Virindia Homiterra: El Guía Del Futuro

14.

–¿Puedo preguntarte algo más? –consultó con timidez y ella sólo asintió mirándolo –¿Realmente no podía salvarlo? –preguntó con las lágrimas a punto de caer.

Aurora sólo lo miró con empatía y lo abrazó mientras acariciaba su espalda, sin poder evitarlo más Virindia rompió en llanto.

Y así continuó el mundo girando, luego de unas horas que podría haber sido minutos Virindia había logrado descargar parte de su dolor, su miedo, su frustración y el silencio fue interrumpido por la dulce voz de la niña.

–Aún quiero mostrarte un lugar –susurró como susurraba todas las noches el viento, palabras que alguna vez fueron dichas por labios traidores sin el mínimo arrepentimiento.

Ambos niños comenzaron a caminar rumbo a la montaña en la que se habían conocido.

–¿Por qué vives aquí? ¿No te sientes sola? –preguntó Virindia, su voz ligeramente rota por el llanto.

–Eso voy a mostrarte.

Virindia esta vez, caminando con mayor tranquilidad, pudo permitirse hacer algo que pocos seres lograban, y eso era disfrutar de la vista de la montaña de la Aurora, normalmente era una montaña que se subía corriendo, desesperado por respuestas pero en esta ocasión el únicamente estaba acompañando a una amiga.

Al llegar a la cima había una pequeña explanada, era la más alta de las montañas de allí.

–Yo he elegido vivir aquí sola, porque es en el único lugar donde nunca te sientes solo –dijo Aurora mientras se asomaba al borde de la montaña, al seguirla Virindia notó que desde la cima todo se veía insignificante y una melodía decoraba el lugar de forma mística–. Todos los sonidos de las montañas se unen y llegan aquí como un susurro y si miras hacia abajo puedes descubrir miles de historias, apostar como terminarán o si lo harán, a veces es molesto, desearía poder gritarles que están cometiendo un error pero debo callarme, sino mi padre estaría decepcionado y enojado.

–Todo se ve tan pequeño…

–Eso es lo mágico, entender que somos polvo, realmente no importa lo que digamos, eso es lo que nos hace libres. Una vez que lo que dices afecta a alguien pierdes toda tu libertad.

Virindia miró con nostalgia a Aurora y notó un rastro de sonrisa en su semblante, ella tenía razón, aún eran tan jóvenes que no podían saber que deparaba el mundo, pero todo señalaba que se había equivocado una y otra vez en su corta vida.




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