Volver a ti

Noche con nombre

La casa de mis abuelos se encontraba muy a las afueras de la ciudad, para llegar hasta allí, había que manejar alrededor de dos horas desde donde vivía actualmente, y era por ese mismo motivo que, por más que quisiera visitarlos con más frecuencia, el día simplemente no me alcanzaba para hacerlo.

Dentro de dos semanas la empresa celebraría una fiesta por aniversario, lo que me daría la oportunidad de verlos y pasar tiempo con algunos otros miembros de la familia también. Las fiestas familiares comúnmente se llevaban a cabo en el jardín de la casa, tenía el espacio suficiente para recibir a bastantes invitados, pero este año se había optado por hacerlo en un restaurante, y por suerte, la organización del evento no estaba a mi cargo, lo que me quitaba un gran peso de encima.

Tras divagar un rato en mis pensamientos, miré la hora en el reloj de la pared: eran cerca de las cinco de la tarde. Abrí mi correo y revisé los pendientes que quedaban para hoy, y para mi sorpresa, había terminado antes de lo previsto; tenía el resto del día libre.

No recordaba cuando había sido la última vez que era un hombre libre en un viernes por la tarde, por lo que no estaba seguro de qué hacer con mi tiempo.

Ver a Rachel no era una opción. No la había visto desde el incidente de la última vez, y, a decir verdad, no era la primera vez que pasaba algo así; sabía que contentarla no era nada complicado, pero simplemente no quería lidiar con eso ahora.

No era una persona de muchos amigos ni de una vida social muy activa, de modo que días como hoy simplemente los pasaba descansando en mi apartamento. Pero era viernes, y hacía tiempo que no me daba una vuelta por algún bar. Si mal recordaba, Alex había mencionado que había un bar al que íbamos con frecuencia cuando estábamos en la facultad de leyes. Me imaginé que ese recuerdo estaba dentro de las memorias que aún no lograba recuperar, porque no recordaba haber ido alguna vez, pero Alex y yo teníamos gustos similares, así que seguramente era un buen lugar.

Después de salir de la empresa Henry me dejó en el sitio, el cual tenía buena pinta por fuera, y la idea de haber pasado por aquí alguna vez con anterioridad ahora tenía más sentido.

Entré y observé alrededor del lugar; las mesas no estaban muy juntas entre sí, detalle que me agradó, y la música de fondo, un suave jazz, llenaba el ambiente con un murmullo agradable.

Tomé asiento en la barra, y el bartender se acercó hacia mí enseguida.

—¿Qué te sirvo amigo?

Normalmente hubiera pedido una martini o tal vez un Rob Roy, pero desde que hoy venia solo, y el motivo de tomar no era por trabajo, pediría algo más simple.

—Una cerveza oscura, la mejor que tengas.

—Entendido —dijo, mientras en movimientos bastante rápidos destapaba una Porter y la deslizaba por la barra.—No te había visto por aquí.

La repentina charla me tomó por sorpresa.

—Bueno, tengo dos semanas trabajando aquí— explicó con naturalidad—. Uno de los chicos se fue de vacaciones y regresa la próxima semana.No se si ya eras cliente frecuente, o solo no habías venido en el tiempo que llevo trabajando aquí.

—Algo así— respondí, notando su confusión—. Tenía tiempo que no venía.

—Ya veo, mi nombre es Frank, y mi compañero que esta de vacaciones se llama Tony, tal vez a él sí lo conozcas.

—Soy algo malo con los nombres —murmuré, tomando un sorbo de mi cerveza, con la clara intención de evadir el tema.

Frank solo sonrió, sin saber que más decir. Normalmente no era tan cortante, pero era un tema del que yo no tenía conocimiento, por lo que no quería seguir por ese camino.

—Bueno, si necesitas algo más, aquí estaré, amigo.

—Gracias.

Permanecí allí aproximadamente una hora más. Durante ese tiempo bebí dos cervezas. El lugar comenzaba a llenarse, así que consideré que era buen momento para irme. Pedí la cuenta y dejé propina para Frank.

Justo cuando iba de salida, choqué con la figura de una mujer. Dio un paso hacía atrás y entonces la reconocí.

—Así que café de día y jazz por las noches —dije, sus ojos claros se posaron sobre mí con un destello de sorpresa, casi incrédula, como si no esperara encontrarme allí—. ¿Estás bien?

—Eh... sí, nos vemos muy seguido últimamente— dijo con un tono de voz suave y un poco vacilante.

En las pocas veces que nos habíamos visto, me daba la impresión de que siempre hablaba con cierta cautela, lo cual me extrañaba un poco.

—¿Quedaste de verte con alguien?— pregunté, intentando romper el hielo.

Nuestros ojos se encontraron por un instante y luego desvió la mirada.

—Soy la dueña del bar —reveló sorprendiendo mi curiosidad—. De vez en cuando me gusta venir a ver que todo este bien.— Sus manos se entrelazaron frente a ella, y sus dedos jugaron nerviosamente con el borde de su blusa.

—Vaya, que sorpresa. Es la primera vez que vengo y debo decir que el lugar es espectacular.— Respondí con elocuencia, mientras observaba cómo sus párpados se movían nerviosos, sin dejar de evitar mi mirada directa.

—Gracias, me alegra que te guste— Un pequeño suspiro escapó de sus labios, y sus hombros se tensaron ligeramente antes de relajarse—. Por cierto ¿ibas de salida?




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