Esa mañana, Matías Moretti caminaba a paso rápido por la acera, revisando cada pocos segundos el reloj de su muñeca. No podía llegar tarde. Tenía una reunión importante en un café cercano con Marcial Duarte, un socio tan excéntrico como talentoso.
Sin embargo, justo al doblar en la esquina que conducía al local, algo lo detuvo en seco.
Valeria.
Corría por la vereda contraria, con el cabello alborotado y el rostro desencajado, como si el mundo se le viniera abajo. Matías sintió que el aire lo abandonaba de golpe. Se quedó inmóvil, sin saber si llamarla o seguirla. Su instinto le gritaba que algo andaba mal, pero antes de reaccionar ella dobló otra esquina y desapareció.
El corazón de Matías latía con fuerza. Aquella imagen lo acompañó durante los siguientes pasos hasta llegar al café, incapaz de borrarla de su mente.
El socio con el que se encontraría era un hombre excéntrico, poco amigo de las formalidades. Aquel latino, Marcial Duarte, se había hecho un nombre en el mundo del diseño de interiores gracias a su estilo innovador y a su habilidad para transformar cualquier espacio en un lugar único.
Matías sabía que lo necesitaba. El proyecto del mega hotel que estaba desarrollando junto con su abuelo Ernesto exigía excelencia, y aunque ya habían trabajado juntos en otros proyectos, este en particular debía ser impecable. Ernesto era exigente, pero también era el motor de su vida. Tras el reciente infarto que casi lo arrancó de su lado, Matías comprendió que el tiempo era un recurso limitado y valioso. El hotel no solo debía ser rentable, debía ser un legado. Quería que su abuelo lo mirara con orgullo y, de algún modo, compensar los años que había pasado persiguiendo solo ambiciones sin sentido.
No podía decir lo mismo de su padre, Jaime. El hombre era frío, duro como el mármol, y aunque no era un villano, su ambición lo llevaba a cruzar líneas que Ernesto jamás hubiese tolerado. Matías había visto cómo sus métodos dañaban reputaciones, cómo la obsesión por los negocios podía destrozar relaciones. Él mismo había perdido el rumbo alguna vez, pero había jurado no repetirlo.
Sacudió la cabeza para volver al presente. Desde la conversación con Valeria no había dejado de pensar en ella, y tras mucho meditar, había pedido a su asistente Andrés un informe sobre su vida. No esperaba recibirlo tan rápido; eso le hacía sospechar que Andrés llevaba tiempo investigando. Quizá desde que la conoció en Las Vegas. Aun así, si Andrés no le había advertido nada grave, significaba que Valeria era alguien intachable.
Con la carpeta en la mano, Matías se obligó a no abrirla todavía. Primero, la reunión.
Al llegar al café, vio de inmediato a Marcial Duarte: un hombre de mediana edad, barba cuidada, camisa blanca remangada y una sonrisa campechana.
—¡Matías Moretti! —exclamó al verlo, poniéndose de pie para estrecharle la mano—. Finalmente nos encontramos. Tu abuelo siempre hablaba maravillas de ti.
—El gusto es mío, Marcial. Mi abuelo lo respeta mucho. Y yo… confieso que estoy ansioso por escuchar su propuesta.
Marcial soltó una carcajada mientras sacaba unos planos enrollados.
—Lo mío no son los trajes ni las oficinas de cristal. Prefiero las mesas de café y la tinta fresca. Mira esto.
Desplegó los bocetos: líneas modernas, toques minimalistas con elementos latinos cálidos, espacios abiertos que respiraban lujo sin perder cercanía.
Matías se inclinó sobre los planos, y sus ojos brillaron.
—Es… extraordinario. Exactamente lo que buscábamos. No quiero un hotel más en la ciudad, quiero un ícono. Y esto… lo es.
—Entonces estamos de acuerdo —respondió Marcial, extendiéndole la mano—. Hagamos historia juntos.
Firmaron los acuerdos entre sonrisas y un café amargo que, curiosamente, supo a victoria. Matías agradecía la fluidez, la honestidad. Había aprendido a golpes que no todos los empresarios eran confiables, y por eso valoraba tanto cuando encontraba a alguien que lo era.
Sin embargo, la sombra de Valeria regresó a su mente. Esa imagen de ella corriendo por la calle, con el rostro desencajado y la mirada perdida, lo perseguía. Algo en su interior se removió, recordando aquella confesión en Las Vegas.
Terminada la reunión, Matías pidió otro café y se sentó en una mesa apartada. Sacó la carpeta que Andrés le había entregado esa mañana. No quería abrirla, pero la inquietud pudo más.
Informe confidencial sobre Valeria López Moraga
Fecha de nacimiento: 1 de julio de 1992.
Padres: Isabel de los Ángeles Moraga Riquelme y Alonso López Cirene.
Abuelo materno: Marcelo López, reconocido empresario y filántropo.
Antecedentes familiares
En 1997, durante un evento social, Isabel descubrió públicamente la infidelidad de Alonso con la modelo emergente Paula Villalobos. El escándalo incluyó rumores de un hijo ilegítimo. Semanas después, Isabel abandonó el país por un tiempo y Valeria quedó bajo el cuidado de su abuelo Marcelo. Años más tarde, este cortó de manera definitiva los vínculos con Alonso, criándola prácticamente como a una hija.
Formación académica
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Editado: 25.08.2025