Wade

Capítulo 12

Elizabeth
Los besos que habían empezado siendo tiernos, lentos y tímidos se había convertido en todo lo contrario.
Wade me agarraba el cuello pegando mis labios a los suyos, sin dejarme escapatoria.
Me pidió paso para que su lengua hiciera su magia y gustosa lo permití.
Sus manos llegaron hasta mi cintura, elevándome.
Dio varios pasos hacía delante y me pegó a la pared. Enrolle mis piernas en su cintura y disfruté.
Era el mejor beso que me habían dado en toda mi vida.
Sus manos, ansiosas, acariciaban mi cuerpo de arriba a abajo sin pararse en un lugar en concreto.
Sabía que estaba mal. Él me había infravalorado desde que me conoció. Y ahora que Edler me quería es cuando él había decidido hacer lo mismo.
Pero no podía evitar sus labios. Sus acaricias. Sus jadeos al moverme.
Simplemente no podía evitarlo.
Se separó de mis labios y sentí como algo me faltaba. Él me hacía sentirme bien, completa.
—Me gustaría terminar esto en una habitación... –Murmuró en mis labios. Temblé al notar sus labios en mi cuello segundos después.– Podemos irnos... O simplemente hacerlo aquí.
Me removí incómoda. No me iba a acostar con él.
Intenté bajarme pero este lo impidió poniendo sus manos en mi trasero.
—No te vayas ahora, Elizalde. –Rogó mordiendo el lóbulo de mi oreja.– Si hemos llegado hasta aquí es porque tu lo has permitido.
Se rompió un trocito de mi corazón al escuchar como volvía a decir esos nombres estúpidos.
Lo empujé furiosa, y aprovechando el desconcierto me bajé.
Sentí como el frío llegaba a mi espina dorsal. Me sentía desprotegida.
—No solo soy un polvo, imbécil. –Escupí muy decidida. Aunque segundos antes no me hubiera importado acostarme con él. Afortunadamente, el calentón había bajado de golpe.– 
Me encaminé a la puerta para poder largarme de allí, pero él como costumbre me cogió del codo.
—Jamás dije que fueras un simple polvo. –Una mueca se instaló en su rostro, confundido. Le pegué un tirón a su brazo haciendo que me soltara.– ¿Qué pasa ahora? 
—¿Eres gilipollas o te lo haces? –No se porqué se lo pregunté, si ya sabía la respuesta.– No voy a ser como las tipas con las que te acuestas, Wade. –Este se cruzó de brazos, juguetón.–
—Eso lo dices ahora. –Dijo burlón.– Hace cinco minutos no te importaba una mierda.
La rabia me invadió. No era como las demás.
Me sentí estúpida al creer que él podría cambiar de la noche a la mañana.
Seguía siendo uno de los hijos de puta más grandes de la historia.
Elevé mi mano dispuesta a pegarle el guantazo que se merecía, pero este desvío su cara haciendo que mi mano se quedara suspendida en el aire.
—No vuelvas a hacer eso. –Gruñó con enfado. Rodeé los ojos y bajé mi mano. Esto le hizo enojarse aún más.– No seas estúpida. Sin mi ayuda morirás. Y si te atreves a volverme a levantar la mano, te largaras de esta casa.
—¿Por qué ahora? –Pregunté para mi misma. Wade me miró confundido y aclaré lo garganta.– ¿Por qué me besaste justo ahora? ¿Por qué no antes de la reunión con Edler? ¿Es por él, verdad? ¿Lo haces por venganza?
—Demasiadas preguntas y poco tiempo, preciosa. –Resumió acercándose a la puerta y abriéndola.– Vamos a salir. Tengo algo que hacer esta noche y no te dejaré aquí sola. Todos mis hombres vendrán conmigo.
Asentí viendo como se alejaba más de mi.
Me sentía una imbécil. Quería llorar. Quería tirarme en mi espantosa cama del apartamento donde días antes vivía y quedarme allí. Con el corazón latiendo pero muerta.
Porque así era como me sentía.
Me sentía vacía. Mi cuerpo seguía bombardeando sangre. Pero me sentía hueca.
Sin corazón.
••••••••••
Horas después
Toda la maldita tarde haciendo magdalenas con Diane. Y solo logramos hacer diez, ya que Axel venía y se comía la masa.
Repetimos la receta tres veces.
Y cuando nos fuimos a dar cuenta, Axel tenía las manos llenas de masa pegada en sus dedos.
Un desastre.
Cómo Wade avisó, todo el mundo se estaba preparando para salir. 
Bajé las escaleras con un simple pantalón negro ajustado con una camiseta repegada color granate.
Haría frío, sí, pero no me importaba.
Me hacía un cuerpazo, y eso era lo que importaba.
Adam bajó conmigo, con su brazo en mis hombros, mientras charlabamos.
Al bajar por las escaleras todo el murmullo que había cesó. Los miré y todos nos observaban a mi acompañante y a mi.
— Yo si podía me la trincaba. –Susurró uno a otro. Seth lo escuchó y le metió un codazo, haciéndolo callar.–
—Te he escuchado, William. –Escupió Adam fulminándolo con la mirada.
Wade entró en la habitación y ordenó que todos subieran a los coches.
Descarté irme con Diane porque se agarró al brazo de Axel y comenzaron a caminar hasta un coche aparte.
Me encaminé al coche que conduciría Adam, pero unos brazos me alzaron como si fuera un paquete de patatas.
—Te vienes conmigo hoy. –Anunció. El aroma de Wade me inundó por completo. Le pegué en el culo quejándome para que me bajara, pero este soltó una carcajada. – No sabía que te gustaba mandar en la cama, fiera.
Me subió a un coche que se notaba de lejos que era bastante caro. Me crucé de brazos como una niña pequeña sin moverme y si ponerme el cinturón de seguridad.
Wade sin parar de sonreír, me puso el cinturón de seguridad y arrancó el coche.
Ni música, ni su dulce voz. Nada.
Solo se escuchaba el motor.
Había veinte coches más detrás nuestra, persiguiéndonos.
Después de quince minutos sin decir una palabra, Wade puso el freno de mano, derrapando.
Grité asustada por el golpe repentino, haciéndolo reír más.
Me bajé del coche echa una furia.
—¿¡Eres imbécil!? –Grité señalándolo, furiosa.– ¡Podrías haberme matado, estúpido energúmeno!
Cuando pude darme cuenta, la música sonaba a un volumen escandaloso. La gente me miraba con burla y otros con asco. 
Wade bajó del coche con una sonrisa.
—Te presento mi trabajo, dama. –Abrió los brazos, señalando a la gente.– ¡Mis tan amadas carreras!
La gente comenzó a chillar entusiasmada por la llegada de Wade. Lo miré sorprendida.
Este me ignoró y comenzó a dar la mano y a saludar a gente que estaba segura que ni si quiera conocía.
—A sí que... –Gritó una voz, que sobresalió de las demás.– Te has decidido.
La gente hizo un pequeño pasillo para que el dueño de esa voz pasara por él.
Wade sonrió y se cruzó de brazos.
— Por supuesto, Edler. –Mi boca se desencajó. Noté como me ponía pálida. Sentí un breve mareo. Noté como otra parte de mi corazón se rompía en miles de pedazos. – ¿Lo dudabas?



#29859 en Otros
#4188 en Acción
#45439 en Novela romántica

En el texto hay: mentiras, risas, amor

Editado: 13.06.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.