Simona.
Hace mes y medio fue mi graduación, la cual sucedió primero que la de Kaira, mi ceremonia tuvo lugar en la mañana y la de ella fue en la tarde. Aunque sentía un poco de pena por ella, iba a estar sola en un día tan importante; sus padres no estarían presentes en carne propia, pero estoy segura que sus almas estarían con ella.
Es mi mejor; me hubiera encantado estar con ella, pero tenía una cena con mis padres; lo más seguro es que llegaría tarde, mañana ella se iba a primera hora y ni siquiera podría celebrar su triunfo. Su enfermedad de la piel para mí no fue ningún problema, la primera vez que la vi me causó mucha curiosidad porque estaba acostumbrada a ver personas con distintos tonos de piel, pero no a una con dos tonos de piel diferente. Me pareció hermoso, me gradué como fotógrafa profesional y mi única modeló a lo largo de mis estudios fue mi mejor amiga.
Ella es una obra de arte y quería que el mundo la conociera, tal cual y como era. Aunque también me gustaría que tuviera un romance de verano; al menos que alguien le quitará las telarañas de allí abajo, lo cual le hacía muchas falta, tal vez dejaría de ser tan amargada.
Terminé de bañarme, salí en una bata y caminé por toda mi habitación de un lado para otro, así que después de pensar tanto salí con un cepillo en mano, desenredando mi cabello mientras caminaba en dirección a la habitación de Kaira, pero antes de tocar pude escuchar su voz, cantando a todo pulmón una de las canciones de RBD, nuestra banda favorita.
— Cómo poder recuperar tu amor, cómo sacar la tristeza de mi corazón, mi mundo solo gira por ti…
— Y este corazón, que te robaste cuando te marchaste con mis besos… — Seguí cantando con ella.
— ¡Hace cuánto estás ahí! —dijo Kaira sorprendida.
Al escucharla hablar brinqué del susto y me pegué a la pared por inercia.
— Pero chica pareces gato, casi me da algo.
— Pensé que te estabas alistando para la cena con tus padres y aún sigues en bata.
— Solo quería decirte algo antes de que te vayas.
— Y ¿Eso sería?
— Estoy orgullosa de ti mi pequeña Morocha; aunque tus padres no estén aquí, yo seré tu familia hoy, mañana hasta que estemos viejas y alguna se haga pis en los calzones.
Ella me abrazó con lágrimas en los ojos, arruinando el poco maquillaje que usaba.
— Lo sé, lo supe desde que te conocí bonita, eres como la hermanita que siempre quise.
— Ahora escúchame bien, cuando llegues a la Isla busca un chico, enamóralo y se feliz, ahhh! Y también que te quite un poco las telarañas de tu ático, depílate antes de irte.
— ¡Simona! — me gritó ella.
Cuando vi a mi amiga feliz junto al chico guapo; era divino, noté en la atmósfera, a su alrededor el amor que se tenían desde niños, la forma en como él la miraba, le hablaba y le tomaba la mano. Era demasiado hermoso porque lo hacía como un mismo príncipe azul, sabía que él la amaba por ser ella misma y no le importaba el tono de su piel.
Habían pasado muchas cosas para poder estar juntos y ahora que ha por fin lo estaban, se veían muy felices; esperaba que nadie dañará lo que tenían, porque todos sabían que los momentos felices eran momentáneos y aferrarse a algo que era imposible, solo te destruía.
Me encontraba en uno de los pasillos de esta gran casa intentando descubrir donde estaba la cocina; Kaira debió colocar letreros para marcar hacía donde debía ir, uno a uno exclusivo para mí con mensajes: pendeja a la derecha se encuentra la cocina y al otro el cuarto de lavado. Así no estaría perdida como una tonta.
— ¡Simona! ¿Para dónde vas?
— Amiga tu voz es música para mis oídos.
— ¿Por qué lo dices?, ¿Estás bien?
— Porque no había escuchado tu hermosa voz en día de hoy, bonita por qué más.
— Haré como que te creó.
— Por cierto, tengo una idea para lo que podemos hacer hoy! — exclamé con una sonrisa en el rostro.
— ¿Qué tienes en mente? Y por favor que no sea algo en lo que nos lleve a la muerte.
— ¡Ay! Qué dramática, hablaba de ir a visitar una de las montañas que están aquí cerca.
— Bueno no suena tan descabellado como yo creí, llamaré a Emiliano mientras te arreglas, quítate esa mascarilla, asustarás a alguien.
— Creí que no aceptarías.
— ¿Qué es lo peor que nos podría pasar? Además, el día está hermoso.
Habían pasado cuatro horas y Kaira me gritaba:
— ¡Corre!
— ¡Qué crees que hago! — exclamé exhausta.
— ¡Pero más rápido! — grito Emiliano.
Ellos corrían por un lado como si fuera flash, creía que el primo de Emiliano iba tras de mí, pero me había equivocado.
— ¡Allí vienen los perros! — gritaba el mientras me dejaba atrás.
Ese paseo había sido una mala idea, en ese momento solo escuchaba mi voz interior rogándole a Dios por fuerzas para llegar a donde habíamos parqueado los carros con todas mis partes del cuerpo completas. Antes de que los perros hambrientos nos persiguieran, estábamos viendo el paisaje en una bonita choza, pero se me ocurrió la grandiosa idea de entrar a un siembro de flores y tomarme una selfie.
Cuando estaba ahí mi blusa se había enredado; no quería dañarlas, así que llamé a Kai o más bien grité demasiado alto su nombre y asusté a unos perros los cuales vi correr hacia mí; en ese momento no me importaban las flores; salí corriendo y allí estábamos huyendo por nuestras vidas.
Bueno; José el primo de Emiliano, me pasó por un lado dejándome de última, solo le tocaba a Dios en voz baja:
— Dios si esto fue por participar en una orgía hace un año, me arrepiento, pero no me dejes morir y menos a manos de unos perros.