¿ Alguien podría extenderme una mano? Acaso, ¿ habrá alguien que tenga misericordia?
Las tinieblas son tantas y pesan tanto... En el pasado creí conocer lo que era la oscuridad pero, que errada estaba. No la conocía, no una así, tan densa, tan agobiante, tan cegadora, tan aterradora.
Y no pido mucho, solo eso, tu mano.
Dirás...¡Qué absurdo soy solo una lectora anónima en el mundo real!, ¿cómo podría ayudarte?Pues si puedes, ¿lo harás? No creerías lo ínfima que es la barrera entre lo real y lo irreal, entre lo claro y lo oscuro, entre la vida y la muerte
Entonces, extiéndela por favor, te lo ruego. Tantas manos quieren atraparme...Oh Dios, tengo tanto miedo.
Solo apóyala ahí, viva y tibia, sobre tu teléfono o sobre la pantalla. Solo eso necesito, solo un poco de calor, solo un poco de piedad.
¿Cómo terminé aquí te preguntaras?...O quizás no. Quizás solo quieres apagar eso en lo que lees e irte a hacer otra cosa.
¿Pero no lo harás no? No me dejaras sola...
Muy bien, te lo relataré si prometes no dejarme. Eres todo lo que tengo, toda la conexión que me queda con ese mundo, que una vez también fue mi mundo.
............................................
El sonido del despertador me levantó esa mañana, tan igual a otras tantas a mi parecer pero, que sin saberlo marcaría la diferencia al resto de las otras.
Me levanté rápidamente y tomé de mi armario un par de prendas sin darles mayor importancia: Lo mío no es la moda ni el estilo. Solo me visto para no salir desnuda y ser arrestada y también porque hace frío, siempre lo hace en mi amada Inglaterra, o casi siempre, y llueve...cosa que también sucede regularmente.
Bajo. Ya no hay nadie. Mis padres se levantan temprano para ir a trabajar y me dejan como despedida solo el café caliente y un par de waffles con crema.
Tomo un poco de café, me coloco al hombro mi mochila y mi chaqueta y salgo de mi casa.
Ya afuera, camino hasta la esquina donde me recogerá el autobús escolar en unos tres minutos, si no viene con retraso.
Veo salir a mi vecino para sacar la basura desde allí. Jared medio dormido aun me sonríe y me saluda con la mano. Él es algo así como mi mejor amigo en el mundo. Una persona completamente adorable.
A tiempo, hecho que agradezco, llega el transporte por mi y subo con paso rápido.
Son veinte minutos de viaje donde reviso que no me falte nada para mis clases de hoy. Aunque es innecesario.
Estoy a días de graduarme de la secundaria y hoy solo me espera el ensayo de la coreografía de fin de año de Educación física, la última clase con la Señorita Collins de Física, y con el Señor Mecer de literatura a modo de despedida, un simulacro de como sería el acto de graduación para que todo salga en perfecto orden y la foto para el anuario escolar que de todo lo que debo hacer, es lo que más detesto.
Llegamos y comienzo la travesía de actividades prefijadas para este día.
De un salón a otro, de hacer unos pasos rítmicos al son de la música que no me salen tan fluidamente como quisiera, a llorar con la emotiva señorita Collins y luego a simular como zombies que nos estamos graduando y que no haremos ningún papelón como caernos al subir el estrado o quedarnos sin palabras al dar el discurso.
Y luego la fila para la foto, menguada por la presencia de mi única amiga, Valerie, a quien le toca fotografiarse primero.
Mientras comentamos algunos estados de Facebook, nos llaman la atención las sonrisas un poco tontas de nuestras compañeras al salir del cuarto de fotografía y sus cuchicheos molestos.
—¿Y a estas que les pica?—me susurra Valerie.
Encojo los hombros en respuesta.
—No tengo idea.
La fila marcha lento, tanto que empieza a darme sueño. Luego de unos minutos más le toca por fin entrar a mi amiga.
Miro hacia atrás, solo restan dos chicas. El día escolar se termina después de esta foto, así que a la somnolencia la reemplaza la ansiedad.
Bastante mas rápido que las demás sale Valerie con una sonrisa, que supongo, quiere decirme que tiene algo que contarme.
—¿Y cuál era la razón de tantas risas?—le pregunto mientras me acerco a la puerta.
—Entra y lo veras—me dice y me guiña un ojo. Suspiro y me decido a entrar.
Cuando ingreso veo una silla que tiene un fondo detrás y a un hombre muy alto de espaldas a mí.
—Ya voy... Solo siéntate—me dice con una voz grave y profunda.
Asiento con la cabeza a la nada, pues nadie me ve, y ocupo el lugar indicado.
Pasan unos segundos que utilizo en observar un poco lo que hay a mi alrededor y luego una voz trae nuevamente mi mirada al frente.
—¿Lista?
Veo una cámara apuntándome y me siento un poco más erguida, preparada para el flash. Pero nada. Unos segundos y un suspiro de mi retratista le siguen a eso. Y luego de la nada... el todo.