Voces en las Paredes

La Silla Vacía

Las reuniones familiares nunca han sido mi cosa favorita, pero mi madre insistió tanto en que debía asistir que no me quedó opción. Tu abuela se va a poner muy triste si no vienes, me dijo, como si no la hubiera visto regañarme por cada decisión de mi vida.

Así que ahí estaba yo, sentado en el comedor de la casa de mis abuelos, tratando de sobrevivir a las mismas conversaciones aburridas de siempre. Pero esta vez algo era diferente. Algo estaba... mal.

La mesa estaba puesta para ocho, pero éramos siete.

Mi abuela sonreía mientras cortaba el pastel, y yo no podía dejar de mirar esa silla vacía frente a mí. Me generaba mucha incomodiad. Nadie mencionó nada, pero todos parecían actuar como si estuvieran ocupadas.

—¿Me pasas el pan, Martín? —me pidió mi tía, pero su mano se extendía hacia el vacío.

Miré la silla, luego a ella.

— ¿Qué silla? —pregunté con una sonrisa nerviosa.

Toda la mesa quedó en silencio. Mis primos dejaron de reír, mi madre se quedó con el tenedor a medio camino, y mi abuela me miró con esa sonrisa que parecía esculpida en su rostro.

—Martín, no seas grosero —dijo mi abuela, cortando otro pedazo de pastel y sirviéndolo... en la silla vacía.

El aire se sentía pesado de repente, como si todas las ventanas se hubieran cerrado. Mi tía soltó una risa incómoda.

—Siempre tan bromista, Martín —dijo, pero evitaba mirarme a los ojos.

Tragué saliva y traté de concentrarme en mi plato, pero no podía ignorar cómo mis primos cuchicheaban en voz baja, mirando de reojo hacia la silla con sutileza.

A mitad de la cena, algo cambió. No sabía si eran los murmullos, las risas forzadas o la forma en que mi madre evitaba mirarme, pero sentí un escalofrío recorrer mi columna. Era como si alguien estuviera observándome.

Levanté la vista y, por un segundo, juré ver algo moverse en el reflejo de la ventana. Giré la cabeza rápidamente, pero no había nadie allí.

— ¿Te sientes bien, hijo? —preguntó mi madre, con una voz demasiado dulce.

—Sí... solo estoy un poco cansado.

Pero no era cansancio. Era la certeza de que algo no encajaba.

De reojo, miré la silla vacía otra vez. Por un instante, me pareció que estaba un poco más cerca de la mesa que antes.

Al final de la cena, me levanté, decidido a irme.

—Gracias por todo, pero creo que ya es hora de que me vaya.— me disculpe rapidamente.

Mi madre intentó detenerme.

—No puedes irte aún, Martín. Falta el brindis.—

—No tengo sed.— dije en un suspiro frustrado.

Pero entonces la voz de mi abuela resonó por encima de todo.

—Martín. Siéntate.—

No era una sugerencia, era una orden. Algo en su tono me hizo obedecer, aunque cada fibra de mi ser quería salir corriendo.

La abuela alzó su copa.

—A la familia. Siempre unidos, en vida y en muerte.—

El brindis fue repetido por todos. Bueno, casi todos. Porque la silla vacía... ahora no estaba vacía.

Vi un destello en el reflejo de la copa de mi abuela: un rostro pálido, con ojos hundidos y una sonrisa que no era humana.

Dejé caer mi vaso y me puse de pie de golpe.

—¡¿Qué está pasando aquí?!

Mi abuela sospechó y me miró con tristeza.

—Martín, sabíamos que sería difícil para ti. Siempre fuiste el más... reacio.—

—¿Reaccionaste a qué?

Fue mi madre quien respondió, sus ojos llenos de lágrimas.

—A recordar.—

—¿Recordar qué?—

Mi abuela señaló la silla.

—A tu hermano.—

La sangre se me heló. Mi hermano. No lo había pensado en años. Había muerto cuando yo tenía 10 años, en un accidente que mi familia evitaba mencionar. Pero ahora, el recuerdo era tan nítido como si hubiera ocurrido ayer.

Lo peor era que, al mirar de nueva la silla, supe que ya no estaba solo en la habitación.

Esa noche me fui, o al menos lo intenté. Cada vez que quería salir de la casa, volvía a aparecer en la mesa. Mi abuela me miraba con paciencia.

—No puedes irte, Martín. No hasta que hagas las paces.

La última vez que vi la silla, estaba vacía otra vez. Pero en el espejo del pasillo, mientras me alejaba, vi su figura detrás de mí. Mi hermano. Sonriendo.

Y lo peor fue que, por primera vez en años, me sonreí a mí mismo.




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