudar de la mano que sostenía el cuenco, usó sus escasas energías para tomar el líquido que le ofrecían. La tensión era como una fuerza que comprimía el pecho de todos los presentes, el silencio era absoluto dentro del cuarto, todos se encontraban esperando alguna reacción, algún sonido, alguna señal divina, cualquier cosa que interrumpiese el silencio espeso del pequeño ambiente que los ahogaba.

–Lo habéis conseguido… –murmuró Quinihil con su voz habitual y todo el mundo estalló en festejo ante la gran noticia, como si el peso que había estado aplastando el ánimo de la tribu hubiese de pronto desaparecido, como si pudiesen respirar con ligereza nuevamente, hasta que la sangre brotó de la garganta del líder, los chillidos de terror comenzaron a salir de todas partes y todos perdieron el control.

Virindia se encontraba parado en mitad de la habitación intentado entender que había hecho mal, había seguido todas las señales, lo había preparado como preparaba todos los antídotos, pero no había salido como el imaginaba, se confirmó cuando un cuerno atravesó su garganta al grito de "¡Traidor! ¡Asesino! ¡Mal agradecido! ¡Víbora!" sentía como la sangre que lograba no salirse por el novedoso agujero en su garganta salía por su boca a borbotones, mientras la poderosa punzada de dolor hacía que una escena que ya era confusa se volviese turbia, como si se estuviese viendo desde debajo del agua.

De entre los gritos y los golpes sólo pudo concentrarse en uno, uno agudo y doloroso que escucha por sobre el resto, todo se volvió negro y solo pudo deducir que había fracasado en su misión sobre la tierra, que su madre se avergonzaría de su final, tan trágico y poco épico ¿Quién lo hubiese imaginado? Quizás el destino.




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