Volviendo al nido

UN LLAMADO ESPECIAL


El amor es el mejor camino para la satisfacción.

Ama sin medida porque el amor no termina.

Quien ama al prójimo siente el latir

del corazón calmado, sin remordimientos

de ser rechazado.





El amor es el mejor camino para la satisfacción. Ama sin medida porque el amor no termina. Quien ama al prójimo siente el latir del corazón calmado, sin remordimientos de ser rechazado.

El amor se ve en cada momento, en cada mirar, en cada besar y en cada abrazar. Las personas olvidaron qué significa de verdad el amor. Buscan su realización personal, el dinero, la bebida, las fiestas, pero no saben valorar al ser que ama a su lado.

Madres, padres e hijos están en constantes conflictos, pero no significa que el amor no pueda florecer en las pequeñas cosas o en momentos donde las personas mantienen el perdón.

Existen seres superiores que nos cuidan, que nos aman y que saben el valor del amor. Ellos mantienen el contacto y están en cada uno de nosotros porque saben el valor de cada uno en esta tierra. Amamos y odiamos con tanta facilidad, pero no nos damos cuenta de que no debemos odiar, es un sentimiento de mucha negatividad.

Las pelotitas de cristal podían identificar ciertos valores o sentimientos en cada persona, en especial a ellas, que tenían bien definido el sentimiento y sus valores. Cada cristal llevaba un propósito que mantenía vibrante lo emocional.


En la casa de Rosita todo era oscuro, ella no podía pensar, amar, querer, dialogar o ayudar porque sus padres estaban en constante discusión. Así también ella no podía estudiar, no podía dormir. Siempre tenía pesadillas y en sus tardes buscaba una manera de poder salir de allí o se quedaba encerrada en su habitación y leía algún libro.

Rosita era una niña de piel clara, su cabello castaño y arrugado, sus ojos color miel, de estatura mediana, era hermosa.

Con mirada tímida, siempre era muy fraternal, era inteligente, dedicada y amable. Amaba la libertad y tener amigos. Su postre favorito era el pudin que hacía su madre en los domingos a la tarde, los comía sin pensar y era el único momento de dulzura que pasaba en su hogar y por eso se llevaba el plato con la cuchara de postre a un lugar tranquilo, saliendo por la ventana de su habitación en el segundo piso podía llegar al techo de su casa. Allí se sentaba, miraba el horizonte y pasaba su final de domingo solitaria, pero con un dulce en la boca.

La niña siempre vestía pantalones jeans, una camiseta sin estampado y sin dibujos, siempre neutra de un solo color.

Llevaba el cabello suelto y hasta la cintura, era bello y sedoso con un moño de costado combinando con el color de la remera que llevaba en el día. Ella seguía su camino de niña a mujer.

En el colegio Rosita tenía una maestra amorosa y dedicada a cada uno de sus alumnos, se llamaba Melissa, ella había observado a la niña por un tiempo, se dio cuenta de que algo malo pasaba.

La profesora regaló un libro de versos cortos, era un texto hermoso, fácil de leer, que conquistó a la alumna en las primeras páginas.



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En el texto hay: relatos, cuentos

Editado: 11.03.2022

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