— Domi ¿Dónde están Kalín y el resto?
Quité rápidamente una lágrima rebelde de mi rostro. Esa horda logró separarnos.
— De seguro van a Atlanta cariño—me arrodille a su altura— y ahí todos nos encontraremos.
— De veras.
— De veras —o era de lo que quería convencerme desde hace unas semanas— ahora Josh, dame a Mus pequeño, te está cansando y aún debemos caminar.
Mus. Josh así le ha puesto.
Con una mano sostuve al cachorro y con la otra un extremo del bate para que el extremo más grueso descanse en mi hombro.
— ¿Cuándo me enseñarás a usar el bate tan bien como tú y Kalín lo hacen?
Reí. Solo él podía quitarme el sabor amargo de la boca al menos un tiempo.
— Pronto —sonreí
El plan era que él crecería como nosotros y a la debida edad honraría nuestro legado en el béisbol.
Caminamos unos cuantos kilómetros más, parando siempre que Josh lo necesitara.
— Mira Domi hay una casa ahí —corrió un poco hacia ella.
— ¡No Josh! —me asusté, pero en pocos segundos al ver que se detenía logré calmarme— detente —caminé hacia él— nunca vayas hacia algún lugar desconocido sin mi, o tiene personas que pueden ser malas o errantes.
— ¿Errantes? —preguntó temeroso abrazándome de las piernas.
— No te preocupes. Solo quédate en la entrada y avísame si ves a alguien, yo me aseguraré de que sea seguro. —asintió con la cabeza y le pasé a Mus. No di más de dos pasos y me detuve para volver a verlo— Josh, veas lo que veas quiero que me llames.
Asintió y convenciendome a mi misma de que todo estaría bien corrí a la casa con mi bate listo para atacar.
La puerta principal estaba abierta, dejé la mochila en la puerta y con el bate golpeé el piso haciendo el suficiente ruido como para que lo que sea que haya ahí adentro salga. Pasaron los segundos, y al no escuchar ni ver nada venir hacia mí entré.
El interior de la casa dejaba en evidencia nuestro mundo ahora.
Dos cuerpos. Dos personas que no aguantaron vivir así, solo fue necesario un tiro en la cabeza.
"Dios perdonanos"
Ese mensaje en la pared fue de lo único que quedó de ellos.
Suspiré.
— Ojalá yo la hubiera tenido así de fácil —susurré tomando de los pies el cuerpo de la señora rubia.
Y sí, yo no puedo darme el lujo de suicidarme y mandar todo a la mierda, tengo personas por las cuales seguir luchando.
— Josh ven aquí —prácticamente gemí del cansancio mientras sacudía mis manos y entraba por la puerta de atrás.
Ese hombre no era nada liviano.
Cubrí con unas sábanas la pared y la sangre con los sillones y más savanas, no dejaría que Josh viera las cosas como estaban.
Prácticamente entró saltando con Mus en brazos.
Arrugó la nariz.
Era que busque un perfume en las habitaciones.
Dejamos nuestras cosas en la sala y subimos a las habitaciones.
Aunque no pude evitar revisar mil veces que la puerta esté bien asegurada.
Pasamos casi todo el día ahí descansando. No era mi intención, pero no pude despertarme.
— Hey cariño, ya es hora de cenar —mientras él jugaba en la habitación que era de un niño arriba yo investigué el perímetro encontrándome con un caballo que mañana utilizaríamos.
No faltaba mucho para llegar a Atlanta.
La comida estaba en la mochila de Kalín, pero encontré cereales y leche en el refrigerador, al parecer la casa tenía su propio generador, lo cual es perfecto considerando qué, con un solo cuchillo, una pistola sin balas y un bate no se me haría posible cazar pronto.
— Tienes suerte, tenían cereales con azúcar.
Sonrió.
Le serví en un tazón el cereal y ahora me encontraba hechandole leche encima.
— ¿¡Hola!? —golpeé demasiado fuerte el embace de la leche sobre la mesa derramando un poco— ¡Oficial de policía! —me moví algo rápido buscando con la vista mi bate— ¡¿me prestarían algo de gasolina?!
— ¿Qué pasa? ¿Quién es?
Contesté rápido antes de que cualquier idea que pasara por su cabeza lo asustara.
— No te preocupes, no son ellos. Espérame aquí ¿bien?
Su mirada asustada logró relajarse y volver a la normalidad.
— Está bien —metió una cucharada de cereal a su boca embarrándose un poco. No pude evitar sonreírle.
Me asomé por la ventana a través de las cortinas encontrando a un hombre acercándose con un bote para gasolina y bolsos que dejó a unos metros de él, podía ver un gran arma sobresalir. No estaba oscuro aún así que podía verlo perfectamente.
Tomé la pistola, de todos modos él no sabe si está cargada o no.
Podría dispararle desde aquí, un tiro limpio y certero en la cabeza, pero miré atrás y no estaba lista para dejar que Josh viera otro cuerpo más. Eso y no tenía balas.
Esperé a que se acercara y cuando estuvo por asomarse abrí la puerta de golpe.
— No hay nada para ti aquí —lo apunté.
Levantó sus manos mostrándomelas de inmediato.
— Tranquila. Me iré.
Oficial de policía, tenía el traje y todo.
— Domi ¿Qué sucede? —habló desde el interior.
No volteé, pero el hombre se asomó un poco logrando ver a mi hermanito sentado comiendo cereal.
Escuché al pequeño Mus ladrarle y entre mi silencio decidió hablar.
— Soy Rick, Rick Grimes —me extendió lentamente su mano.
Lo miré desafiante y desconfiada, pero diablos que se veía como un buen hombre, y a pesar de mis malas experiencias cedí lentamente.