Wade

Capítulo 25

Elizabeth
Sentía un peso muerto en mi espalda. No era incómodo, me transmitía un calor que me hacía querer seguir durmiendo.
Sabía quién era, y también lo que habíamos hecho entre las sábanas.
Me removí incómoda al recordar sus palabras.
«Sin compromiso»
No me arrepentía. Había sido una de las mejores noches de mi vida. Había hecho lo que tanto quería hacer desde que lo conocí.
Recorrer su espalda con mis uñas, besarlo hasta perder la razón. Pegarme en su pecho con fuerza, recorrer su cuerpo con mis manos.
Wade se removió pero no se despertó. Aproveché su movimiento para levantarme de la cama. Esta estaba deshecha. Las mantas habían caído al suelo y supuse que habíamos pasado la noche con nuestro calor corporal y una simple sábana. 
La sábana tapaba lo justo y necesario. Sus abdominales estaban a la vista, varios arañazos que le había causado también.
Recogí mi ropa lentamente y fui vistiéndome. 
Lo contemplé durante unos segundos más y salí de la habitación, cerrando la puerta a mi espalda.
— ¿Saliendo a hurtadillas? — preguntó Axel saliendo de otra habitación, con tono burlón—Nunca pensé que te encontraría en esta situación — confesó — Creía que iba a ser Wade quien saliera a escondidas.
— Pues te equivocabas — escupí empezando a caminar. Mis mejillas ardían de la vergüenza. Lo único que quería era encerrarme en cuatro paredes y no volver a salir de ahí — Las mujeres también tienen derecho a follar por diversión — añadí dándole la espalda —
— Entonces, ¿también te acostarás conmigo por diversión? — sus palabras me abofetearon en toda la cara. Lo encaré y abrí la boca dispuesta a mandarle a la mierda, pero las palabras no salían. Este al ver que me había dejado sin habla, sonrió — No te acuestas con Wade por acostarte, Elizabeth. Puedes mentirte, puedes pensar que lo has hecho por hacer, pero en el fondo sabes que no es así.
Quería replicar y mandarlo a la mierda. Quería coger un coche y aplastar como una mosca su cabeza. Por mi cabeza pasaron tantas maneras de asesinarlo que me asuste.
Mordi mi labio inferior que seguía estando algo rojo de las mordidas que Wade le había proporcionado.
Me imaginé mi aspecto ahora mismo: con las mejillas teñidas de rojo con las lágrimas apunto de salir de mis ojos.
Pero no iba a llorar.
No delante de él.
— No sabes una mierda — gruñí dándole la espalda. Comencé a caminar dispuesta a irme, pero la risa sarcástica de Axel me obligó a parar—
—¿Qué no se una mierda? — exclamó Axel con un tono sarcástico — Quizás no, pero sí sé algo — poco a poco se acercó a mí. Lo miré a los ojos y él no se quedó atrás. Su mirada me transmitía diversión, haciendo que sintiera más furia — Sé que no te acuestas con los tíos por diversión. Por que si así fuera, ya te habrías acostado con Seth también. O hasta conmigo — bramó cruzándose de brazos — Lo habrías pasado genial, déjame decirte.
— ¿Qué cojones quieres de mí?  — dije entre dientes. Este me miro con una sonrisa. 
Axel era el más simpático del trío. En cambio Seth, era el más tranquilo y el más paciente. Wade era lo contrario de estos dos: antipático, impaciente y sobretodo un cabrón.
Pero ese cabrón me gustaba.
— Quiero que me seas sincera — habló después de unos segundos. Me crucé de brazos al igual que él — Quiero que me digas el porque huyes de la habitación de Wade. El porqué tus manos tiemblan sin que te des cuenta. El porqué muerdes tus labios y observas todo, queriendo salir corriendo - al ver que no le respondía, este respondió por mi — Tienes miedo — afirmó y sonrió —. Claro que tienes miedo. Tienes miedo de que Wade te trate como te ha tratado siempre. De sentirte rechazada.
— ¿A que viene todo esto? — pregunté temblorosa.
— Cuando saliste por esa puerta — señaló la habitación de Wade — Se te veía aterrada. En menos de cinco minutos, has contestado todas mis preguntas indirectamente. Me has afirmado que te has acostado con Wade por diversión, queriendo convencerte a ti misma. Tienes los ojos lagrimosos, eso quiere decir que estás esperando a que te deje en paz, para ir a una de estas habitaciones y incharte a llorar. Y te pregunto, ¿por qué? ¿Por qué quieres llorar?
— Que te den, Axel — escupí.
Me sentía como si estuviera en una sala con un psicólogo. Y lo odiaba.
Odiaba la mirada con la que me miraba Axel. Quería sacarme información, a toda costa.
— ¿Quieres llorar porque te sientes sucia, o porque has comprobado que Wade solo utiliza a las mujeres para follar y eso te duele? — preguntó directamente. Me sentía como si fuera un libro y este me estuviera leyendo. Estudiaba mis pasos, vigilaba mi mirada. Me sentía atrapada — No te arrepientes de haberte acostado con él, lo que te duele es que te has dado cuenta de que Wade se acuesta con las mujeres por diversión, y que no va a cambiar por ti. 
Miré al techo. No quería que las lágrimas saliesen de mis ojos. Mordi mi labio inferior, intentando retener las ganas de echarme a los brazos de Axel y llorar como nunca había llorado.
Axel recorrió los pocos metros que le quedaban para estar cerca mía y me abrazó.
Sus brazos me envolvieron y me sentí pequeña. Enterró mi cabeza en su pecho y acarició mi espalda, dando pequeñas palmaditas.
— Aveces hasta el más fuerte necesita llorar de vez en cuanto, Elizabeth — susurró en mi oído. Me abrazó con más fuerza y mis lágrimas cayeron al fin — No eres débil. Llorar no te hace frágil. Ser vulnerable no es un defecto, es una virtud. Te recuerda día y noche lo humana que eres, el dolor que puedes soportar.
Levanté mis manos y agarré su camiseta, dejándome llevar por el dolor.
Wade no cambiaría por mi, ni tampoco quería que lo hiciera.
Él había decidido ser así por algo, y yo no podía cambiar ese algo.
No tenía tanto poder.
— Wade es una rosa, es hermoso — murmuró Axel — Una hermosa rosa que desde que la ves quieres cogerla. Quieres llevártela a tu casa y ponerla en un vaso de agua, y cuidarla el resto de tu vida. Pero la rosa tiene espinas, y puedes cogerla haciéndote daño, claro que sí. Pero al pasar los días, la rosa se va marchitando y tú con ella — un gemido salió de mis labios. El dolor era insoportable. Recordaba cada acaricia que me había dado. Tantos deseos que tenía de que él pudiera cambiar. El momento en el baño del centro comercial, cuando le había dicho que había nacido para estar en sus brazos. Su sorpresa al habérselo dicho. Sus besos. Sus abrazos — Porque ese es el problema de la rosa, que la arrancas, y es hermosa al principio. Pero después, al pasar los días se marchita dejando caer sus pétalos, llenándote de amargura.
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En el texto hay: mentiras, risas, amor

Editado: 13.06.2018

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