Volverás a ser mía

6

 Kiram estaba ciego de los celos, colérico, al punto de no importarle nada solo la mujer que tiene al frente cenando con otro hombre. La misma que hace algunas semana atrás rechazó su amor a pesar de amarlo como él la ama a ella.

 Diliana abre los ojos grandes, a simple vista se ve su sorpresa. El corazón de Kiram palpita a mil por hora. Quería matar al hombre que lo miraba con sorna, por el solo hecho de estar con ella, de provocarle algunas sonrisas.

— ¿Qué haces aquí? ¿Ahora te dedicas a perseguir mujeres? — dice Diliana con su mandíbula apretada, en un tono neutro para que nadie se entere de lo que allí pasa.

—No, solo a mi mujer. — concluye Kiram con el mismo tono que ella usó. Miguel se levanta de la silla con los puños apretados.

— ¿Perdón? No escuche bien. — Diliana al fin lo enfrenta — Asumo que te refieres a tu esposa. Porque en lo que a mí respecta, no soy de nadie en tu vida. — dijo poniéndose entre medio de los dos hombres, demostrándole a Kiram que ella se podía defender sola. Tampoco quería que eso fuera un espectáculo mediático, los dos hombres son personas reconocidas, no dejaría que eso pasara a mayores.

—Diliana por favor, no empeores las cosas. — pide Kiram como si ella fuera a hacerle caso. Se le olvida quién es y lo terca que es.

— Empeorar las cosas, ¿Yo? — levanta una ceja mientras se cruza de brazos para encararlo — Perdóname, pero no. Yo no empeoro nada. Tú fuiste quien llegó a mi mesa, reclamando a una mujer que no es y ni por casualidad será tuya. — contesta con sus ojos llenos de coraje.

— Kir, ¿Quién es esta? — pregunta Kesha.

—  Maldición... — musita mientras blanquea sus ojos, con los celos había olvidado que estaba con ella.

   Kesha tenía cara de pocos amigos, la había reconocido, era la misma mujer que vio en el hotel en el momento que encontró a Kiram el día de la fiesta de antifaz. De seguro era a ella que iría a buscar. Pasó sus manos por su cabello, no podía permitir que él éste con ella.

—Kesha no es tu problema. Puedes dejarnos solos. — le pide Kiram tratando de disimular un poco, ya lo había descubierto, ahora tendría que idear la forma para que Kesha le diera el divorcio porque si antes estaba renuente ahora no sería la excepción.

— ¡Ah no! — cruza sus brazos con postura altanera — Es mi problema, ¡Sí! Ella es ... — hace una pausa como si estuviera pensando — Sí, tienes que ser. — la mira de arriba abajo — Ella es la estúpida que me robo tu amor. Es por ella que estas tan desesperado por el divorcio. —concluye histérica. Empezó a caminar de un lado a otro, haciendo que los comensales la observen — ¡NUNCA, OISTES BIEN! — gritó señalando con el dedo a Diliana, Kiram sabía que se había complicado todo— ¡NUNCA TE LO VOY A DAR! VOY A DARTE BATALLA, PERO ESTA PERRA NO SE VA A QUEDAR CONTIGO. ENTIÉNDELO BIEN. TÚ ERES MÍ ESPOSO, SOLO MIO. — gritó frente a todo los comensales en el restaurante recalcando el mí.

     En ese momento Kiram miró la escena, la cara de frustración de Diliana, él la conoce bien sabe que no le gustan los espectáculos. Lo único que se le ocurrió en ese momento fue tomar su mano para sacarla del restaurante casi corriendo. Él sabía cuánto le debía estar doliendo las palabras de Kesha y más cuando ella cuidaba muy bien de su reputación y su prestigio.

Kiram observó a su chofer quién al verlo salir del restaurante con Diliana tomada de la mano, caminó de prisa a abrir la puerta de la limusina. Miguel y Kesha llegan hasta la puerta y miran escépticos lo que Kiram está haciendo. Diliana que hasta ese momento no se había dado cuenta de lo que hacía, lo mira sin entender que es lo que pretendía hacer. Al ver al chófer abrir la puerta entró sin preguntar nada. Kiram miró a las dos perdonas que miraban desde la puerta del restaurante y entró al auto seguido del chófer. Dando indicaciones que arranque el vehículo sin un destino predeterminado.

     Kiram la mira, ella va callada mirando por el cristal de la puerta. Su reflejo era verdaderamente hermoso. Sus ojos café iluminaban su noche. Sus labios le gritaban que los besara.

 << “¿Cómo he podido vivir sin ella, sin su mirada, para que iluminen mi vida? ¿Cómo no he muerto de sed, si sus labios son mi oasis?”>>. — Kiram piensa al verla.

 Mientras Kiram la miraba Diliana iba sumida en sus pensamientos sin decir una palabra. Lo que pasó en el restaurante era lo que había querido evitar toda su vida. No quería interponerse en un matrimonio. Su esposa tenía razón, él era suyo.

   «“¿Cómo pudo hacerme eso?”». Pensó y una lágrima traicionera bajó por su mejilla muriendo en sus labios. La vergüenza pudo más que la razón. Cuando Kiram la tomó de la mano y salió corriendo del restaurante lo siguió porque precisamente eso era lo que necesitaba, salir de allí donde las miradas de las personas no le desgarran su alma. Lo siguió sin importarle nada, sin mirar atrás. La vergüenza la estaba consumiendo.

   Diliana siente su mano tocarla y lo mira, en su mirada no ve arrepentimiento alguno, todo lo contrario.

— ¿Te parece si vamos a mi apartamento? — pregunta, ella solo asiente, no se sentía con deseos de hablar.

    Llegaron a un edificio lujoso. Kiram la invita bajar del vehículo, él va a tomar su mano, pero ella no se lo permite. Caminó detrás de él, cuando se adentraron al ascensor, Kiram marcó un número haciéndole saber que iban al pent—house. 

La tensión que había entre ellos se podía sentir. Las puertas del ascensor se abren, Kiram la invita a pasar primero, era un apartamento lujoso, pero sin nada que decir. Los lujos no necesariamente le daban un aire de hogar. Era como si quién viviera en él lo hiciera porque no le queda más remedio. Miró cada cuadro, cada detalle. Diliana se fijó en esos pequeños detalles que de seguro otros no ven. Los colores neutros de las paredes con los de los muebles daban la sensación de tristeza en cada rincón, un escalofrío corrió por su cuerpo. Cuando llegó a la sala solo hay una foto Kiram y un chico muy guapo de unos 14 o 15 años junto a él. Diliana al fin voltea y lo mira a sus hermosos ojos grises.




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