Yatziri ya se veía bien físicamente, no sentía más dolores, la costilla ya estaba mejor. Yunuen sabía que en breve ella podría partir y no la tendría más en su hogar.
La princesa había despertado una mañana con un humor leve, sin preocupaciones, estaba tranquila y se sentía cómoda al lado de Yunuen. Hasta que le preguntó:
—Yunuen, quiero saber de tus padres. ¿Dónde están?
—Ellos murieron hace unos años atrás, no pude controlar eso, me siento muy culpable. Entraron a mi hogar una noche tres hombres fuertes y sin piedad y mataron a mis padres. Yo no estuve, porque estaba cazando hacía dos días por los alrededores.
—¿Y no sabes quién fue?
—No, los vecinos vieron a dos personas saliendo de mi casa, pero otros dicen que fueron tres. Yo me enteré de todo cinco días después. Ellos estaban a mi espera, querían matarme.
—¿Y no volvieron más?
—Una noche yo estaba fuera, no tenía noción de lo que podría pasar. Enseguida vino un hombre por detrás de mí con un objeto puntiagudo. Yo tenía en mente que iba a morir.
—¿Cuántos eran?
—En realidad, eran dos hombres, uno era alto y llevaba una serpiente dentro de un canasto, el otro era más bajo y tenía el objeto puntiagudo.
—¿Qué te hicieron? Cuéntame...
—El hombre más alto había soltado a la víbora, pero ella ni siquiera se movió y, enseguida, cuando el hombre que estaba más próximo a mis espaldas quiso matarme con un punzante, vino un lobo grande, negro, de pelaje brilloso y ojos activos, y lo atacó. Lo mató enseguida mordiendo el cuello y luego quitó sus tripas.
—¿Y el otro hombre?
—La naturaleza se unió, la víbora que estaba a su lado lo atacó directamente en la pierna derecha y con su veneno mortal en menos de treinta segundos quedó como ahogándose en su propio cuerpo y murió.
—Los lobos sienten el corazón, y si alguien está en peligro, lo salvan. Ellos no matan humanos para comer. Solo se defienden.
—Sí, enseguida él se fue. No me quería hacer ningún mal.
—No es su intención. ¿Y qué hay del tercer hombre? ¿Quién es?
—El tercer hombre aún sigue vivo, está muy bien protegido. No creo que se arriesgue a venir a matarme. En realidad, yo soy una amenaza para él, según comentarios que vienen a mí.
—¿Quién puede estar tan protegido? ¡Solo un rey o un príncipe! Él está hablando mentiras y te quiere asustar.
—Pues es un príncipe —dijo mirando al piso—. Es el príncipe Itze.
—¡No puede ser! ¿Cuál es la amenaza?
—Uno de sus guías espirituales dijo que yo me pondría frente a su gran momento de ser superior y que yo tendría que ser eliminado, pero luego de lo que pasó con los dos hombres, dijeron que yo era protegido por algo superior, no moriré tan fácilmente.
—Yunuen, eres un hombre de buen corazón, eres protector, soy muy agradecida por todo lo que has hecho conmigo. Me siento tan bien aquí. —Yatziri abrazó a Yunuen y besó su mejilla dejándolo callado y sin reacción.