Volver a Confiar

Capítulo 9 – El reclamo

El hospital estaba en rebosante actividad a esa hora de la mañana. Matías caminaba con paso firme por el pasillo, aunque por dentro una maraña de emociones lo carcomía. Había esperado junto a su familia, había visto a su abuelo, había hablado con él… pero nada de eso lograba sacarle de la cabeza a Valeria. Ni siquiera los papeles de la anulación, que los llevaba consigo, sin firmar.

Cuando llegó frente a la puerta de la oficina de Valeria, respiró hondo. No era de esos hombres que pedían disculpas fácilmente, pero algo lo empujaba a enfrentarla. Golpeó dos veces.

—Adelante —se oyó la voz de ella, fría, controlada.

Matías entró y la encontró revisando una carpeta. Vestía la bata blanca sobre su ropa de calle, el cabello recogido en un moño desordenado que dejaba ver el cansancio en su rostro.

—Necesito hablar contigo —dijo él, cerrando la puerta tras de sí.

Valeria levantó la mirada, y el hielo en sus ojos lo hizo sentirse como un intruso.
—Si es sobre tu abuelo, el doctor a cargo ya dio el informe. Está estable.

—No es sobre mi abuelo… es sobre nosotros —aclaró, dando un paso hacia su escritorio.

Ella dejó la carpeta sobre la mesa con un golpe seco.
—¿Nosotros? —repitió, con una media sonrisa amarga—. ¿A qué “nosotros” te refieres, Matías? ¿Al de esa noche en que no sabías ni en qué mundo estabas? ¿Al del hombre que no sabía que estaba tan borracho que apenas recordaría lo que dijo?

Él frunció el ceño.
—No fue así.

—Claro que fue así —lo interrumpió, su voz subiendo apenas un tono—. Nos presentamos, Matías. Hablamos. Hicimos promesas… ¡y tú sabías perfectamente por lo que estaba atravesando! —golpeó el escritorio con la palma, sin apartar la mirada de él—. Sabias que me habían engañado… estaba intentando respirar, intentando volver a confiar. Y tú fuiste… tú fuiste un respiro.

Él la escuchaba en silencio, apretando la mandíbula.

—Y después —continuó ella, con un suspiro quebrado—, te convertiste en un maldito golpe de realidad, que en realidad, no es tan relevante si realmente no nos conocemos.

—Valeria… —intentó él, pero ella alzó la mano para callarlo.

—No, Matías. No tengo tiempo para este tire y afloje en el que tú apareces, me reprochas y luego te disculpas por ser un imbécil. No quiero más explicaciones. No quiero más excusas. Y no quiero verte más. —Su voz, firme y helada, lo atravesó como un cuchillo—. Los papeles… se los envie a tu asistente, simplemente firma y ya!.

Se giró hacia la carpeta que tenía al costado, ignorándolo por completo.

Matías la observó por unos segundos más, con algo de rabia, algo de culpa y algo más que no se atrevía a nombrar. Sus manos se cerraron en puños, pero no dijo nada. Finalmente, abrió la puerta y salió, con el peso de sus palabras clavado en el pecho y los papeles de la anulación latiendo como un recordatorio en su mente.




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