Caminábamos sobre los techos cada vez más cerca observando a la gente tan tranquila realizar sus qué aceres diarios.
Toda esa paz terminó cuando se oyeron disparos.
— Miren por allí —señaló Zac
Al observar vimos a unos policías disparándole a un hombre en el pecho y luego a la cabeza, las personas empezaron a juntarse y a protestar el asesinato de un hombre que no había hecho nada, pero nosotros conocemos la realidad.
— ¿Se dieron cuenta?
Todos miramos a Zac.
— Los policías saben que es lo que está pasando —mi hermano y yo nos miramos— y aun así hasta ahora no los estoy escuchando decir algo.
Fruncí el ceño y estoy segura de que Kalín también lo hizo.
— Vamos, debemos seguir, no tenemos tiempo.
Ela tiene razón así que continuamos intentando lo más posible de ir por las azoteas y los techos.
Faltaban unas cuantas casas para cuando se empezaron a escuchar los gritos, nos sobresaltamos creyendo que los zombies ya habían llegado, pero no, era la gente que empezó a destrozar todo en modo de protesta.
— Rápido, esto se está poniendo feo y aún no llegó el problema más grande.
Seguimos a Kalín hasta bajar del edificio.
— Dom cuidado —Zac jaló de mi antes de que un muro me callera encima.
— Gracias —él me sonrió en respuesta.
Corrimos por las calles, había gente entrando en tiendas, hasta pasamos a un policía empacando agua en su auto, él sabía lo que se avecinaba.
Hasta que volteé.
Tuve frente a mis ojos a uno de los infectados pasando como si fuera una persona normal, saltó encima de alguien más, pero nadie parecía darse cuenta.
— Dominique vámonos —mi hermano me llevaba jalando de la muñeca— aquí es.
Levante la vista y ese era el edificio en el que nuestra tía vivía, pero estaba claro que protestantes entraron a destruir el lugar.
Parecía estar desierto, barias casas parecían estar desiertas.
— No puede ser… —susurré
— Pueden estar bien —nos alentó Martin— vamos debemos asegurarnos.
Empezamos a correr por las escaleras, pues el ascensor no era de confiar en estas circunstancias.
— Ustedes quédense aquí, mantengamos una zona segura, iremos y vendremos rápido seria innecesario cansar a tu mujer y a la niña —habló Kalín.
— En que piso están —preguntó Zac.
— Cuarto.
— Bien, iré con ustedes —asentimos y empezamos a correr.
Subíamos y subíamos con el corazón en la boca de los nervios.
— Zac busca la habitación 136.
Las luces empezaban a parpadear y aunque no pasaran de las dos de la tarde se veía oscuro.
Hice una señal para que guardaran silencio y podamos escuchar si entró algún infectado.
Sacamos de nuestro camino un carrito de servicio y éste hizo un sonido bastante irritante, ambos nos asustamos cuando golpearon la puerta de la habitación de la derecha.
— Éste lugar no está alejado de los limites, puede que algunos de esos muertos hayan llegado por ese lado.
— Si, eso haría que puedan estar aquí y ahora.
Al parecer el carrito no fue al único que despertó porque uno de ellos giro la esquina por la que debíamos pasar.
— Bien, toda puerta abierta que vean, deben cerrarla, si o si —Zac y yo asentimos.
Apreté fuertemente el bate y me acerqué al errante para en un rápido movimiento golpearle la mandíbula desde abajo.
Dos golpes más fueron suficiente para que dejara de moverse.
— Hey, no estés triste, ya no era una persona —me susurró mi hermano quitándome una lagrima que no había notado rodar por mi mejilla.
Asentí y seguí caminando por los pasillos mientras Zac y Kalín se encargaban de cerrar las puertas.
— Es aquí —susurré lo suficientemente fuerte como para que me escucharan ellos, pero no los muertos.
— Tía Rita —llamo mi hermano— somos nosotros, Dominique y Kalín.
— Hey amigo, no tan fuerte, parece que se están alborotando —y si, algunas puertas empezaron a ser golpeadas.
Respiré hondo antes de abrir la puerta, la cual solo empujé suavemente y se abrió.
La luz igualmente parpadeaba en la habitación.
— Kalín —di un pequeño grito al ver una gran mancha de sangre en el suelo.
De pronto algo jaló bruscamente de mí, en un segundo me encontraba cara a cara con uno de esos bichos.
— ¡Dom! —me lo quitó justo antes de que mis brazos fallaran y terminara mordiéndome.
Zac me ayudó a levantarme del suelo y me dio un corto abrazo, luego de acabar con él.
— Él era el vecino de al lado —susurro con la voz un poco temblorosa.
— Hay que seguir —pero Zac lo paró.
— Espera —y golpeó con el mango de su cuchillo la mesa— el sonido los atrae, que salgan primero.
Tiene razón, nos ponemos mucho en riesgo.
Estábamos por confirmar que no había nadie más cuando escuchamos pasos arrastraste desde el baño.
—¿Tía Rita?
Ella cada vez se acercaba más, pero sentía que no podía hacer nada.
— Tía somos nosotros —habló Kalín al tenerla lo suficientemente cerca como para que Zac clavara su cuchillo en su cráneo.
Parpadeé varias veces, "ya no era ella" me repetí
— Debíamos hacerlo nosotros —dijimos al mismo tiempo.
— No, ninguno de los dos debía hacerlo, nadie debería matar a su propia familia —pasó por delante nuestro en dirección a los cuartos— mejor dejen de asustarme cada vez que hablan al mismo tiempo con exactamente las mismas palabras y ayúdenme a buscar al pequeño.
Y eso fue suficiente como para que reaccionáramos.
— ¡Josh! —gritamos al mismo tiempo.
Pero fuimos callados por Zac.
— Vengan aquí, hay alguien o algo en el armario, se mueve —era el cuarto de Rita— si es Josh deberían abrir ustedes, se asustaría al ver a un extraño.
Zac preparó su cuchillo por si fuese necesario y mi hermano y yo tomamos las puertas del armario.
Empezamos a contar a señas
Uno, dos, tres.
Y ahí estaba él abrazado a sus piernitas y con la cabeza metida entre ellas.