Virindia Homiterra: El Guía Del Futuro

13.

Pero de pronto logró ver un matiz naranja y cuando consiguió abrir los ojos sólo vio sangre y fuego, al voltearse notó que junto a él estaba la chica que lo acompañaba como una pulga a un lobo durante el último día, la chica estaba intacta sin mencionar un rasguño en la mejilla, se veía triste mirando los cadáveres ardiendo en lo que anteriormente Virindia había llamado hogar.

El joven tocó su garganta para encontrársela en perfectas condiciones y se decidió a pronunciar alguna de todas las dudas que lo aquejaban.

–¿Qué sucedió? –preguntó con una voz ronroneante y la chica se sobresaltó.

–¡Virindia! Debes descansar, después de todo lo que has pasado –Exclamó con pena.

–¿Por qué sigo vivo? ¿por qué todos están muertos? ¿maté a mi padre?

–Oh Virindia, somos tan jóvenes –suspiró la niña.

–¿Qué te pasó? ¿tú lo hiciste? ¿nos atacaron? ¿por qué no morí? –preguntó con desesperación Virindia, atormentado por no sentir si quiera una molestia en su garganta.

–Virindia, tú lo sabes, sólo piensa –dijo la niña sin mirarlo.

–¡No! ¡No lo sé! Respóndeme de una maldita vez porque es agotador que nadie pueda responder una pregunta sencilla, ni tú, ni mi padre, ni mi madre, ¡ni la maldita serpiente mal nacida que provocó esto! –Virindia había perdido el aliento cuando terminó de gritarle a la chica que se mantenía completamente callada mirando sus pies, el joven sólo pudo reírse, era ridículo–, ¿qué estoy diciendo? después de todo, todos somos malditos peones en los horripilantes juegos de tu padre, ¿no es cierto? –preguntó con malicia–. Somos marionetas, sus juguetes personales ¿pero sabes qué?, me niego a seguir su asqueroso guión sobre el futuro, a quien se supone que guíe siguiendo a un egocéntrico como tu padre.

–¿Cómo te atreves a hablar así de los demás, quien te ha engañado tanto como para que pienses que tienes alguna importancia, acaso se te han creído todas las cursilerías que tu madre te mete en la cabeza, acaso puedes culpar a mi padre de tu incapacidad? ¡Estás vivo gracias a él! –gritó la niña.

–¿A qué te refieres? –preguntó calmado por la curiosidad Virindia.

–No estabas destinado a morir, no mueres, el mundo funciona así, jamás podrías haber salvado a Quinihil, porque su destino era morir, todo ya está dicho, somos actores en una obra estrenada, cada palabra que decimos es fruto de lo que se nos pide que digamos.

–¿Tú los mataste? –preguntó sombríamente Virindia.

–Claro que no, sólo me asegure de que no empeorarás y que no me lastimaran, el resto se lo hicieron ellos mismos.

La vista del chico deparó en las heridas de los ciervos muertos, eran cornamentas claramente, quizás en el pánico y la sangre había comenzado a batirse en duelo para decidir quien ocuparía el cargo de Quinihil como líder.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.