Solo volver.

¿Por qué?

             Es lo que mi mente se repite mientras observo el techo de mi habitación. ¿Por qué habíamos discutido? Ya no lo recuerdo, habían pasado semanas, pero el sentimiento seguía siendo el mismo. La culpa sigue en mi pecho, indagando en lo más profundo de mi ser dejando estragos.

             Sus hermosos ojos llenos de lágrimas, nunca sacaré esa imagen de mi cabeza, es sorprendente como unas lágrimas me hicieron perder la cabeza. Realmente había hecho llorar a Aike, la persona a la que más amo, ¿Cómo debes sentirte después de hacer llorar a alguien que amas tanto?

—Soy un idiota— un suspiro lleno de frustración se escapa de mis labios. Siento tanta pena que mis manos cubren mi rostro, en búsqueda de quitarla de mi cara. Una vez me doy cuenta de que la culpa no se irá sola, decido tomar mi teléfono, entro a WhatsApp y desesperado busco su nombre. Aike.

                   Està conectado, desde hace semanas que no hablábamos. Los mensajes cursis se asoman sobre mi fondo negro, su foto de perfil había cambiado, era algo que odiaba de él, se enojaba un poco y ponía imágenes tristes en su perfil.

Muy infantil.

—Ok, solamente le mandaré un "hola"—suspiro con nervios y dejo que mis dedos se muevan.

       Me sorprende como Aike presta como si nada su celular a su hermana, ya me ha jugado muchas bromas, pero no es el momento indicado para hacer bromas.

         Decidido, me levanto con una buena razón de mi cama, busca la mejor ropa que mi salario me puede ofrecer, tomo mi teléfono por última vez antes de entrar a la ducha, para poder encargar un par de cosas.

          Si algo sé de Aike es que ama todos esos clichés de las películas románticas, siempre quiere besarme como Mary Jane al hombre araña, siempre vemos películas del chico malo y la chica tonta, le encanta, así que planeaba darle su propia escena cliché, algo romántico, varonil y que lo haría caer a mis pies. Aike en serio es la persona más perfecta que he conocido, todo de él me encanta, haber ganado su silencio, lágrimas e indiferencia, causaba un gran dolor en mi pecho, no, en todo mi ser, las ganas de morir eran justas, nadie merecía hacer llorar a un chico tan lindo como Aike. Ni siquiera yo.

              Al caer el sol subí un par de cosas al auto, esperaba que la florería y la tienda de cera me ayudara, en serio estaba nervioso, no era el mejor haciendo manualidades, pero si debía de hacer poner pétalo por pétalo para que Aike volverá a sonreír entonces le arrancaría la vida a un millón de rosas con tal de verlo feliz.

Vale más su felicidad que la vida de simples rosas que adornan la hierba.

—Manos a la obra—sueno confiado mirándome en el espejo, voy muy formal, no pude evitar darme el lujo de mirarme un buen rato, realmente me veo bien.

            Después de eso, comienzo a hacer muchas llamadas, a la florería, donde siempre le compraba rosas para adornar su día, una rosa por día, siempre, desde el momento en el que lo conocí y me dispuse a enamorarlo, siempre era una rosa por día. Llamo a la tienda de velas, las que alumbrarían la llama de nuestra pasión esa noche, la pasión que irradia en mi cuerpo cada vez que mis labios rozan los suyos, cada vez que mi mano rosa su piel y sus gemidos inundan mis oídos. Busco entre mis cajones la promesa, ¿Cuál?, en un rato lo explico. Saco mi guitarra y comienzo a afinarla, necesito estar listo, todavía recuerdo la primera canción que le dediqué a mi niño, el amor de mi vida, aún lo recuerdo, su expresión, sus mejillas coloradas, mis dedos sudados por el miedo de equivocarme con los acordes, mi voz temblorosa al pánico de que me escuchara cantar, la letra, todo lo recuerdo.