Volver a Confiar

Capítulo 5 – Matías Moretti

Matías regresaba a su oficina con pasos largos y un gesto adusto que delataba el torbellino que llevaba dentro. La imagen de Valeria López seguía persiguiéndolo con una claridad insoportable: la firmeza de su voz, la frialdad con que lo había enfrentado y la determinación de dejar todo en manos de su asistente. Ni una sola oportunidad para explicarse, ni un resquicio para suavizar lo que ella ya había decidido.

Al entrar, encontró a Andrés, su asistente, de pie junto a la puerta, con algunos documentos en la mano y una expresión neutral, aunque era evidente que estaba midiendo cada palabra que iba a pronunciar.

—Señor Moretti —saludó con respeto.

Matías no contestó de inmediato. Se dirigió a su escritorio, dejó la chaqueta sobre la silla y se pasó una mano por el rostro como si quisiera borrar el cansancio, pero lo que realmente intentaba era ordenar sus pensamientos. Finalmente, levantó la mirada hacia Andrés.

—Dime —preguntó con voz grave—, ¿qué sabes de Valeria López?

Andrés parpadeó, sorprendido por la pregunta directa, aunque trató de no mostrarlo demasiado.

—¿En qué sentido, señor? ¿Desea información personal, laboral, de negocios…?

—Todo lo que sepas —replicó Matías con cierta impaciencia—. Quiero entender quién es exactamente.

El asistente acomodó los papeles que llevaba entre las manos y se permitió responder con cautela:

—Sé que dirige un hospital privado muy importante en la ciudad. Tiene una reputación impecable en el ámbito médico y empresarial. Y… bueno, es alguien muy respetada en su entorno.

Matías asintió apenas, sin mostrar demasiado en su rostro, pero en su interior la sorpresa le atravesaba como un golpe. No podía creer que la mujer a la que había tachado de oportunista en un arranque de desconfianza fuera, en realidad, alguien que no necesitaba absolutamente nada de él.

—¿Algo más? —insistió, tratando de sonar indiferente.

—Solo lo que está al alcance público —respondió Andrés con diplomacia—. Si quiere, puedo investigar más a fondo, pero necesito que me indique exactamente qué está buscando.

Matías lo miró en silencio durante unos segundos. No era habitual que dudara tanto antes de dar una orden. Él siempre sabía qué pedir, cómo hacerlo y en qué momento. Pero esta vez, la voz firme de Valeria lo seguía persiguiendo: “No tengo tiempo para esto.”

—No —dijo finalmente, apoyando ambas manos sobre el escritorio—. No necesito un informe.

Andrés asintió y esperó, en actitud respetuosa, hasta que Matías volvió a hablar.

—Lo que necesito… —hizo una pausa, sorprendiéndose de escucharse tan vulnerable—, es entender cómo puedo manejar esto.

El asistente inclinó ligeramente la cabeza.

—¿Quiere que prepare una estrategia? ¿O que organice un encuentro para que pueda hablar con ella?

Matías soltó una risa seca, casi amarga.

—Hablar con ella… ¿tú crees que me daría esa oportunidad?

—No lo sé, señor —respondió Andrés con serenidad—, pero puedo intentarlo si lo desea.

Hubo un largo silencio. Matías se dejó caer en la silla, apoyó los codos en el escritorio y entrelazó los dedos delante de su boca. Nunca había sido fácil para él admitir errores, menos aún en un terreno tan personal. Pero ahí estaba, atrapado entre el orgullo y la certeza de que había subestimado a la persona equivocada.

—Hazlo —ordenó al fin, con un suspiro—. Organiza algo. No quiero que esto quede en simples papeles.

—Entendido, señor Moretti —contestó Andrés sin mostrar sorpresa, como si esa petición fuera una más en su lista de tareas cotidianas.

Cuando quedó solo en la oficina, Matías se recostó en la silla y cerró los ojos. Las imágenes de Las Vegas volvieron a asaltarlo: el brillo en los ojos de Valeria, la risa ligera mientras bailaban, la manera en que lo miraba y luego nada. Una noche que había terminado en un matrimonio que, ahora, parecía desvanecerse con la misma rapidez con que había surgido.

Pero dentro de él, algo le decía que aquello estaba lejos de terminar.




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